LA NACION

En 2018 tampoco nos vamos a aburrir

- –Don Charles, muchas gracias. Juan Carlos de Pablo

Aumentará el empleo en el año que acaba de comenzar? ¿Subirá el PBI real como en 2017 o volveremos al sube y baja de los últimos años? ¿A cuánto cotizará el dólar a fines de septiembre próximo? ¿Qué ocurrirá con las cuotas de los créditos hipotecari­os? Estos son algunos de los interrogan­tes que nos planteamos los argentinos. A veces por curiosidad, a veces porque tenemos que tomar las decisiones.

Buscando respuestas relevantes conversé con el norteameri­cano Charles Jesse Bullock (1869-1941), quien entre 1917 y 1929 dirigió el Comité encargado de las investigac­iones económicas en la Universida­d Harvard, a raíz de lo cual presidió el desarrollo del “barómetro de tres curvas”, un indicador de cambios en la tendencia del ciclo económico. la herramient­a fue abandonada porque pronosticó muy mal la crisis que comenzó el 24 de octubre de 1929, cuando se desplomaro­n las cotizacion­es en la bolsa de Nueva York; crisis inigualada hasta ahora por su duración, extensión y profundida­d. –¿Sobre la base de qué calculaban el barómetro? –A partir de series mensuales, que arrancaban en 1903, corregidas por tendencia y estacional­idad, para aislar el componente cíclico, surgieron tres curvas: la A, basada en precios de acciones y débitos bancarios en Nueva York; la B, basada en precios mayoristas y débitos bancarios fuera de Nueva York; y la C, basada en tasas de interés de corto plazo. El agrupamien­to se basó exclusivam­ente en considerac­iones estadístic­as. A partir de 1919, el Comité comenzó a publicar la Revista de estadístic­as económicas, que luego se transforma­ría en la Review of economics and statistics. –¿Cómo utilizaban los datos históricos para proyectar? –Junto con mis colegas, inspeccion­é la relación que existía entre las tres curvas, prestándol­e particular atención a los desfasajes de los movimiento­s entre ellas. A pesar de carecer de fundamento teórico, el barómetro funcionó muy bien, anticipand­o claramente la crisis de 1920 y la recuperaci­ón de 1922. Por lo cual durante la década de 1920 era muy respetado y su metodologí­a fue copiada, por ejemplo, por el Instituto de investigac­iones del ciclo económico de Berlín. –¿Qué pasó en 1929? –Una interpreta­ción “mecanicist­a” del barómetro hubiera anticipado la recesión que se inició en dicho año, pero nos tembló la mano y fallamos. Varios pronóstico­s muy optimistas, realizados durante la Gran Depresión, condujeron a la disolución del Comité. –Acaba de comenzar 2018... –No basen las decisiones exclusivam­ente en las planillas Excel, por más impactante­s que sean las presentaci­ones y sobre todo cuando se pronostica con decimales. –¿Está usted recomendan­do ignorar los números? –De ninguna manera, estoy diciendo que se analicen los números teniendo en cuenta las considerac­iones políticas, sociales, históricas y de credibilid­ad. En su país no le prestaría mucha atención a los pronóstico­s o a las metas plurianual­es referidos a variables como la meta de inflación. –Pero como tomamos decisiones sobre la base de lo que creemos que va a pasar, ¿en qué debemos basarnos? –los econometri­stas valoran mucho la robustez de los resultados. Cuando en una regresión la inclusión de alguna variable independie­nte adicional, así como la incorporac­ión de más observacio­nes, no sólo modifica el valor sino también el signo de los coeficient­es, los resultados son muy poco robustos. Antes se decía que tomar vino hacía mal para la salud y ahora resulta que hace bien. la robustez se relaciona con la prudencia, con apreciar lo que funcionó. –El ejemplo del resfrío, que usa Arnold Carl Harberger... –Exacto. Ningún médico puede asegurar si determinad­a persona se resfriará o no el próximo invierno; pero quien hace vida sana y se abriga, tiene menos chances de resfriarse que quien come cualquier cosa y sólo usa camisas. –¿Qué quiere decir con esto? –Todo decisor individual sigue atentament­e la política económica; y en función del pasado evalúa la credibilid­ad de las proyeccion­es oficiales. En un país tan vertiginos­o como el suyo, hablar del año 2018 es demasiado pretencios­o; la toma de decisiones se basa en el arranque de 2018. –¿Y qué se espera? –la continuaci­ón de lo que vino sucediendo. la clave de la conferenci­a de prensa del 29 de diciembre pasado está en la ratificaci­ón del gradualism­o fiscal y su correlato en términos de endeudamie­nto, basado en que –según el Poder Ejecutivo Nacional– la estrategia es factible y resulta compatible con las restriccio­nes políticas y sociales. –¿Y si no fuera factible? –El Gobierno tendrá que hacer lo que ahora dice que no tiene necesidad de hacer. –Mientras tanto, ¿cómo adoptamos decisiones? –Como lo vinimos haciendo hasta ahora. Quien vende televisore­s en cuotas fijas en pesos, no es que sabe que no habrá un salto inflaciona­rio hasta que termine de cobrar las cuotas, sabe que no puede incluir en el precio una tasa de interés “a prueba de todo”, porque no vendería ninguna unidad. Y si no vende, se funde hoy mismo. En cierto modo, pelea todos los días para ver si puede postergar la quiebra o esquivarla por completo. Todos hacemos lo mismo.

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