LA NACION

La madre del ministro Etcheveher­e fijó posición sobre el conflicto familiar

- Abogada, editoriali­sta, presidenta de Las Margaritas SA y directora de la Sociedad Interameri­cana de Prensa

A raíz de la reiterada difusión en medios de prensa de una situación de familia que está planteada en el ámbito judicial, la señora Leonor Beatriz de Etcheveher­e, madre del ministro de Agroindust­ria, Luis Miguel Etcheveher­e, envió a la siguiente carta: la nacion

Suena duro. Pero fueron cincuenta años escribiend­o, participan­do, opinando. Siempre en defensa de los principios que invariable­mente hemos sostenido en la Asociación de Diarios Entrerrian­os (ADDE), luego en la Asociación de Empresas Periodísti­cas Argentinas (ADEPA) y en el presente en la Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP). Junto a Luis Félix Etcheveher­e, mi esposo, transité una historia de creaciones, pasión y trabajo. Diarios y campos. La fuerza de la palabra y la apuesta por la tierra, donde se aprende a sembrar esperanzas mirando al cielo.

En el largo camino fundamos nuevas sociedades familiares y continuamo­s otras por las que habían luchado ancestros durante cinco generacion­es. La muerte intempesti­va y siempre injusta y dolorosa se llevó a mi esposo el 6 de septiembre de 2009. Mis hijos y yo decidimos entonces asumir tres compromiso­s: no olvidar, no separarnos, no romper la unidad familiar. De las empresas que controlába­mos, asumí la presidenci­a. De las que participáb­amos minoritari­amente, integré directorio­s. Mis hijos respetaron obras materiales que entre mi esposo y yo creamos, pero forjaron también sus propios sueños, marcados de igual modo por el olor a tinta y a la tierra.

Luego la disidencia, segurament­e fundada en errores de los que todos participam­os. Cosas de familia. Un dolor que tenemos derecho a preservar en la intimidad de nuestros corazones. Un deseo profundo por resolver diferencia­s. Pero lo que debía analizarse, descubrirs­e, mediarse en el grupo familiar, fue malamente mediatizad­o: ha opinado gente sin rostro y desconocid­a para nosotros. Se ha pretendido manosear nombres y usar otros; se ha mentido y bajado al nivel de quienes zaherían y zahieren sin que nadie los hubiera llamado a una situación de familia. Ni los llamamos ni nos llamaron. A mí nadie me preguntó por la verdad de nuestra historia, sobre la cual podría haber contestado o no amparada por el derecho constituci­onal a defender la intimidad de mi familia.

Senos imputaron hechos y responsabi­lidades que ni sucedieron ni tenemos por qué asumir. Nos han pegado sin escuchar y sin saber. Como si de la agresión se pudieran forjar seres mejores. A veces molesta la unidad y también la buena sobreviven­cia de una familia antigua en este herido país. Y molesta también la voluntad firme con la que persevero por custodiar como madre y abuela a mi familia y a una muy larga historia de trabajo y realizacio­nes, con las que me siento comprometi­da y orgullosa.

No somos parte de una epopeya ni emulamos santos ni justificam­os errores. Somos una familia mayoritari­amente muy unida: Luis Miguel, Sebastián, Juan Diego y yo, con una maravillos­a continuida­d en los nietos (mis grandes amores), de quienes espero con ilusión respeto por el pasado familiar y vocación de continuar unidos hacia el futuro. Hay una Justicia que sabrá dilucidar razones y sinrazones, y si bien lo opinable es de libre expresión, estoy segura por igual de que sus límites deben estar configurad­os por la sacralizac­ión de la verdad, de la que no podemos evadirnos. Como decía Zahorí, mi tan recordado esposo: “Segundos, afuera”.

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Leonor Beatriz de Etcheveher­e

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