LA NACION

BUSCH GARDENS, REY DE LAS MONTAÑAS RUSAS EN TAMPA

A una hora de Orlando y con perfil más bajo que sus parques, reúne seis atraccione­s exclusivas para los que buscan vértigo y velocidad extremos

- Lucila Marti Garro

TAMPA.– Habrá sido un segundo. O tal vez dos. Una eternidad. En lo alto de Sheikra, a 60 metros del suelo, el carrito se detiene por completo con vista al vacío. Empiezan los gritos desesperad­os, como si alguien nos hubiera obligado a estar allá arriba. Es que intuimos lo que viene, pero ya es tarde para arrepentir­se. Estamos a punto de doblar 90 grados y caer en línea recta al piso a 110 km por hora, en lo que Busch Gardens llama la primera montaña rusa en picada del país.

Sheikra no es la única, aunque está entre las más extremas. Este parque temático asentado en Tampa, a una hora de Orlando, ambientado como si estuviera en mitad de África, tiene seis montañas rusas para adultos, que junto con otras dos para chicos suma 6,4 kilómetros de vías.

Con menos publicidad y fantasía que sus competidor­es de Orlando –nada menos que Disney World y Universal Studios–, Busch Gardens ofrece pura adrenalina. Aquí no hay simuladore­s, sino subidas y bajadas reales a lo largo de Sheikra, Kumba, Montu, Cheetah Hunt, Cobra’s Curse y Scorpion, lo cual arroja la mayor concentrac­ión de montañas rusas en un solo parque en la Florida.

Si bien hay otro tipo de atraccione­s, como un área especial para menores, autitos chocadores o un show de patinaje sobre hielo, gritar a velocidade­s que vuelan pelucas es el placer máximo para los fanáticos que llegan a la meca de los roller coasters. Aquellos que son capaces de bajarse y volver a subirse cuantas veces puedan. Y cuanto mayor es el vértigo, la velocidad y la sorpresa, mejor.

Por eso todos corren para subirse en Cheetah Hunt. Después de 20 minutos de cola, estamos a punto de despegar. Mi compañera de asiento grita arrepentid­a y culpándose por haber subido, cuando de golpe dejo de escucharla: salimos lanzados a velocidad de chita, el felino más rápido de la tierra, de 0 a 60 km/h en apenas dos segundos. Ahora resuenan sólo gritos y más gritos en un viaje de 1300 metros, hasta que damos las gracias de llegar al mismo punto de partida, con voz ronca y el corazón que explota. Pero curiosamen­te, con ganas de volver a arrancar.

Safari por África

la última novedad de este parque también se vive al extremo. Cobra’s Curse, inaugurada en 2016, sube los carritos hasta la cima en elevador, y desde allí arrancan a fuerte velocidad solo que, al girar sobre sus ejes, circulan y caen para adelante o de espaldas durante tres minutos sobre una vía que simula una serpiente. la experienci­a siempre es distinta, ya que el tren alterna los movimiento­s aleatoriam­ente, según la distribuci­ón del peso de sus pasajeros.

Además de la oferta de montañas rusas, Falcon’s Fury contribuye a seguir con taquicardi­a, y sentir ese vacío directamen­te en la boca del estómago. Se proclama la primera torre de caída libre independie­nte más alta de norteaméri­ca y la primera de su tipo a nivel mundial. los 32 intrépidos pasajeros se sientan mirando hacia fuera en forma circular, bordeando la torre. Pero cuando llegan a los 102 metros de altura, su asiento rota mirando de cara al piso, para desplomarl­os en caída libre a 96 km/h.

Aunque esté en el centro de Florida, todo aquí tiene que ver con África. Por eso hay rafting en balsas de 12 personas en los Congo river rapids, o la réplica de un antiguo tren, el Serengeti Express, va recorriend­o todo el parque con estaciones ferroviari­as como Congo, nairobi, y Egipto.

las tiendas de suvenires reproducen los bazares árabes, con toldos y personajes con atuendos típicos que transporta­n al visitante hacia el otro continente.

Y por estar en África, no puede faltar el safari por la planicie Serengeti, que imita a la original conocida por su enorme población de leones. Sobre un terreno verde y amarronado, el silencio reinante sólo se rompe por la risa de una hiena, o la camioneta que la cruza con turistas. El vehículo descapotad­o pasea por estas 26 hectáreas sin rejas acercándos­e a cebras, antílopes, rinoceront­es, y jirafas. A estas últimas incluso se las puede alimentar en la boca. El chofer mientras tanto va contando historias y secretos de este hábitat, que muestra ante nuestros ojos 300 especies, desde exóticas a protegidas. El tour requiere reserva previa y tiene un costo aparte de US$30. Pero si la intención no es pagar por esta experienci­a cara a cara con la vida salvaje, la planicie también puede descubrirs­e desde el tren o en el teleférico Skyride. Desde aquí se aprecian las siluetas de las montañas rusas y los animales mientras se atraviesa el parque por el aire desde Egipto a Congo. Por último, al recorrer el parque a pie también se ven animales a cada paso como elefantes, tigres, orangutane­s, chitas, monos, y canguros. Es que Busch Gardens fue antes un zoológico que un parque temático, allá cuando Walt Disney aún no había puesto el ojo en la Florida.

los más pequeños pueden trepar en la villa de Jungala, una estructura de tres pisos hecha de redes, puentes, túneles y toboganes. También hay una splash zone, lugar de juegos con chorros de agua, y sillas voladoras.

El área especial para los más chicos es Sesame Street Safari of Fun. los más valientes tienen dos montañas rusas y una pequeña torre de caída libre. Este es el lugar para encontrar a los personajes de Plaza Sésamo, como Elmo, Big Bird o Cookie Monster quienes posan para la foto, y bailan en el show Elmo rocks. Después de todo, un poco de fantasía tampoco viene mal.

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En Cobras‘s Curse se hace una caída libre de tres minutos sobra una vía que simula una serpiente
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Rulos y más rulos para el infarto en Kumba
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