La idea es dejar atrás la quietud para ganar presencia
Sólo una semana después de haber anunciado públicamente la puesta en línea del mapa del delito, en el que cualquier vecino porteño puede visualizar cuál es la situación de la seguridad en su barrio, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta completó la jefatura de la Policía de la Ciudad –acéfala desde abril, cuando cayó el primer jefe de la fuerza, José Potocar, detenido en una causa por presunta corrupción en su paso por la Federal– y, de paso, adelantó el desarrollo de un plan que modifica radicalmente el despliegue de efectivos y, sobre todo, el de comisarías.
La redistribución en el terreno de las seccionales busca fundamentalmente salir del concepto estático de la prestación del servicio de seguridad encarnado en las comisarías. Eso explica, precisamente, que al cabo del proceso de cuatro años haya menos dependencias y no más.
Según sostuvieron calificadas fuentes del gobierno porteño, se espera que menos oficinas impliquen, como contrapartida, más efectivos disponibles para ser destinados al servicio de policía de proximidad. Se buscará, dijeron, que haya más uniformados en permanente movimiento en las calles, con mayor visibilidad, que es lo que –afirman– les reclaman los vecinos en las reuniones que se realizan los primeros jueves de cada mes en las comisarías.
Confían en que la descentralización de servicios diversos (por ejemplo, la actual capacidad instalada para que los vecinos puedan hacer las denuncias de delitos online, sin necesidad de interactuar con un oficial, o incluso la posibilidad a futuro de una app para hacer lo mismo desde el teléfono celular) afianzará la idea de que la reducción en el número de seccionales (de las 54 actuales a las 43 previstas para dentro de cuatro años) y no resentirá el despliegue y las operaciones de prevención.
Técnicamente, la fundamentación puede encontrar su comprobación en el terreno. Eso no implica que las autoridades no deban dar una “batalla dialéctica” para vencer la eventual resistencia de aquellos que, paradójicamente, se caracterizan como los “beneficiarios” del cambio: los vecinos porteños.
De hecho, ya hay movimientos en distintos barrios de asociaciones vecinales que adelantan su resistencia a que les saquen las comisarías que hoy tienen al alcance de la mano.