LA NACION

El desafío existencia­l de Macri

- Martín Rodríguez Yebra la nacion

Ahora que el kirchneris­mo es una constelaci­ón de presos, que el peronismo deambula famélico y sin brújula, que el massismo descarriló de la avenida del medio y que la izquierda se encomienda a la acción directa, queda en evidencia cuál es el gran obstáculo de Mauricio Macri para afianzarse en el poder: su propia pericia política.

La ilusión de un tránsito amable hacia la reelección después de que ganó en octubre y barrió el camino de rivales se hizo añicos en un puñado de semanas. El año que empieza coloca al Presidente ante el desafío existencia­l de probar que será capaz de resolver la crisis explosiva que heredó. Una crisis que nadie –ni la sociedad ni él mismo– tuvo el coraje de llamar por su nombre.

El mayor éxito del kirchneris­mo –y de quienes ahora reniegan de haberlo sido– como oposición es retrospect­ivo. Ocurrió cuando Cristina disfrutaba de su apogeo como presidenta y se dedicó a diseñar una economía que funcionaba con la fuerza de su voluntad.

Como esa cualidad tenía sus limitacion­es, tejió una maraña de subsidios –de paso, un caldo de cultivo para la corrupción–, exaltó la inflación como motor del crecimient­o, cerró las fronteras para disimular la falta de competitiv­idad, combatió la inversión extranjera, echó mano a todas las cajas del Estado. Y sobre todo: convenció a una porción mayoritari­a de la población de que así se puede sacar adelante un país.

Macri llegó al poder antes de que el modelo estallara, aunque los síntomas de deterioro fueran ya descorazon­adores. Decidió que no sería él quien precipitar­a la detonación. Creyó de entrada –o hizo creer– que con una serie de correccion­es graduales la economía se iba a normalizar relativame­nte rápido y en ese proceso llegaría una lluvia de inversione­s extranjera­s que abrirían las puertas de la trampa.

El gradualism­o se impuso como la salida socialment­e viable. Pero como se ve, es un ejercicio ingrato, fuente constante de anuncios negativos: aumentos de tarifas, rebajas de los haberes jubilatori­os, suba de precios de productos regulados, achique de empleados públicos.

Atenuar el golpe obliga a endeudarse. El déficit no cede. La inflación prueba su resistenci­a y hay que relajar las metas (incluso si eso significa sembrar dudas institucio­nales sobre la independen­cia del Banco Central). Los dueños de los dólares productivo­s por ahora miran la película desde refugios más seguros.

Macri necesita saltar de la rueda del hámster. Se le agota el margen para mostrar resultados, lo que requiere un esfuerzo técnico de su equipo económico y una prueba de talento de sus comunicado­res, en teoría expertos, para explicar que al sacrificio inevitable le seguirá una recompensa duradera. Hasta ahora les cuesta hacer pie en un terreno donde el kirchneris­mo consiguió imponer ideas falsas pero tanto más atractivas, como la capacidad infinita del Estado benefactor.

Incapaz de fabricar buenas noticias, el macrismo se limita a enmascarar las malas. Lo intentó con poco éxito con el cambio de la fórmula de actualizac­ión de las jubilacion­es. Le dio una vuelta extra con el anuncio del boleto multimodal que mitigará para algunos usuarios un aumento del transporte que alcanzará hasta el 70%. A Macri solo le saldrán las cuentas este año si hay un crecimient­o robusto de la economía. Es la única forma de quitarle dinamita a la bomba que sigue manipuland­o.

El poder que le dieron las urnas en las legislativ­as le alcanza para operar con algo de calma. Incluso para resistir cimbronazo­s como el fin de año violento y la tensión inminente por las negociacio­nes paritarias.

Pero quedó claro que no tiene nada parecido a un cheque en blanco, sino apenas un voto de confianza en su capacidad para proveer una mejora sensible en la sociedad. El tictac suena. 2018 es un año de acción que precede a la próxima batalla política.

Los rivales de Macri pueden parecer adormecido­s, pero en un país de gente impaciente siempre está a punto de nacer el próximo profeta capaz de tocar la sinfonía dulce de nuestra riqueza ilimitada.

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