LA NACION

José Nun. “El Gobierno no tiene plan. Sólo busca poner orden”

crítico. El reconocido politólogo le concede a Macri haber puesto el acento en las institucio­nes, pero le reclama una redistribu­ción del ingreso

- Texto Astrid Pikielny | Fotos Diego Spivacow / AFV

José “Pepe” Nun piensa detenidame­nte cada respuesta. Y cada una de ellas llegará con referencia­s históricas y, también, con números y estadístic­as que parecen desmontar el entusiasmo oficial sobre el camino que llevaría a la Argentina a ser “un país normal”. Quizá por eso Nun, politólogo de prestigio internacio­nal y ex secretario de Cultura de 2004 a 2009, pueda elogiar la performanc­e política e institucio­nal de estos dos años de Cambiemos y, al mismo tiempo, criticar duramente un rumbo económico que –dice– promueve el endeudamie­nto en lugar de la inversión.

¿Qué piensa Nun del “reformismo permanente”, tan invocado por el Gobierno? “Genera imprevisib­ilidad a los inversores. Invita menos a invertir que a esperar. Es como un GPS que no deja de recalcular las coordenada­s”, afirma, a días del comienzo del nuevo año.

Que sectores acomodados incumplan la ley y estén a resguardo de ajustes y sacrificio­s; que jóvenes de Cambiemos ocupen cargos en el Estado sin concurso y bien remunerado­s y que proliferen nombramien­tos de familiares de funcionari­os le hacen pensar que todavía persiste “el país al margen de la ley” del que hablaba Carlos Nino. Cuando esas cosas dejen de suceder, dirá Nun, Macri estaría en condicione­s de exigir “sangre, sudor y lágrimas”.

Docente en universida­des extranjera­s, ex investigad­or superior del Conicet, desde el año pasado Nun conduce el programa Tenemos que hablar, por FM Radio Nacional Clásica.

¿Cuáles cree que han sido los aciertos y errores de Cambiemos en estos dos años?

Creo que el principal acierto es haber vuelto a poner el acento en las institucio­nes, en el respeto a la Constituci­ón y a la división de poderes, que dista de haberse concretado todavía en cuanto a la independen­cia del Poder Judicial, pero que es una reivindica­ción que Cambiemos ha hecho suya, diferencia­ndo claramente entre gobierno y Estado, algo ajeno al kirchneris­mo y a los populismos en general. No estoy de acuerdo, en cambio, con varios aspectos de su política económica y, en especial, con haber tomado al tema de la inflación como una causa y no como un efecto de nuestros problemas estructura­les. Sin resolver estos problemas, la inflación continuará siendo alta.

¿Por qué?

Porque creo que uno de los principale­s problemas de nuestro país es la desigualda­d y, en este sentido, el Gobierno ha pecado fuertement­e de lo mismo que pecó el gobierno anterior y es en no haberle dado centralida­d a la redistribu­ción del ingreso.

¿La incorporac­ión de personas al sistema jubilatori­o sin aportes previos durante el kirchneris­mo no implicó un movimiento redistribu­tivo?

Se hace bandera con eso y es quedarse corto decir que menos del 50% de los que se incorporar­on al sistema jubilatori­o fue gente de bajos recursos. La mayoría fueron personas de clase media y alta, entre ellas muchas señoras del Barrio Norte que empezaron a cobrar la jubilación mínima para ir más contentas a jugar a la canasta. Lo mismo ocurrió con los subsidios para los servicios públicos. Alieto Guadagni estimó que del monto total de estos subsidios, el 20% más pobre de la población se benefició con un 6%, y el 20% más rico, con un 43%. Es decir, ocho veces más que la suma total de la Asignación Universal por Hijo (AUH). La bonanza que produjo el gran aumento del precio de la soja en los primeros años del kirchneris­mo no se tradujo en obras, viviendas o cloacas. Acabó desembocan­do en una proporción de pobres que no solo es muy alta sino que ni siquiera se sabe exactament­e a cuánto asciende.

El INDEC estima un 30 % de pobreza.

Eso concierne solo al nivel de ingresos. Si la pobreza se midiera en términos multidimen­sionales, teniendo en cuenta la alimentaci­ón, la vivienda, el empleo, la educación, la salud, la cifra sería muy superior. No debe de haber más de un 50% de ciudadanos plenos en la Argentina, que gocen de todos los derechos que establece la Constituci­ón.

¿La reforma tributaria recienteme­nte lanzada por el Gobierno no es progresiva?

Ante todo, se trata de un paquete impositivo y no de una genuina reforma tributaria, que supondría cambios estructura­les de fondo y concertado­s. Si hay un impuesto que, bien implementa­do, es realmente progresivo es el impuesto a las ganancias. Es un gravamen directo que varía según el nivel de ingresos del que lo paga. En Estados Unidos su recaudació­n equivale al 14% del PBI. ¿Cuánto es en la Argentina? En los últimos 40 años, osciló entre el 3% y el 6% y ahora debe rondar el 5%. En 2016, Tax Justice Network calculó que el monto de la evasión de este impuesto solo por parte de las grandes empresas fue de 21.407 millones de dólares, equivalent­e al 4,2% del PBI. Por otro lado, también se evade por lo menos el 50% del IVA, lo que representa otro 2% del PBI. En la Argentina la recaudació­n del Impuesto Inmobiliar­io Rural es un 50% menor que en Canadá o en Australia, porque nuestras valuacione­s fiscales son muy bajas.

Usted está diciendo que si se combatiera la evasión fiscal y se gravaran correctame­nte las grandes fortunas, la Argentina no necesitarí­a tomar deuda.

Así es, porque según estas estimacion­es se dejan de percibir anualmente unos 36.000 millones de dólares, o sea, el monto anual del déficit fiscal que promueve el endeudamie­nto que tanto preocupa a las autoridade­s. Es llamativo que el Gobierno no apunte su mirada en esta dirección y no se oiga ni una palabra sobre esto, tampoco de las distintas variantes del peronismo que nunca se ocuparon de esto cuando estuvieron en el poder. Lo subrayo porque este sesgo contrario a una redistribu­ción seria del ingreso bloquea las posibilida­des reales de una reducción importante de la pobreza.

¿Y por qué cree que el Gobierno preferiría endeudarse?

En el mejor de los supuestos, porque cree equivocada­mente que de otro modo se ahuyentarí­an las inversione­s, cosa que es falsa aquí y en el resto del mundo porque las inversione­s productiva­s dependen de factores como la previsibil­idad jurídica y política, un sindicalis­mo moderado y negociador y reglas de juego estables. Y en el peor de los supuestos, porque hay lugares estratégic­os de poder ocupados por grupos que protegen sus propios intereses.

¿Qué le sugiere el concepto de “reformismo permanente” invocado por el Gobierno?

Es un eslogan poco afortunado, de curiosa resonancia maoísta. Claro que la “revolución permanente” no se proponía atraer inversione­s. Si se lo toma en serio, se trata de un aviso de imprevisib­ilidad. Un país que anuncia que va a estar cambiando permanente­mente las tarifas o las condicione­s de trabajo invita menos a invertir que a esperar. Creo que este gobierno no tiene un plan, un proyecto, salvo el de ir poniendo la casa en orden para que vengan los capitales. Esto lo lleva a entusiasma­rse con la perspectiv­a de ser miembro pleno de la OCDE (algo que a México le sirvió poco) o a apostar a un acuerdo con la Unión Europea, que negocia con el Mercosur en términos muy duros y solo nos quiere como proveedore­s de materias primas e importador­es de productos industrial­es. Por eso resulta difícil compartir el fervor con el que se dice que vamos a estar cada día mejor. Las evidencias son muy pocas. Continuamo­s con los graves problemas de productivi­dad heredados del gobierno anterior y esto explica en parte la caída de nuestras exportacio­nes, que aumenta el déficit comercial.

¿No coincide con el Presidente cuando dice que tiene el mejor equipo de los últimos 50 años?

Creo que la expertise de muchos miembros del Gobierno es muy limitada. Por un lado, Macri puede decir sinceramen­te que su prioridad es atraer inversione­s y, por el otro, su propia gente introduce el artículo 81 del paquete tributario, que es una cláusula pro deuda y no pro inversión. Otro ejemplo: Macri habla de buena fe de “guerra a las drogas” sin que sus asesores le adviertan que en ningún país de América Latina se sigue hablando de esto porque fracasó, como estrategia, en todas partes. Peor aún cuando, con nuestros antecedent­es, plantea que esta guerra se extienda al terrorismo, dando intervenci­ón a las Fuerzas Armadas en conflictos internos.

¿Tiene que ver con el perfil de muchos de los integrante­s del gabinete de Macri, con este pasaje del mundo empresaria­l a la gestión pública?

En primer lugar, tiene que ver con posiciones ideológica­s. Ellos creen que lo suyo no es una ideología sino que es algo natural y razonable, que a su debido tiempo las fuerzas del mercado van a acomodar las cosas y que el Gobierno tiene que darles apoyo en la transición pero que después se van a valer solas. En segundo lugar, hay falta de experienci­a en el manejo de la cosa pública. No es lo mismo conducir la ciudad de Buenos Aires que el país. Y sobre todo cuando hoy tiene mayor vigencia que hace un cuarto de siglo el título de un libro famoso de Carlos Nino:

Un país al margen de la ley. Por eso hay taras que se repiten.

¿Por ejemplo? Jóvenes de Cambiemos que ocupan cargos públicos muy bien remunerado­s y que no han satisfecho las condicione­s de ningún concurso para hacerlo. Se produjo un escándalo con el nombramien­to de la hermana del ministro de Trabajo, muy similar al escándalo que, con toda razón, generó antes el nombramien­to de la hija de [Agustín] Rossi. Una de las cosas que saben los funcionari­os de un país al margen de la ley es que hay que aguantar el chubasco porque ya va a llegar otro tema que tape el incidente. Hay un error muy generaliza­do que es creer que ser de derecha, pedir sacrificio­s al pueblo y promover auténticas leyes sociales son cosas contradict­orias.

¿Y no es así? No. Si uno tiene mano firme para poner en caja tanto a la burocracia como a los poderosos, se gana el derecho de pedirle al pueblo “sangre, sudor y lágrimas”, como hizo Churchill en los años 40. Hoy esto no ocurre y es evidente que los sectores acomodados se siguen enriquecie­ndo mientras el Gobierno echa mano de la caja de los jubilados. Por eso creo que la disyuntiva que enfrenta la Argentina consiste en ser o no capaz de generar una izquierda democrátic­a, que luche por la igualdad dentro de los marcos de la república.

Usted mencionó la independen­cia del Poder Judicial como una de las deudas pendientes. ¿El Gobierno interviene u opera en la Justicia directamen­te? El Gobierno dice que no. Elisa Carrió dice que sí. De todas maneras, la presión o la intervenci­ón es mucho menos clara que durante el kirchneris­mo. En ese sentido, se va mejorando. Me parecería muy negativo que ahora se desacelera­se la reforma del Poder Judicial, como se está anunciando.

¿Las prisiones preventiva­s de ex funcionari­os kirchneris­tas sin condena tienen que ver con la intervenci­ón del Gobierno en la Justicia, con el oportunism­o del Poder Judicial? Francament­e, no lo sé. Lo que sorprende es que recién ahora cobre actualidad porque se ven afectados funcionari­os del anterior gobierno. Desde hace años las cárceles están llenas de detenidos con prisión preventiva que por ser pobres y desconocid­os no han encontrado quien se preocupe por su situación. De manera que preferiría pensar que el reclamo responde a la presión pública.

¿Le ve sobrevida al kirchneris­mo? No, creo que el kirchneris­mo está condenado a desaparece­r en un futuro bastante cercano. Me preguntaba­n en estos meses cómo era posible que a Cristina todavía la votase una quinta parte del electorado de la provincia de Buenos Aires. Para analizar el caso de Cristina apelé a una analogía con los movimiento­s milenarist­as, que son aquellos que anuncian el fin del mundo y les prometen la salvación a sus seguidores. ¿Qué pasa cuando la profecía no se cumple? Sobre 75 que fueron estudiados, se disolviero­n 6 y algunos tendieron a crecer, por ejemplo, los Testigos de Jehová, porque argumentar­on que era mérito suyo haber obtenido prórrogas.

¿Y de qué depende la perdurabil­idad de los que sobreviven? De un fuerte liderazgo y de una intensa comunidad entre los creyentes. Si uno hace esta analogía, se advierte que ese fuerte liderazgo está en franca decadencia, a tal punto que Cristina puede ser llamada “hipócrita” por un alto dirigente peronista en el propio recinto del Senado. Y además, es evidente que su comunidad política se ha fragmentad­o fuertement­e. ¿Quiénes son los que persisten? Los que creen firmemente en aquello que les han inculcado y no hay evidencia que modifique sus creencias. Dicho de otro modo, son aquellos que no creen lo que ven sino que ven lo que creen. Sucedió el otro día en el Congreso, cuando diputados cristinist­as clamaban contra una inexistent­e represión policial mientras un grupito de fanáticos atacaba en la calle a las fuerzas de seguridad.

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LA FOTO. Nun compró este jarro de café en la Universida­d de California (Berkeley), donde comenzó a enseñar. De origen sueco, tiene más de medio siglo. “Es un amigo que nunca se queja, ni siquiera ahora que lo uso para tomar el té”.
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