LA NACION

MONSIEUR DAKAR

Peterhanse­l, 13 veces ganador de la odisea, lo intentará otra vez

- Texto Pablo Vignone | Foto Team Peugeot Total

LIMA, Perú.– Monsieur Dakar tiene bien ganado su apodo. Lleva tres décadas compitiend­o en el rally más extremo del planeta, primero sobre motos y luego en autos. Triunfó seis veces compitiend­o sobre dos ruedas, siempre en territorio africano, en la década de los noventas. Con el nuevo siglo pasó a los coches, para ampliar horizontes, y se anotó otras siete victorias, cuatro de ellas, en la versión sudamerica­na de la prueba. Stéphane Peterhanse­l (1965, Vesoul, Francia) tiene fama de corredor duro, del tipo que puede aplicar un sinfín de trucos para vencer por igual a los rivales y al terreno hostil, pero responde sabiendo que esa fama nunca será tan grande como la leyenda que forjó en los desiertos.

Nunca nadie ganó tantos Dakar, 13 en total, como él, una marca que difícilmen­te sea batida. El director de la escuadra Peugeot Total, para la que Peterhanse­l compite, Bruno Famin, lo pinta claramente con algo de ese porteñismo que se contagió trabajando un tiempo en Buenos Aires durante los noventas: “Es un hinchap... que le hace muy bien al equipo”. –El Dakar cumplirá cuarenta años a fin de 2018 y usted lleva 30 compitiend­o. ¿Qué recuerda de sus primeras participac­iones? –Una de mis primeras memorias data de 1988, la primera vez que corrí el Dakar. Iba por el desierto del Teneré, mi moto no daba más de 140 km/h y no veía la manera de hacerla caminar más, cuando de pronto, zummmm, me pasó Ari Vatanen con ese magnífico Peugeot 405 T16. Vatanen había ganado el año anterior. Había sido el primer triunfo de la marca en el Dakar y recuerdo que pensé “si llego a hacerme profesiona­l, me gustaría correr para ese equipo”. Treinta años después, aquí estoy, buscando con él mi 14ª victoria... –¿Cuáles son los secretos para tener tanto éxito en una prueba tan malvada? –¿Secretos? No hay muchos. Primero, hay que tener un buen equipo, eso es fundamenta­l. Después, contar con un navegante que sepa interpreta­r tus necesidade­s. No es casualidad que haya logrado todos mis triunfos a bordo de los autos con Jean Paul [Cottret] como navegante. Además, hay que tener en claro que ganar un Dakar es cuestión de estrategia. Saber perder tiempo, cuando se debe hacerlo, cuenta mucho. Y para eso se precisa experienci­a. –¿La velocidad no es un secreto, también? En el equipo dicen que desde que Sébastien Loeb se sumó a la escuadra, usted mejoró aun más... –Claro que la velocidad es importante. ¿Cómo no va a serlo en una carrera? Yo no soy, segurament­e, el más veloz a bordo de estos coches, pero déjeme aclararle algo: se dice mucho que para ganar el Dakar no alcanza con manejar al 100 por ciento, que hay que hacerlo al 101 por ciento. Son tonterías. Nunca manejé al 101 por ciento, no fue lo que aprendí en tantos años, y no voy a empezar a hacerlo justo ahora... –¿Qué es lo que más ama del Dakar? –Se lo sintetizo así: un mix de velocidad y paisajes increíbles. Para mí, correr en un autódromo es aburrido: se da una vuelta y la siguiente es igual, siempre se pasa por las mismas curvas. Yo prefiero saborear la adrenalina que supone correr contra lo desconocid­o, lo que va cambiando. Porque eso, además, involucra un montón de estrategia. Para mí un Dakar es como un juego de

echecs, de ajedrez: siempre hay que correr pensando. –¿No extraña correr en África? –A veces. A veces. Era otra cosa. También los paisajes eran increíbles, pero era mucho más una gran aventura que un rally. Por ahí nos pasábamos dos días enteros sin tener ni el mínimo contacto con la civilizaci­ón. En cambio, en Sudamérica disfrutamo­s mucho de la gran pasión de la gente, que le da un condimento especial a la prueba, algo que no se ve en otras latitudes. Claro que, si se diera la oportunida­d de volver a África, me encantaría, pero ahora tenemos un gran desafío sudamerica­no. –¿Qué espera de este Dakar 2018? –De alguna manera se vuelve a los orígenes africanos, con mucho desierto, dunas, algunos saltos. Quizás por eso el ganador no sea el más veloz. Creo que el auto con el que correré, el Peugeot 3008 DKR Maxi, está mejor que el año pasado, es más ancho y se controla mejor en las curvas, y que no tendremos tantas desventaja­s en las dunas. Haber ganado las dos últimas realizacio­nes me quitó presión, pero no las ganas de vencer. No necesito

motivacion­es adicionale­s. –El Dakar es una prueba que suele apuñalar por la espalda. Son dos semanas de esfuerzo supremo y quizás después de 10 o 12 días, la carrera le quita todo... –... Te mata. –Sí. ¿Y qué siente al competir en una prueba tan traicioner­a? –¿Un Dakar traidor? No, de ninguna manera creo que sea traicioner­o. Nadie puede decir que no sabe a qué está expuesto. No firmamos engañados: sabemos lo que puede pasar. No hay traición allí. Mire, el Dakar no es la guerra; si tu país entra en guerra tú estás obligado a ir. Aquí, no. No nos obligan a venir a correr. Nunca es fácil. Hay que saber superar las peores partes. Yo he visto a uno de mis mejores amigos morir en esto, delante de mí [Gilles Lalay, vencedor en motos en 1989, fallecido en 1992], y en ese momento pensé “no corro nunca más”. Seis meses después ya veía las cosas de otra manera: mi amigo podría haber tenido ese accidente en su ciudad, en un día normal... No somos muy normales, ¿no? Pero no creo que el Dakar sea traicioner­o, no. –Después de cuatro años, Peugeot abandona el Dakar. ¿Qué piensa hacer usted? –Por ahora, puedo enfocarme solo en este desafío. Es una pena, porque los últimos cuatro años en el equipo fueron casi ideales. Bueno, yo gané en 2016 y 2017, pero más allá de los éxitos, hubo una atmósfera perfecta, desarrolla­mos un muy buen auto. Quiero lograr un buen resultado y después veré qué haré. –Si no consigue otra butaca para seguir compitiend­o, ¿piensa que va a acostumbra­rse a no correr el Dakar? –Probableme­nte lo sufra, sí. El Dakar es la parte más grande de mi vida: tengo 52 años y participé en los ultimos 30. No sé cómo voy a sentirme. Pero ese es un tema para el futuro.

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“Para mí, correr en un autódromo es aburrido”, sostiene el francés
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Peterhanse­l, en su último año en Peugeot, marca que se retirará

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