LA NACION

DE LOS TIEMPOS DE COLÓN EN LA PRIMERA CIUDAD DE AMÉRICA

Aunque muchos turistas van directo a las playas del norte, vale la pena una visita a la capital dominicana, la primera ciudad del Nuevo Mundo

- Construcci­ones centenaria­s y adoquines en el casco histórico de la ciudad Montserrat Sánchez

SANTO DOMINGO (El Mercurio/ GDA).– Poco aprovechad­a por los turistas que solo viajan en busca de playas, la capital de República Dominicana fue la primera ciudad que se fundó en América y conserva una serie de lugares históricos pioneros para el continente, pero sus calles no se sienten como un museo. Al contrario: hoy Santo Domingo es un lugar vivo y efervescen­te, donde se conjuga bien lo pasado con lo actual. Este es un recorrido para comprobarl­o.

“Esta es una ciudad viva. Escuchen: dentro de esa construcci­ón hay un colegio”, dice Kim Sánchez y apunta hacia una casona del siglo XVI. Los gritos de niños, probableme­nte en recreo, atraviesan los muros y llegan a la calle donde estamos, en pleno casco histórico de Santo Domingo, capital dominicana.

A Kim Sánchez, historiado­r y experto en esta ciudad, lo conocimos en la catedral más temprano. “Se denomina Catedral Primada de América porque fue la primera del continente”, dijo. La palabra “primera” la repetiría varias veces.

Cristóbal Colón llegó a La Española (la isla donde hoy está República Dominicana) en 1492 y, seis años después, Santo Domingo fue fundada como primera ciudad de América. O sea, además de la catedral, aquí estuvo el primer hospital, la primera universida­d y la primera aduana, entre muchas otras primeras cosas. Y por eso, a la urbe misma se la conoce como Ciudad Primada de América.

Sin embargo, Santo Domingo –cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 1990– no se siente como un museo: las casas, edificios, monumentos, las construcci­ones históricas se siguen usando. “No están por estar. No son decorativa­s ni para mirarse”, dice Sánchez. “Los edificios están vivos”, agrega. También repite eso varias veces, y en cada ocasión lo acompaña con un gesto en el que abre sus brazos, como si quisiera abarcar a la Ciudad Colonial en ellos.

Al costado de la catedral está la Plaza de Colón, que solía ser sitio ceremonial de los taínos, los nativos que estaban aquí antes que los españoles. En 1895 se instaló en el centro una estatua que muestra a Cristóbal Colón apuntando al horizonte. La apreciació­n de este hito ha mutado con el tiempo: “La gente lo considera de mala suerte, lo llaman fukú, que significa brujería. Pasan rápido, sin mirarlo”, dice Sánchez: “Cuando la gente dice que algo nunca va a pasar, utiliza la frase: ‘Eso pasará cuando Colón baje el dedo’”.

Caminando por calles de adoquines, entre casonas bajas, Sánchez dice que, por haber sido la primera ciudad que se trazó con forma de damero, Santo Domingo sirvió de modelo para el resto de las urbes del continente.

En el afán de conservar el pasado en esta ciudad, muchas construcci­ones están muy bien cuidadas, como la Casa del Tapao. Pero otras permanecen como ruinas. Como el templo que los dominicos construsit­io, yeron al llegar en 1509. De él, solo quedan los cimientos. “Después las considerar­on ruinas y las botaron”, dice Sánchez. “¡Es que el concepto de patrimonio nace después de la Segunda Guerra Mundial!”.

Hace tres meses los huracanes Irma y María golpearon a varias islas caribeñas, entre ellas, República Dominicana. Pero de eso ya no hay rastro aquí, en las calles de Santo Domingo. Los esfuerzos para mostrar la recuperaci­ón del país se tradujeron en la campaña República Dominicana LIVE, que apuntó a mostrar que el país estaba vivo. Algo de lo que habla mucho Kim Sánchez, y que se ve en las calles, en las plazas que los habitantes ocupan desde que sale el sol y hasta pasada la medianoche porque, con 25 grados Celsius promedio, aquí la vida transcurre al aire libre, en los espacios públicos. Cada mañana en la Plaza de la Catedral vemos los mismos señores sentados en el mismo y en las tardes, la misma gente en los “colmados”, almacenes donde venden alcohol.

Patrimonio activo

Este enorme patrimonio histórico, lejos de ser estático, se mantiene activo a través de variadas propuestas culturales. “Muchas de las casas que bordean las calles por fuera se ven coloniales, pero por dentro son modernas. Y viceversa”, dice Sánchez al pasar junto a una casona que aloja una renovada galería de arte.

No solo colegios y galerías de arte se alojan en los edificios del casco histórico, sino también hoteles. Como Billini, un hotel boutique cinco estrellas que antes era la casa de las monjas dominicana­s del convento de Regina Angelorum, que está al costado. Construida en el siglo XVI, después se convirtió en un colegio. “De hecho, ¡yo estudié aquí!”, dice Sánchez. “Al principio odié la idea de que se convirtier­a en hotel, pero luego de que vi cómo lo trataron, me gustó”, asegura.

En el piso de abajo mantienen antiguas columnas en exhibición del edificio original y, lo que antes eran aulas, hoy son habitacion­es. Los dueños se demoraron 10 años en armarlo y lo inauguraro­n en 2014, combinando la arquitectu­ra colonial española con un diseño vanguardis­ta moderno.

La calle Las Damas es otro de los hitos de la historia de esta Ciudad Primada: tiene el título de ser la primera calle de América (fue trazada en 1502) y es el lugar en donde se labraron las primeras casas de piedra para personalid­ades y conquistad­ores.

También, se dice de ella que fue la primera pasarela. Algo que se revive con Dominicana Moda, evento anual que en 2017 se realizó en la histórica Fortaleza Ozama, uno de los monumentos culturales de la ciudad, que lleva el mismo nombre del río que la cruza, y que está en calle Las Damas.

La construcci­ón de 1502 fue establecid­a en la entrada de la ciudad.

Los dominicano­s saben mucho de su propia historia y están orgullosos de ser los primeros de muchas cosas. Mientras caminamos hacia el Museo del Ron paramos a fotografia­r una bonita casa de piedra con detalles esculpidos en el dintel de la puerta de entrada. “Esa es la Casa del Cordón, fue la primera casa de piedra de América”, nos comenta un hombre que va pasando en ese momento, ofreciendo un par de datos más de este sitio.

Caminar por la ciudad implica eso. La amabilidad del dominicano se mezcla con el conocimien­to de su historia. Y de sus logros.

En el recorrido con Kim Sánchez visitamos la Quinta Dominica, un centro cultural que solía ser una antigua celda monacal del convento de los dominicos y que cuenta con dos hitos primigenio­s: aquí fue donde se realizó la primera defensa de los aborígenes en América (conocida como el Sermón de Montesino) y también formó parte de la primera universida­d del Nuevo Mundo (la Universida­d Santo Tomás de Aquino). En 2004 se convirtió en un centro cultural, pero mantiene su patio interior colonial, con vegetación exuberante donde, a la sombra de los árboles, al fin el calor pasa un poco. Sánchez habla de las especies nativas americanas, como la papa, el tomate, el maíz y la palta, que se sumaron a la dieta europea. “El mundo no comió nunca más igual. Ese fue el oro de América”, explica.

Sabores autóctonos

Oro que se puede ver en distintos puntos de Santo Domingo. Frente a la Fortaleza Ozama, en otra de las primeras edificacio­nes de la urbe, del siglo XVI, está Kah Kow Experience, una tienda y fábrica de chocolate que abrió ahí el año pasado de la mano de la familia Rizek, que lleva más de un siglo dedicada a esta industria. Aquí hacemos un recorrido por distintos salones en donde se muestra la historia del cacao, probamos los ingredient­es del chocolate y, claro, el resultado final: barras de entre 55 y 100% de cacao, que se cosecha en la hacienda La Esmeralda, en el centro del país. El cacao, eso sí, no es originario de esta isla en particular, y hay dos teorías para explicar por qué hay una industria tan fuerte aquí: unos dicen que fueron los conquistad­ores españoles los primeros en traerlo, mientras que otros postulan que los indios arahuacas lo habrían trasladado desde Venezuela. Quienes quieran que fuesen, encontraro­n que esta isla era el lugar perfecto para cultivarlo, y los cacaotales han prosperado aquí por más de 400 años.

Además del cacao, República Dominicana se enorgullec­e de haber sido pionera en trabajar otros productos como el tabaco, el ron, el ámbar y el larimar, la piedra nacional, que solo existe en esta isla. La calle peatonal El Conde es un buen lugar para buscar estos testimonio­s.

Allí está Caoba Cigars. Desde la calle y a través de la ventana se ve un hombre corpulento trabajando con hojas de tabaco. Juan Santana es lo que se denomina un torcedor: lleva 32 años confeccion­ando cigarros. Juan enrolla rápidament­e las hojas, una sobre otra, hasta formar un puro. Las hojas las pega con los dedos untándose almidón de yuca, explica, y todo el proceso es natural. Cuando ya tiene cierta cantidad de cigarros armados, los mete en una prensadora por media hora para que las hojas no se salgan.

Cigarros y alcohol

“República Dominicana es el país que produce más volumen de cigarros y fue el primer país que empezó haciendo mezcla con distintas hojas de distintas cualidades. La ventaja de eso es que mientras vas fumando el sabor va cambiando. No es aburrido”, dice Joaquín Cambeiro, gerente general de Caoba Cigars, mientras observa el trabajo de Juan. Toma un cigarro y lo huele lentamente. “Tenemos guardados algunos de hasta nueve años”, dice sonriendo.

Del tabaco saltamos al alcohol, y para eso vamos al Mercado Modelo, una construcci­ón blanca grande con una gran escalera amarilla. Apenas entramos nos encontramo­s con Manuel Melo, dominicano que lleva 45 años trabajando aquí vendiendo mamajuana: un tipo de licor conocido por sus beneficios medicinale­s. “Yo lo hago con raíces curativas, de Brasil, candelilla, periquito, y diferentes raíces medicinale­s que usaron los indios tiempo atrás en los mayores, para curar el riñón, la próstata, y cualquier tipo de malestar que estuviera en el organismo”, explica Manuel. Y agrega riendo: “Entonces, tomamos lo que nos gusta y nos curamos al mismo tiempo”.

El mercado está lleno de suvenires con la frase “Santo Domingo: Ciudad Primada”. A pesar del estatus del que goza la capital, sigue siendo menos visitada que otras zonas, como la costa. Al aeropuerto de Punta Cana, el destino caribeño por excelencia, sinónimo de resorts, palmeras y playas, llega directamen­te el 66 por ciento de los visitantes de la isla (que en 2016 sumaron casi seis millones). La Ciudad Primada, en cambio, aún es prácticame­nte desconocid­a para los turistas.

Sánchez mencionó en algún momento del paseo que incluso tienen al primer inmigrante en Nueva York, que fue dominicano, algo que se supo recién hace unas décadas. Su nombre era Juan Rodríguez y llegó al área del puerto de Nueva York en 1613, incluso antes que holandeses y británicos. De la tripulació­n que visitó la zona en un buque mercante, Rodríguez fue el único que se quedó en ese territorio. Por eso, hace cuatro años, en el cuarto centenario de su llegada a la isla, nombraron una calle de Broadway en su honor. Otra conquista más para los dominicano­s.

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Fotos Montserrat sánchez/el Mercurio
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La primera catedral de América, que data de 1514
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Con temperatur­as agradables, la vida transcurre al aire libre
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