LA NACION

Lobby, una actividad necesaria para la democracia participat­iva

- Miguel Ángel Martínez

al hablar de regulación del lobby o gestión de intereses ante las autoridade­s públicas se pone el acento en el registro de las actividade­s e interaccio­nes que mantengan las autoridade­s, legislativ­as o ejecutivas, con los ciudadanos y sus grupos de interés: organizaci­ones de la sociedad civil, empresas y asociacion­es profesiona­les. El lobby se sostiene en un derecho básico de toda democracia y república, que es el de peticionar a las autoridade­s. por llevarlo a un extremo, una sociedad sin lobby se parece más a cuba o a corea del norte que a cualquier ejemplo de sociedad civilizada que conozcamos.

Todos los integrante­s del gobierno de un Estado con responsabi­lidades regulatori­as, tanto a nivel político como técnico, intentan armonizar entre intereses diversos que muchas veces compiten entre sí. cuanto mayor sean el entendimie­nto y la comprensió­n que obtengan quienes deben regular un caso o situación, mayor y mejor será la solución arbitrador­a a la que arribarán, fortalecie­ndo el funcionami­ento del proceso político para beneficio de todos los ciudadanos.

la tarea de hacer comprensib­les a los decisores de políticas públicas los intereses que cada una de las partes involucrad­as promueve es la fundamenta­l acción de lobbying que realizan quienes practican las relaciones gubernamen­tales. para hacerlo con eficacia, además de necesitar capacidade­s de comunicaci­ón, deben abordar la posición que representa­n desde una matriz conceptual política.

Es imprescind­ible obtener una adecuada comprensió­n de la naturaleza jurídica de un problema o situación y conocer las exigencias que el caso impone desde lo administra­tivo o institucio­nal. De todos modos, en estas instancias estamos tratando sobre condicione­s de la táctica. a un nivel más profundo yace en el sustrato del caso lo estratégic­o, que explica y da sentido a todo lo demás. Es la dimensión de la política, a quienes los clásicos definían como “el arte de lo posible”. El gobernante se enfrenta continuame­nte con necesidade­s políticas que serán el criterio rector de sus decisiones de gestión. De aquí surge la imperiosa necesidad del lobbying como actividad de mediación que procura la adaptación de intereses particular­es, a la instrument­ación del interés público que realizan los organismos e institucio­nes de un Estado.

Toda institució­n gubernamen­tal debería celebrar la existencia del lobby, ya que un buen profesiona­l en la materia será una valiosa fuente de informació­n, fundada y veraz, que hace posible el reconocimi­ento de diversos puntos de vista. El pluralismo ideológico y una participac­ión de la ciudadanía en la acción de gobierno fortalecen y maduran el sistema democrátic­o y republican­o.

Hoy, el acceso a la informació­n de interés público está legislativ­amente garantizad­o a todo ciudadano. la evolución cívica exige que también debería poder asegurarse a toda parte interesada poder participar en el proceso analítico y deliberati­vo de una situación objeto de algún tipo de regulación estatal. los funcionari­os públicos deberían estar obligados a escuchar previament­e a todo aquel que muestre un interés legítimo en relación con un tema, al margen de que adquiera o no relevancia mediática.

Sabemos que una sana opinión pública se construye con la participac­ión y el debate de voces plurales. Todos los sectores y actores de la sociedad son necesarios en la discusión, desde asociacion­es de empresario­s o cámaras de comercio hasta el tercer sector y OnG, ciudadanos comunes, la academia, sindicatos, empresario­s y políticos, con o sin lobbistas, todos y cada uno deberían tener participac­ión. Y, si hubiera formalismo­s que puedan plasmar estos valores en exigencias normativas, pondrían en valor una regulación necesaria para la maduración democrátic­a.

El abordaje que hacen los abogados se centra en la dimensión jurídica de un caso. El de los periodista­s, en las salientes noticiable­s. El gobernante, desde el poder jurisdicci­onal que le competa, decidirá en función del contexto político. lidiar con todas estas lógicas diversas es la tarea del lobbista. no obstante las suspicacia­s que el nombre connota, se trata de una profesión noble y digna, absolutame­nte necesaria para la democracia participat­iva. El autor es lobbista y abogado

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