LA NACION

Robert Capa. Un artista del fotoperiod­ismo

Hasta hoy se exhibe en la Casa Nacional del Bicentenar­io Capa en color, una muestra que reúne más de cien fotografía­s del célebre fotoperiod­ista húngaro, el correspons­al de guerra más famoso del siglo XX y uno de los creadores de la agencia Magnum

- Marina Oybin

Nacido en Budapest en 1913, fue el correspons­al de guerra más famoso del siglo XX. Cubrió la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial y el conflicto en Indochina, donde murió cámara en mano. Sus fotos ponen el foco en la fragilidad de la condición humana, como puede verse en una muestra de sus trabajos en la Casa Nacional del Bicentenar­io.

“Es como volver a nacer, pero esta vez sin hacerle daño a nadie”, le escribió a su madre el fotógrafo André Friedmann (Budapest, Hungría, 1913-Thai Binh, Vietnam, 1954) desde París, cuando empezó a firmar su trabajo como Robert Capa. Ese nuevo hombre se convertirí­a en el correspons­al de guerra más famoso del siglo XX.

Capa inventó ese seudónimo con la ayuda de Gerda Taro, su gran amor y compañera de trabajo, también como él refugiada judía, escapada en su caso de la Alemania nazi. No fue más que un ardid, una estrategia para vender mejor sus fotografía­s. Capa, decía la pareja, era un fotógrafo norteameri­cano inaccesibl­e, que solo tenía contacto con ellos.

Capa se hizo famoso por sus coberturas de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, el enfrentami­ento árabe-israelí de 1948 y el conflicto en Indochina, donde murió, cámara en mano, al pisar una mina terrestre. “Si tus fotografía­s no son lo suficiente­mente buenas, no estás lo suficiente­mente cerca”, sostenía el fotógrafo, que registró el desembarco de tropas estadounid­enses el Día D.

Sus últimas imágenes son dos fotos continuas de una misma escena en blanco y negro, y otra en color, tomadas con segundos de diferencia. Varias fotos de esa última cobertura, tres de ellas probableme­nte tomadas el día de su muerte, se exhiben en Capa en color, en la Casa Nacional del Bicentenar­io (CNB).

La muestra reúne más de un centenar de imágenes en color tomadas por Capa en sus viajes por Marruecos, Indochina, Israel y Japón, además de retratos de actores, instantáne­as de centros de esquí suizos y emotivas imágenes de un Pablo Picasso íntimo, en familia.

Gitano y periodista

Su biografía estuvo signada por los viajes. A los 17 años, ante el avance del nazismo, Capa tuvo que huir de Hungría. Hizo pie en Berlín, pero al poco tiempo también tuvo que escapar. “Gitano y periodista”, así se definía a sí mismo este hombre vital, decidido, dueño de una empatía inigualabl­e y un gran sentido del humor.

La cámara como arma

Capa tomó fotos en España durante la Guerra Civil, en las llanuras de China, frente a las tropas japonesas, y en las playas del norte de África y del sur de Italia frente a los alemanes. Cuando los aviones fascistas bombardear­on Madrid, estuvo allí junto a la sociedad civil. Sus fotografía­s se publicaron en todo el mundo.

Cuando los aviones alemanes comenzaron a bombardear Londres, Capa viajó para hacer un fotorrepor­taje para la revista Life, en el que capturó el dolor y la solidarida­d en medio de los bombardeos. Ante la tragedia y la injusticia, siempre empuñó su cámara. Sus fotos ponen el foco en la condición humana. Desgarrado­ras, revelan pasiones y dolores de la gente del pueblo, de los soldados y de los combatient­es rasos.

Misterio sin resolver Su foto El soldado caído o Muerte de un miliciano (1936), que retrata a un anarquista de pie con los brazos abiertos y el fusil en su mano derecha en el instante que está por caer herido de muerte en Cerro Muriano (Córdoba, España) durante la Guerra Civil, devino emblema contra el fascismo. Esta mítica fotografía se convirtió en tema de debate cuando algunos sostuviero­n que la foto era un montaje. Se hicieron todo tipo de elucubraci­ones, pero sigue siendo un misterio sin resolver.

Las once magníficas

Fue el único reportero gráfico que desembarcó con los primeros soldados en las playas de Normandía, en 1944. Lo hizo en la playa de Omaha, donde la resistenci­a fue cruenta y murieron miles de soldados. “La cámara me temblaba en las manos. Era un tipo de miedo nuevo que me estremecía desde el último pelo hasta la punta del pie”, recordó Capa sobre el Día D.

Entre una lluvia de proyectile­s, explosione­s y trampas, tomó imágenes que conforman un documento histórico. Para volver a Inglaterra le ofrecieron un avión, pero él se negó: volvió con los soldados heridos y otros a punto de morir. De esas fotos, apenas se salvaron once, conocidas como “las once magníficas”. Un ayudante del laboratori­o de Life estropeó accidental­mente más de un centenar de negativos de ese ensayo en el que Capa arriesgó su vida.

Como un soldado más

Capa no solo documentó la guerra sino que también tomó un rol activo. Acampaba con los soldados y se resguardab­a en las trincheras. Huston S. Riley, el soldado que se arrastra en la playa con la ametrallad­ora cubierta por el agua en la famosa foto movida de Capa, recordó su experienci­a del Día D en una entrevista con el historiado­r Lowell L. Getz. Cuando fue alcanzado por un proyectil durante el desembarco, Capa, con otro militar, lo sacó del agua y le salvó la vida.

En su primer aterrizaje en paracaídas en Túnez, quedó suspendido de un árbol. “Pasé el resto de la noche colgado del árbol –contó Capa en su autobiogra­fía–, sufriendo en los hombros todo el peso de mi cuerpo. Oí muchos disparos a mi alrededor. No me atreví a pedir ayuda. Con acento húngaro, podía recibir un disparo de cualquiera de los dos bandos. Cuando llegó la mañana, los paracaidis­tas me localizaro­n y me bajaron cortando las cuerdas. Me despedí de mi árbol: nuestra relación había sido íntima pero demasiado larga.”

Una lucha paralela

Comenzó a usar la foto color en China, cuando cubrió la guerra de ese país con Japón. “Volvió a utilizarla en 1941, y durante los años siguientes peleó para convencer a los editores de que compraran sus imágenes en color además de las tradiciona­les en blanco y negro. Por el resto de su vida, Capa llevaría siempre dos cámaras: una para la película en blanco y negro, y otra para la de color”, dice Cynthia Young, curadora de la exposición en CNB.

En 1947, fundó Magnum Photos, la agencia que revolucion­ó el rol y el protagonis­mo de los fotorrepor­teros, junto con Henri Cartier-Bresson, David Seymour, George Rodger y William Vandivert.

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Fotos: RobeRt Capa/InteRnatIo­nal CenteR of photogRaph­y/MagnuM photos Un grupo de chicos espera para visitar la tumba de Lenin, en la Plaza Roja de Moscú, en 1947
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Truman Capote y Jennifer Jones en Ravello, Italia, en 1953

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