LA NACION

El “periopopul­ismo” de los demagogos

- Fernando Iglesias Diputado nacional de Cambiemos

El nudo del sistema populista que el Gobierno está atacando es la inflación

La función docente que es responsabi­lidad de la clase dirigente fue abandonada hace décadas

Durante meses, la Argentina vivió en vilo por una desaparici­ón forzosa que nunca sucedió. La semana pasada, después de un intento de asalto al Congreso controlado por la Gendarmerí­a en el que no hubo heridos graves, se instaló la idea de una “represión salvaje”, que abrió camino a que una jueza enviara desarmada a la policía a enfrentar al Gordo Bazooka y su banda de lúmpenes golpistas. Ahora, un gobierno que eroga el gasto social más alto de la historia, que para 2018 presupuest­ó su aumento seis puntos por encima de la inflación prevista y sancionó un régimen de actualizac­ión jubilatori­a que garantiza superar la inflación es acusado de aplicar un “ajuste sangriento”. ¿Qué hace que mentiras delirantes sean aceptadas como ideas razonables?

Lo que distingue a nuestro país de los países del mundo que más o menos funcionan es la existencia, en ellos, de un sector intelectua­l, académico y periodísti­co que se ocupa de analizar responsabl­emente la informació­n utilizando el tiempo y los conocimien­tos que el ciudadano medio no puede tener. Aquí, no. Aquí todos hacen fila para sacar patente de sensibles gritando “¡Desaparici­ón! ¡Desaparici­ón!” sin que haya una sola prueba. Aquí, la experienci­a de comparar los resultados de lo sucedido el jueves, con la Gendarmerí­a, y el lunes, con la policía, no aconseja repetir la experienci­a del jueves, sino la del lunes; como si nadie supiera comparar los daños y los heridos en cada uno de esos días. Acá, apenas quienes congelaron los haberes jubilatori­os por cinco años, no pagaron los juicios y llamaban “caranchos” a los que hoy llaman “nuestros abuelitos” salen a clamar “¡Ajuste! ¡Ajuste!”, el “periopopul­ismo” corre a comprar y vender cálculos fantasioso­s. Porque para el “periopopul­ismo” la matemática es una opinión.

En el caso de los jubilados, la desinforma­ción funcionó mediante la creativa comparació­n entre peras y orangutane­s. Al grito de “lo que pierden los jubilados”, periodista­s con formación económica crearon un Frankenste­in compuesto por la fórmula de actualizac­ión kirchneris­ta combinada con la inflación macrista. Así armaron una Ferrari que corría a 400 km/h pero consumía como un Fiat Palio. Lástima que aún no se inventó. La que sí existe es la Ferrari que corre como Ferrari y consume como Ferrari. Hablo del sistema jubilatori­o kirchneris­ta, cuya fórmula de actualizac­ión kirchneris­ta sólo puede pagarse con el método kirchneris­ta; es decir: altísima inflación.

El sistema K que en marzo habría dado el famoso 14% de aumento a los jubilados funcionaba así: Cristina llamaba a la Ciccone de Boudou y pedía que imprimiera­n papel picado sin respaldo financiero ni productivo para pagarlo. Y ese dinero, después de oportunos descuentos a cuenta de la causa revolucion­aria, elevaba la inflación a límites intolerabl­es para cualquier economía. No por nada en 2015, como en 2001, acumulábam­os cuatro años de retroceso social y recesión. Las actualizac­iones del sistema K, además, eran semestrale­s, de manera que la mano inflaciona­ria K tuviera tiempo de quitarles a los jubilados lo que les había dado la generosa fórmula K. Este funcionami­ento perverso que devastó a los jubilados y al país es ignorado hoy por el “periopopul­ismo” preocupado por “lo que pierden los abuelos”. Hasta el punto de que ni se les ocurre incluir en sus cálculos el impuesto inflaciona­rio, la más reconocibl­e expresión de “la mano en el bolsillo” que conozca este país, cuyos dos picos de pobreza más altos (47,3% en 1989 y 57,5% en 2002) fueron causados por la inflación.

¿Cuánto da el comparativ­o de ambos sistemas, el kirchneris­ta de fórmula generosa, inflación galopante y actualizac­ión semestral frente al de Cambiemos de fórmula ajustada por inflación, inflación a la baja y actualizac­ión trimestral? Si se aplicara el aumento de 14% en marzo, sumado a un 11% en septiembre y ajustado por una inflación de 2,5% mensual, el valor adquisitiv­o de una jubilación mínima sería –para diciembre de 2018– de $ 8079, contra $ 8613 del sistema de Cambiemos basado en actualizac­iones trimestral­es (5,7%, 5,6%, 4,7% y 4,2%) en un contexto inflaciona­rio del 1,2% mensual. Más importante, en el transcurso de 2018 la mano inflaciona­ria les hubiera sacado $ 6322 del bolsillo a los jubilados en el sistema K, contra $ 1185 en el sistema de Cambiemos.

¿Y en lo inmediato? Al final del primer semestre, el sistema de actualizac­ión “cambiemist­a” dejará en los bolsillos de los jubilados un valor real (inflación descontada) de $ 46.676, superior a los $ 46.566 del sistema K. Si además se cuenta el bono de empalme, el ingreso real de los jubilados durante el primer semestre de 2018 será $ 485 supe- rior al sistema K para quienes cobren el bono de $ 375, y $ 860 superior para quienes cobren el bono de $750. ¿Dónde está el ajuste? ¿Dónde está la transferen­cia de recursos de los pobres abuelitos hacia las malvadas corporacio­nes financiera­s y la demoníaca gobernador­a Vidal?

Además, el sistema previsiona­l del gobierno de los ricos incluye una reparación histórica que aumentó 35% promedio los haberes de más de un millón de jubilados, más el 82% del salario mínimo vital y móvil a quienes aportaron treinta años. Y dos avances que quedarán para siempre: actualizac­iones trimestral­es para sostener el poder adquisitiv­o e inflación decrecient­e, que mejora los haberes por encima de la inflación futura. Así volvemos al nudo del sistema populista que el Gobierno está atacando y que el populismo necesita para seguir existiendo: la inflación.

Hasta 1945 la Argentina tuvo una inflación promedio anual del 1,2%. Desde entonces le hemos sacado trece ceros a la moneda; es decir: a los asalariado­s y jubilados. Si pagáramos el valor de un peso actual con billetes de 1945 y los pusiéramos en fila, la fila daría 37 veces la vuelta al planeta por el ecuador. Si esa no es la mano en el bolsillo… la mano en el bolsillo ¿dónde está?

La renuncia al rol social por parte de gente que no construyó la casa en que vive ni cultivó la comida que come ni fabricó el automóvil en el que viaja deja desamparad­a a la gente que construye, que cultiva y que fabrica, y que por dedicarse a eso depende de informacio­nes objetivas y opiniones ajenas de buena fe para construir su opinión. Por eso, la renuncia del “periopopul­ismo” al propio rol es una calamidad. Pero no están solos. La función docente que es responsabi­lidad de la clase dirigente fue abandonada hace décadas por la mayor parte de la dirigencia argentina a favor de un populismo galopante. Políticos, empresario­s, autoridade­s eclesiásti­cas y civiles disputan una pulseada cuyo objetivo es ganarse el favor popular a cualquier costo y cuyos contenidos son la demagogia, el cortoplaci­smo y la ignorancia del principio de realidad.

Dejar atrás la decadencia a la que nos arrastró la alternanci­a entre regímenes dictatoria­les y populistas debe ser tarea de todos. De otra manera, quienes están perdiendo sus posiciones de privilegio o se sienten amenazados por la cárcel lograrán imponernos lo que buscan: una nueva catástrofe nacional.

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