LA NACION

Sin autocrític­a, el riesgo es repetir el flojo 2017

- Jorge Búsico

entre tantas imágenes y textos que se van agregando a los tradiciona­les saludos de las fiestas través de las redes y de los teléfonos móviles, sobresale una sabia reflexión del monje benedictin­o y escritor argentino Mamerto Menapace: “Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizaj­es y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos”. Vale para cualquier ser humano, y sirve también de puente para retratar el año del rugby argentino que se está yendo y, especialme­nte, para ir mirando al que se viene.

Es indispensa­ble establecer dos polos bien visibles a la hora de retratar la realidad. Por un lado marcha la alta competenci­a profesiona­l y, por el otro, el rugby de clubes. Uno es la marquesina; el otro es la base. Ambos deberían nutrirse en condicione­s iguales, pero eso aún no sucede: la mayor parte del presupuest­o de la UAR sigue destinado a sostener la estructura rentada, que a medida que pasan los años debe crecer ante la demanda que genera jugar en el alto nivel con la lógica argentina. o sea, con un reducido grupo de rugbiers rentados afrontando la diáspora Puma/Jaguares y sin una competenci­a interna de ese rango.

Yendo estrictame­nte al selecciona­do mayor, el año próximo debería plantearse más como una oportunida­d que como una incógnita. La escasa autocrític­a general que se hizo de 2016 dio como consecuenc­ia un 2017 muy flojo en todos los aspectos. Repetir esa experienci­a puede ser crucial en las puertas de la próxima Copa del Mundo, en Japón 2019. ¿Habrá un diagnóstic­o profundo sobre lo que pasó este año, que contemple las múltiples aristas que tiene hoy el deporte de altísima competenci­a? Será clave para ver cómo se sigue. Si se cambia o si es una fotocopia de las dos últimas temporadas.

Se insiste en este aspecto porque en buena parte de la UAR y sus satélites hay una percepción de que todo anda de maravillas y de que no debe haber lugar para la crítica. Cuando alguien intenta marcar alguna diferencia, un punto de vista distinto, enseguida se lo aparta o se lo descalific­a. En ese rubro ingresan jugadores, entrenador­es, dirigentes o periodista­s. Lamentable­mente, pizcas (miserias) de esos comportami­entos estancos empezaron a aparecer en la disputa política con vistas a la renovación de autoridade­s de marzo próximo.

Si el año el que viene se toma como una nueva oportunida­d, las posibilida­des de crecer serán palpables siempre y cuando vayan acompañada­s de una revisión profunda y de machacar en recuperar el sentido de pertenenci­a histórico tiene el rugby argentino. De toparse más con la realidad que con el show; más con el legado que con el dinero. Y como dijo James Kerr (autor del libro “Legado”, que trata sobre la transforma­ción de los All Blacks) cuando vino en agosto al país, “atravesar los desiertos”. Sin olvidar la esencia.

Abrir la cancha, salir del pensamient­o único y de la zona de confort son algunas pistas que pueden servirle al rugby argentino para sumar a lo bueno que ya ha conseguido y a lo que también conserva a lo largo del tiempo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina