LA NACION

Una versión menos combativa con el foco en los negocios

- Michael Donhauser y Benedikt von Imhoff

Cuántas veces maldijo en el pasado Donald Trump a los círculos elitistas que se reúnen en el Foro Económico Mundial de Davos... En su campaña a la Casa Blanca arremetía contra ellos, al afirmar que eran hijos de la globalizac­ión que se llenaban los bolsillos a costa de los trabajador­es norteameri­canos.

Pero dos días en la idílica localidad suiza parecen haber servido para amansar al presidente republican­o, y los globalizad­ores incluso aplaudiero­n educadamen­te al nacionalis­ta económico.

“El presidente que se presenta como luchador por las mujeres y los hombres olvidados, en realidad busca la aprobación de las elites”, criticó la organizaci­ón humanitari­a Oxfam.

El aplauso para Trump fue más bien modesto en comparació­n con el que recibió, por ejemplo, el presidente francés, Emmanuel Macron. Pero, aun así, el magnate recibió la aprobación de los presentes por su discurso político.

“Su reforma fiscal reduce notablemen­te la carga impositiva y supone un gran impulso para la economía mundial”, dijo el fundador del Foro de Davos, Klaus Schwab, en referencia a la medida de Trump. El magnate fue incluso agasajado en el escenario con una marcha especial tocada en vivo.

En sí, el discurso transcurri­ó sin incidentes y no fue nada espectacul­ar. Hubo un ataque a la prensa que fue abucheado, por si acaso lo escuchaban los votantes de Estados Unidos. Pero, más allá de eso, se vio poco del estilo combativo mostrado por Trump poco antes de viajar a Davos, cuando generó indignació­n al anunciar nuevos aranceles. Incluso dejó entrever una vuelta al libre comercio y no descartó que su país vuelva al Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (TPP, por sus siglas en inglés), de donde lo sacó hace un año en una de las primeras decisiones de su mandato.

Apenas hubo alguna referencia a temas conflictiv­os de política exterior como Corea del Norte, y ni una palabra sobre Europa, que parece haber vivido una resurrecci­ón en Davos como potencia políticoec­onómica, con renovada confianza en sí misma.

El ambiente era tenso en la abarrotada sala cuando Trump subió al escenario, acompañado por Schwab. Unas 1500 personas se apiñaban en la sala, entre ellas muchos representa­ntes de la elite financiera y económica, mientras que algunos tuvieron que quedarse fuera.

Schwab se dio cuenta pronto de que esa última comparecen­cia no sería una más. Cuando defendió que el “fuerte liderazgo” de Trump es propenso a los malentendi­dos y prejuicios,seescuchóu­nmurmullo.

El ejemplo de Siemens muestra lo delicada que puede ser la cercanía a Trump para los líderes empresaria­les. El presidente de la empresa alemana, Joe Kaeser, anunció que gracias a la rebaja fiscal de Trump se harán inversione­s en la fábrica de turbinas de gas de Carolina del Norte. No pasó mucho tiempo antes de que los sindicatos alemanes se le echasen encima y le preguntase­n por los puestos de trabajo allí.

La reforma fiscal de Trump, con una drástica baja de impuestos a las empresas, llenará los bolsillos de las compañías. Siemens, por ejemplo, consigue una cuarta parte de su facturació­n en Estados Unidos.

Pero a muchos les preocupa el creciente aislamient­o en el comercio,latozudapo­sturaestad­ounidense respecto de los aranceles y, sobre todo, el tono en el que se presenta todo eso. Analistas económicos auguran daños colaterale­s ya solo por el hecho de que Trump entorpece el diálogo internacio­nal. Incluso Schwab, que fue extremadam­ente amable con el magnate, escribió en el libro de visitas: “Las naciones fuertes y soberanas no solo coexisten, también trabajan juntas”.

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