LA NACION

El vuelo de su vida: quién es Armani, el arquero ídolo en Colombia

Nacido en Casilda y desconocid­o en la Argentina, se incorporar­á en Miami al plantel que dirige Gallardo; “quiero conseguir en River todo lo que logré en Atlético Nacional”, dijo; un viaje a su mundo

- Ariel Ruya

Cuando me comparan con este hombre, me da algo de pena. Ojalá yo hubiera sido la mitad de trabajador y de profesiona­l que Armani”. René Higuita Ex Arquero De Nacional

El Atanasio Girardot es un teatro a cielo abierto. En el centro está el actor estelar, que mide 1,89 metros, está vestido con una camiseta que lleva la leyenda 34 en la espalda y se mueve, nervioso y distraído como para seguir al pie de la letra el discurso preparado. Son algo así como 30.000 las personas que lo despiden como a un ídolo. Vive de sus manos, pero el micrófono amaga con escaparse de sus dedos, húmedos y tembloroso­s. Lloran todos. Los de las gradas, entre cánticos y recuerdos, como los de los 13 títulos que consiguió entre 2010 y 2017, y como aquella triple atajada contra Rosario Central, el 12 de mayo de 2016, paso previo a conquistar la Copa Libertador­es. Llora también Franco Armani, arquero, de 31 años, profeta de Atlético Nacional, a punto de sumarse a River en Miami, donde el plantel sigue con la rutina física, rodeado por palmeras y un frío inusual.

“Me hicieron sentirme como en casa, me hicieron sentirme un colombiano más”, destaca antes de sugerir que quiere acabar su carrera, desconocid­a para el gran público argentino, en la apasionada Medellín. Gloria, amor (está casado con la modelo Daniela Rendón) y prestigio, atributos que en su país de origen parecían una quimera. Armani logró un milagro: no sólo hizo olvidar a Gastón Pezzuti (arquero en el equipo verde entre 2009 y 2012), sino que además se convirtió en una leyenda. No todos los días un estadio se cubre de emoción –sin un partido de fútbol por medio– para aplaudir de pie a un arquero extranjero que se marcha. Le dieron de todo: un cuadro gigante que devuelve su imagen besando la Copa Libertador­es, ponchos y sombreros antioqueño­s, caricatura­s y placas. Es el guardavall­a del club colombiano que más minutos ha durado sin recibir goles: 1046.

Años atrás, de pequeño –y siem- pre alto–, se vestía de arquero hasta cuando iba a la escuela: se ponía los guantes y se arrojaba a los costados en el living y en el garaje de su casa del barrio Centro. Atajaba de todo: pelotas, medias ensamblada­s, papeles abollados. Nació en Casilda, como Jorge Sampaoli, el entrenador del selecciona­do. Y como en todo pueblo, los que tienen sueños de grandeza, los que anhelan conquistar el mundo, emigran. Pero todo tiene su precio: Armani es, sobre todo, un sentimenta­l. Sacrificad­o, serio, responsabl­e, pero el corazón suele traicionar­lo. Las lágrimas de anteayer le recordaron otras, más intensas: las de la angustia de la soledad.

Surgido en Central Córdoba, de Rosario, pasó por Estudiante­s de La Plata, pero el León tenía un elenco de estrellas, entre las que brillaba Mariano Andújar. Armani solía quebrarse cuando nadie lo veía en las concentrac­iones, extrañaba los olores de su casa, cuando apareció Ferro. Tres partidos en la B Nacional, sueldos retrasados y un porvenir recortado... Frustrado, ya había superado los 20 años. Entendió que debía bajar para tomar impulso. Fue a Deportivo Merlo, de la primera B; luego saltó a la B Nacional y, por un amistoso –esas vueltas de la vida–, hace ocho años, Nacional se sorprendió por sus vuelos, personalid­ad y el sexto sentido en las definicion­es por penales. Armani hizo las valijas: intuía que seguía siendo un desconocid­o en su país.

Al principio, le costó. Hubo, también, noches sin luna. “Me sentía de vacaciones, me entrenaba, no jugaba y por las noches me la pasaba llorando”, contó, alguna vez. Era el quinto arquero en 2010, es un emblema hoy. Pasó por lesiones serias, como una rotura de ligamentos de rodilla; se acercó a la religión y hasta solía ir seguido a la iglesia. Lo que siguió fue el mejor papel de su vida: en Colombia van a hacerle una estatua y hasta José Pekerman le sugirió que tramitara la segunda nacionalid­ad.

Pudo llegar a River un par de temporadas atrás: prefirió el confort de la permanenci­a. Hasta que la insistenci­a “del equipo más importante de la Argentina”, según su voz, le transformó el deseo. “Quiero conseguir en River todo lo que logré en Atlético Nacional. Voy a un equipo muy grande, el más grande de la Argentina. Voy a seguir con la mentalidad de conseguir títulos. Quiero rendir a la altura de River”, anhela.

Se pagó la cláusula de rescisión de unos 4 millones de dólares. Armani, que pasará por Buenos Aires para la revisión médica, sabe que debe hacer olvidar la incómoda nostalgia por Marcelo Barovero, luego de los revolcones de Augusto Batalla, Germán Lux y Enrique Bologna. “Voy a cumplir un sueño”, asegura, antes de volar a Miami. Listo para la atajada de su vida.

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AFP/J. sArmiento En Medellín, Armani se convirtió en leyenda; en la Argentina, había jugado en Ferro y Merlo

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