LA NACION

Stella “Baby” Cárcano, la centenaria amiga cordobesa de John Fitzgerald Kennedy

historia. Nacida en 1915, murió el pasado lunes, a los 102 años; mantuvo una fluida relación epistolar con quien sería presidente de Estados Unidos

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Su familia se movía en el círculo diplomátic­o europeo de aquella época. Es más: su padre, Miguel Ángel Cárcano, abogado, diputado nacional, historiado­r y periodista, era el embajador argentino en París, y años más tarde lo sería en el Reino Unido. Fue en marzo de 1939, durante la ceremonia de asunción del papa Pío XII, cuando los Cárcano conocieron a un joven que tendría un lugar crucial en la historia del siglo XX: John Fitzgerald Kennedy. De ese encuentro nació una amistad que duraría el resto de la vida. Y especialme­nte con ella, Stella “Baby” Cárcano, con quien mantuvo un intercambi­o epistolar que hoy se conserva en la biblioteca oficial sobre JFK en Boston.

Stella Ana Inés Rosa Carolina Cárcano, más conocida por su sobrenombr­e “Baby”, murió el pasado lunes, a los 102 años. Había nacido en 1915, y a los 31 años se casó con el vizconde de Dudley, William Humble David Ward, lo que le dio el título de vizcondesa. De ese matrimonio, que luego se disolvería, nacieron tres hijos: William David, Rosemary y Anne Marie. En sus últimos años, repartía sus días entre una casona en la Capital Federal y la estancia familiar San Miguel, en Ascochinga, Córdoba.

En esa estancia festejó sus 24 años John F. Kennedy, que estuvo de visita allí entre el 26 de mayo y el 10 de junio de 1941. Fueron días en los que compartió asados, cabalgatas, misas en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús con toda la familia Cárcano: Miguel Ángel; su esposa, Stella Morra, y sus tres hijos, Stella, Ana Inés y Michael. Pero fue Stella quien le dio clases de tango al entonces futuro presidente de los Estados Unidos (1961-1963), la que tuvo una relación más cercana.

De hecho, hubo quienes les endilgaron un romance a los dos jóvenes. Algo que la misma Stella y su entorno siempre negaron. En una de las cartas digitaliza­das y archivadas en la categoría papeles personales/amigos de la JFK Library and Museum, que Stella le envió desde la estancia San Miguel el 2 de febrero de 1942, puede leerse: “My love: te escribo porque he estado pensando en ti y recordando los viejos buenos tiempos [...]. En cuanto a mí, todavía me estoy comportand­o, pero no le encuentro el sentido si por lo que veo no vas a volver más, como me lo habías prometido. Ocho meses han pasado [...]. Todo mi amor: Baby”.

Sin embargo, por más sugestivos que resulten los pasajes, desde su entorno siempre dijeron que no se trataba de una relación de amor, sino más bien de bromas y fantasía.

En abril de 1966, Jacqueline Kennedy, ya viuda de John F. Fitzgerald, se alojó unos días en la estancia San Miguel para conocer el lugar del que le había hablado tanto su marido.

La viuda y sus hijos fueron recibidos en el aeropuerto cordobés por el gobernador radical Justo Páez Molina, el intendente Víctor Martínez (después vicepresid­ente de Raúl Alfonsín) y el secretario general de la Gobernació­n Ramón Bautista Mestre (años más tarde intendente y gobernador).

“Espero que mis hijos sientan la felicidad que mi esposo conoció

aquí y que cuando crezcan comprendan por qué su padre quiso tanto esta tierra”, dijo Jackie al bajar del avión. Estuvieron en San Miguel cinco días. John-John repitió las andanzas de su padre de andar a caballo, y todos comieron asado y escucharon al grupo folklórico Los del Suquía.

Fotógrafos de revistas y diarios se apostaron en la zona para obtener las imágenes de los Kennedy. Jackie, acompañada de Cárcano, fue a rezar a la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Ascochinga, donde una placa de mármol recuerda el paso de JFK también por ese templo.

Una delegación de la escuela María Josefa Bustos fue recibida por la ex primera dama, quien después envió una carta para agradecer el encuentro. Todavía se conserva en el colegio. De regalo, se llevaron un mate con bombilla de plata e incrustaci­ones de oro y un facón criollo confeccion­ado con los mismos metales.

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Gza. el diario, de villa maría En sus últimos años
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Gza. la voz del iNTerior Encuentro en Ascochinga

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