LA NACION

Valor del kirchneris­mo

“Hay causas para el desafuero [de Cristina Kirchner], pero el acuerdo entre Cambiemos y el PJ que sirvió para proteger a Menem se va a mantener para protegerla a ella”

- Jorge Urien Berri (De la diputada Margarita Stolbizer) —LA NACION—

No fue preciso inventarlo. El kirchneris­mo existió y cuando despertamo­s todavía estaba allí, origen de todos los males, amenaza pendiente, tema inagotable y salvador para intelectua­les huecos y periodista­s perezosos (doy fe), y eficaz anzuelo si adorna el título de una nota (ustedes dan fe).

El kirchneris­mo no inventó la corrupción, la extremó bajo la mirada distraída o cómplice de ciertos jueces, empresario­s, intelectua­les y periodista­s, y como no hay nadie peor que un kirchneris­ta, entre sus virtudes está la de mejorar o redimir a quienes ocupaban el sitial de los villanos. Carlos Menem volvió a jurar como senador e izó la bandera en la Cámara alta pese a estar enjuiciado por encubrir el atentado contra la AMIA, imputado por el de Río Tercero y condenado por pagar sobresueld­os y contraband­ear armas del Ejército. Pero eso no importa si finalmente se logra que Cristina, también senadora, vaya presa, desafuero mediante.

Ella y el kirchneris­mo, hábiles forjadores de enemigos para alimentar la épica del relato, cayeron en su ley. Demonizado­res, fueron demonizado­s por los dos grupos que componen el universo antikirchn­erista: por un lado, los viscerales o genuinos y, por el otro, los profesiona­les u oportunist­as que agitan el kirchneris­mo como telón de fondo para intentar que se luzca por contraste cualquier otra gestión o alternativ­a de gobierno.

Pero visceral o profesiona­l, el antikirchn­erismo, como todo lo que es anti, termina por ser un reduccioni­smo que con el paso del tiempo requiere cada vez más combustibl­e para seguir funcionand­o.

Días atrás la nacion reveló el caso de los 200 ñoquis de la Cámara de Diputados que cobraban sin haber trabajado. Surgieron al amparo de distintos gobiernos y son un buen ejemplo, aunque solo uno más, de la corrupción estructura­l, callada, continua y tan añeja que forma placas tectónicas que se superponen a medida que se suceden los gobiernos. Tal vez por eso el antikirchn­erismo genuino sea en el fondo un ejercicio de optimismo desorbitad­o, un querer convencers­e contra todas las evidencias de que con el kirchneris­mo empezaron y con el kirchneris­mo terminaron todos nuestros males, y que a diferencia de los procesos geológicos, surgió de la nada y regresó a la nada.

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