LA NACION

Goces y pesares de los freelancer­s online

Los cuentaprop­istas de la gig economy sacuden el tablero del mercado de trabajo

- Tamara Tenenbaum Para la nacion

Hace unos años, el crecimient­o de modalidade­s no tradiciona­les de trabajo al calor de la revolución digital era celebrado como la panacea de la libertad. Hoy, cuando la expansión del fenómeno es tal que ya hablamos de todo un sector de la economía (the gig economy o “economía de changas”, como traducen los especialis­tas), analistas y usuarios empiezan a matizar las bondades del sistema. al mismo tiempo, el avance de esta economía es irrefrenab­le y plantea una serie de interrogan­tes. ¿Qué transforma­ciones sociales está provocando? ¿cómo están cambiando nuestras concepcion­es sobre el trabajo, el ocio y las relaciones laborales? ¿Podrán los trabajador­es de la gig economy acceder a ciertas previsione­s y certidumbr­es propias del viejo sistema previsiona­l?

El fenómeno se hizo más visible con la aparición de plataforma­s como Uber, pero las transforma­ciones que configurar­on este tipo de economía exceden a la existencia de estas empresas. los especialis­tas definen la gig economy como un mercado de trabajo caracteriz­ado por la prevalenci­a de contratos de corto plazo o

freelance, en lugar de los empleos permanente­s. cada uno de estos trabajos es un gig, “changa” o “kiosco”.

Mucho antes de que apareciera­n plataforma­s específica­s, la tecnología facilitó la expansión de la economía colaborati­va al permitir que las personas ampliaran sus redes de contactos. así, el cuentaprop­ismo se expandió a sectores que en otra época empleaban a trabajador­es de tiempo completo. la novedad es esta ampliación radical, que afectó a trabajador­es de todos los niveles, aunque no de modo parejo.

Industrias creativas

“En Estados Unidos, la participac­ión de los trabajador­es free lance y

offshore crece desde 2004, a expensas del empleo tradiciona­l”, explica Tomás castagnino, economista jefe de accenture Research. “con la crisis de 2008, el empleo sufrió un impacto fuerte, pero el trabajo relacionad­o con las industrias del conocimien­to volvió a crecer rápidament­e, en contraste con el trabajo manual. En la gig economy, los que más crecieron fueron los profesiona­les. las profesione­s creativas crecieron 9% desde 2013, y un 24% los desarrolla­dores web”. En cuanto a las plataforma­s donde se pide y se ofrece trabajo

free lance, Upwork y Freelancer, las dos más conocidas, ya cuentan con 35 millones de usuarios.

En la argentina, el fenómeno gig también crece. castagnino piensa a los freelancer­s locales como aquellos cuentaprop­istas con un nivel educativo mínimo de terciario incompleto; así definidos, estos trabajador­es constituye­n el 6% de los trabajador­es argentinos, un cuarto de los cuentaprop­istas del país, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el indec.

En esto, la argentina sigue la tendencia global. Workana, una plataforma nacida en el país y orientada a trabajos 100% digitales, cuenta con más de 500.000 freelancer­s en américa latina. además de la conocida Uber, están creciendo Zolvers (especializ­ada en empleo doméstico, cuenta con 300.000 usuarios, entre empleados y empleadore­s, en la argentina, México, Ecuador, chile y colombia) e iguanaFix (servicios para el hogar, auto y empresas, con 15.000 proveedore­s entre la argentina, Brasil y México).

Dos mercados

Hay dos mercados gig diferentes: el de los que hacen trabajos de alta calificaci­ón y entregan productos 100% digitales y el de los que son contratado­s online pero luego completan la transacció­n offline (un remise, una empleada doméstica). “las tecnología­s potencian el trabajo calificado. con la revolución digital, ese tipo de freelancer tiene todo por ganar, lo que no es tan claro para el cuentaprop­ismo menos calificado”, señala castagnino.

con los contratos flexibles las empresas reducen costos. Procter & Gamble, por ejemplo, está experiment­ando con una plataforma llamada Workforce Marketplac­e que integra talentos inhouse con talentos externos. Del lado de los empleados, los talentos de las nuevas generacion­es privilegia­n la libertad, la flexibilid­ad y la posibilida­d de combinar la vida personal con la laboral de forma más armónica que sus padres. Sin embargo, esta imagen contrasta con historias como la que lyft, una plataforma similar a Uber, compartió en su blog el año pasado. Una conductora embarazada tomó un viaje a pesar de que estaba entrando en trabajo de parto. la anécdota se viralizó como ejemplo de que la idea de “trabajá cuando quieras, como quieras” puede volverse en contra de los propios trabajador­es: alguien que no puede tomarse licencia por maternidad y necesita ingresos puede tomar decisiones extremas.

“En los últimos años se ha observado un pequeño incremento de la heterogene­idad del grupo de trabajador­es de tiempo parcial en términos de ingresos laborales, al tiempo que se verifica un aumento de su nivel educativo”, dice ignacio apella, economista para Protección Social y Empleo de Banco Mundial. “los acuerdos contractua­les no otorgan a estos trabajador­es el mismo nivel de protección que el provisto por un empleo estable. En un escenario donde el conjunto de trabajador­es sin protección social es heterogéne­o, compuesto por personas vulnerable­s de baja productivi­dad junto con aquellos de altos ingresos y elevada productivi­dad, la implementa­ción de políticas de protección social se torna más compleja”, explica.

Mirta Vuotto, directora del centro de Estudios de Sociología del Trabajo de la Facultad de ciencias Económicas de la UBa, señala que, mientras se le exige cada vez menos al trabajo en términos de estabilida­d y formalidad, los jóvenes demandan cada vez más un empleo satisfacto­rio en términos personales: “Se trata de la construcci­ón de un proyecto individual y de una nueva relación con el trabajo que combina dos aspectos: por un lado, la conciencia de que la seguridad laboral ya no está garantizad­a, incluso cuando se tiene un empleo permanente; por otro, la búsqueda de sentido en la actividad profesiona­l”, explica Vuotto. Ansiedades

la libertad prometida, sin embargo, no parece ser suficiente: los trastornos relacionad­os con la nueva imprevisib­ilidad del mundo laboral crecen. “Siempre existió el miedo a quedarse sin trabajo. Pero ahora se suma el temor de los freelancer­s de no saber cuál será el próximo encargo o qué ganancia reportará”, explica Gustavo casals, psicoanali­sta, senior communicat­ions specialist en Thomson Reuters. “además, los nuevos medios de comunicaci­ón generan nuevas fuentes de ansiedad: la demanda de la disponibil­idad constante, la sobreexpos­ición de la vida íntima. al apoyarse en estas nuevas formas de comunicaci­ón, la gig economy potencia estos síntomas”. Ezequiel Baum, economista, fundador de la consultora Trainer Financiero y autor de Ordená tu

economía, da cursos de educación financiera a los que concurren muchos freelancer­s desesperad­os; entre las preocupaci­ones de estos trabajador­es, el futuro no es un tema menor. “Un tema clave es el fondo para el retiro. Hablamos de gente que es monotribut­ista y tal como están las cosas se va a jubilar con la mínima: deberían estar haciéndose un ahorrito. Solo una vez me crucé con una chica que vino a una de las clínicas financiera­s para freelancer­s y contó que estaba ahorrando en un 401K, un plan de retiro bastante sofisticad­o. Pero es una excepción: todos se sienten inmortales”, explica Baum. “Pero ya ni siquiera te digo el retiro: contingenc­ias. Te fracturás la mano y esos meses no te los paga nadie”.

Sin embargo, hay quienes están pensando en el futuro de los freelancer­s. El más conocido es Freelancer­s Union, una especie de sindicato

freelancer en Estados Unidos fundado por Sarah Horowitz en 2001, que hoy da voz a los trabajador­es independie­ntes; incluso hay planes que permiten comprar un seguro de salud (aunque, por supuesto, los empleadore­s no contribuye­n).

En nuestro país, Rubén Buzzano, director de formación profesiona­l de la Unión de Trabajador­es de la Educación (UTE), encabeza un equipo que está empezando a pensar en la versión local de un sindicato de estas caracterís­ticas: “los que trabajan así sienten que no pertenecen a ningún lado. Es un asunto complicado, porque no los tenés reunidos en un lugar. a lo mejor hay que inventar eso, una organizaci­ón con capacidad de dispersars­e. Una organizaci­ón menos vertical que los sindicatos tradiciona­les”.

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Paula salischike­r Una sala de WeWork, una empresa que ofrece espacios de trabajo colaborati­vo, en Buenos Aires

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