Obras de renovación empujan el repunte de los mercados porteños
Ya reabrieron los de Belgrano, Primera Junta y Bonpland; a fines de enero empezarán a remodelar el de San Nicolás, fundado en 1905
El mercado de San Nicolás parece congelado por el paso del tiempo. Muchos puestos permanecen vacíos, hay heladeras desenchufadas y cajones de verduras se acumulan en el fondo del playón de la avenida Córdoba 1750. “Mientras esperamos a que empiece la obra, seguimos trabajando como hace 50 años”, dijo Gastón Julio Casinea, detrás de un refrigerador que contuvo los cortes de carne que vendió poco antes.
A partir del 26 de enero, el tinglado en el que funciona el mercado de San Nicolás –inaugurado en 1905– cerrará sus puertas y los pocos puesteros que quedan se trasladarán a la plazoleta Petronila Rodríguez, frente al Palacio Pizzurno, para dar comienzo a las tareas de remodelación del espacio. Luego de aproximadamente cuatros meses podrán regresar.
“Hace 50 años que el mercado no se remodela y hay muchos puestos vacíos porque los dueños fallecieron y nunca se otorgaron a otros. La gente dejó de venir y las ventas cayeron mucho”, comentó Gabriel Mosquera, dueño de una pollería, a dos puestos de distancia de la carnicería de Casinea.
El plan de recuperación, a cargo de la Dirección General de Desarrollo Gastronómico (Dgdgas) porteña, incluirá una estructura completamente nueva con 16 locales, tres islas y una plaza de comidas. La inversión alcanzará los $ 14,3 millones.
Esta puesta en valor es sólo una de las que la Ciudad viene realizando en diferentes mercados, a través de varias dependencias. Además del de San Nicolás, otros dos pasaron por el mismo proceso en manos de la Dgdgas: el de Belgrano (Juramento 2501), fundado en 1891, y el de Bonpland (Bonpland 1660), que data de 1914. En tanto, el de Primera Junta (Rojas 11) fue refaccionado por la Dirección General de Ferias (Dgfer); se trata de un espacio más joven, construido entre 1979 y 1980 en un predio que hasta entonces había estado usurpado.
La Dgfer maneja también otros mercados: el de Pompeya (Sáenz 790), que será arreglado durante 2018; el de Villa Pueyrredón (en el barrio San Martín), y el de Pulgas, en Colegiales. Otros espacios tradicionales del rubro permanecen en manos privadas.
La historia de los mercados porteños se remonta a 1800, con la llegada de los primeros inmigrantes europeos. A medida que los barrios empezaron a desarrollarse, esos establecimientos surgieron como puntos desde los que se distribuía la mercadería que llegaba en trenes y carretas.
En 1862 se prohibió por ley el funcionamiento de ferias en plazas públicas, y esto generó la construcción de edificios en los que se instalaron los mercados. Un siglo después, entre 1970 y 1980, muchos espacios desaparecieron y otros sufrieron el cierre de algunos puestos.
“Estamos trabajando para poner en valor estos sitios tradicionales de Buenos Aires, que además de brindar a los vecinos una opción diferente para la compra de productos, impulsan el trabajo, el turismo y el desarrollo de la zona”, dijo Diego Santilli, vicejefe de Gobierno de la Ciudad.
En agosto de este año se reabrió el mercado de Belgrano. Allí, con una inversión de $ 5,3 millones, las obras consistieron en el arreglo de techos por goteras, el cambio de instalaciones eléctricas, la instalación de luminarias y marquesinas, entre otros. Además se creó un patio de comidas
que, en enero, se completará con la instalación de una hamburguesería, una pizzería y la integración de una parrilla ya existente. “Queremos que los mercados mantengan su clientela y que tengan cada vez más visitantes”, explicó Martín Villar Sánchez, responsable de la Dirección General de Desarrollo Gastronómico.
Las mejoras edilicias fueron acompañadas por la incorporación de nuevas propuestas. Entre las incorporaciones, se encuentra Cucina Paradiso, el formato mercado de los restaurantes del chef Donato Di Santis. Desde pastas secas caseras, trufas importadas hasta sándwiches de mortadela pueden encontrarse en el local. “Yo fui testigo de la decadencia de este mercado y cuando me ofrecieron venir ni lo dudé. Los vecinos todavía son algo tímidos. Se acercan, estudian y, por ahora, siguen eligiendo los precios baratos”, dijo Di Santis.
Pero el espacio también conserva sus puestos más tradicionales. Junto a Cucina Paradiso, la frutería Don Jorge exhibe su selección. “La
vedette es la cereza”, detalló Susana de Yarrouge, nuera de Jorge y tercera generación en la verdulería. “Mi papá iba al Tigre a buscar las naranjas y las traía acá. Eso era cuando las calles eran de tierra y los puestos se desarmaban de noche”, comentó Jorge.
“Vengo seguido por la calidad de los productos, pero no soy del barrio. Está muy limpio, aunque tendrían que abrir más stands”, opinó Silvia Tarrio, vecina de Palermo que compra sus frutas y verduras en el mercado de Belgrano.
En el otro pasillo, la pescadería de Basilio exhibe salmones, truchas de Cuba, ranas y bacalao. “Recuperamos algunos clientes y también viene gente nueva, de edades muy variadas. Acá encontrás cosas que en otros lados no conseguís. No venís a buscar precios, sino variedad y calidad”, contó Basilio Ferreyra, que tiene clientes que llegan desde La Plata, Quilmes y Tigre. Él pertenece a la cuarta generación de la familia que trabaja en el mercado. “Hace unos años, la gente hacía cola y entraba corriendo. Mi abuelo me mandaba afuera a contar la cantidad de gente para saber si alcanzaba el pescado del día”, comentó.
Según fuentes de la Dgdgas, el número de visitantes por fin de semana se cuadruplicó luego de la renovación del espacio.
A una cuadra de las vías del ferrocarril Sarmiento, el mercado de Primera Junta también muestra nueva fachada. La obra –que costó $ 1,5 millones a la Dirección General de Ferias, según informó la gerenta operativa, Raquel Fait– se inauguró en septiembre e incluyó el recambio de pluviales, el aumento de la iluminación externa, el recambio de cartelería, nuevos toldos y pintura, entre otros trabajos. Además se incorporó una lista de precios fijos para determinados productos.
“Soy del barrio y vengo desde hace mucho tiempo. Antes, la gente no venía después de las 18 por la inseguridad. La iluminación era necesaria y está bárbara”, dijo Nélida Miranda, mientras esperaba su turno en una de las dos fiambrerías del mercado.
El lugar tiene 11 locales que dan a la calle; ofrecen frutas y verduras, pescado, quesos y fiambres, lácteos, productos de panadería y de granja, y hasta especias. “Lo mejor que tiene es la calidad, pero no todos los vendedores se ajustan a los precios”, dijo Elsa Niotti, dueña de la granja hace más de 19 años. Según ella, sus valores sí respetan la lista que se difundió apenas reabrió el mercado. Un pollo en el puesto de Elsa cuesta $ 35, mientras que en una cadena enfrente sale $ 41.