Virgil van Dijk, el lavaplatos de los 84.000.000 de euros
Por suerte para su vida laboral, Jacques Lips no se dedicó a ser reclutador deportivo. Se enfocó en la gastronomía y abrió, en Breda, Holanda, Oncle Jean, emprendimiento exitoso a partir de un menú irreprochable y una terraza tan hermosa como concurrida. Allí, a los 16 años, asistía dos veces por semana Virgil van Dijk, para trabajar de lavaplatos y transitar un ámbito que le podría servir de alternativa en el futuro. Lips, encantado con la disciplina de aquel joven que, mientras jugaba en el WDS Breda soñaba con ser futbolista profesional, no se cansaba de decirle que desistiera de dicha idea y le dedicara más tiempo al restaurante, porque le veía condiciones para iniciar una provechosa carrera gastronómica.
Nada modificó la convicción y el rumbo del adolescente que, como cuenta John Van der Berg, uno de sus primeros técnicos, desde muy pequeño era fácil de identificar, ya que sus hombros y su cabeza sobresalían del resto. En la actualidad utiliza la contextura (1,93 metros) para ser el mayor ganador de duelos aéreos desde su debut en la Premier League, en agosto de 2015. Una virtud que, agregada al elevado porcentaje de pases completados, atrajo la atención de Jurgen Klopp, para convertirse luego, tras su transferencia de Southampton a Liverpool por 84 millones de euros, en el defensor más caro del mundo. El mercado se ha vuelto tan vertiginoso que los traspasos de Mendy (58 millones) y Walker (51 millones), realizados a comienzos de temporada, parecen de tiempos lejanos. El mismo Manchester City rebasará el próximo lunes esos números, cuando aplique la cláusula de rescisión de 65 millones que el zaguero Aymeric Laporte acordó con Athletic Bilbao.
“No es mi culpa que hayan pagado tanto dinero. Eso lo establece el mercado. Lo que me resta es entrenar duro”. El pensamiento del holandés contiene absoluta lógica. No querrá, además, quedar en la lista histórica de los que portaron la misma mochila y resultaron una gigantesca decepción. En 1992, Gianluigi Lentini, pese a la resistencia de los hinchas del Torino, que había finalizado tercero en la Serie A y perdido la final de la Copa UEFA contra Ajax, se incorporó al poderoso Milan, por alrededor de 15 millones de euros. Tras una primera campaña aceptable, con treinta partidos y siete goles, en agosto de 1993 sufrió un grave accidente automovilístico a bordo de su Porsche 911, lanzado a 200 kilómetros por hora. Jamás se recuperó al cien por ciento. Nunca concretó lo que prometía y por lo que Berlusconi invirtió una cifra desorbitante. Otro de los que cargó con pena y sin gloria el título de “el más caro del planeta”, fue el brasileño Denílson. Betis anticipó a Barcelona y, en 1998, desembolsó 30,5 millones, superando lo que Inter había depositado por Ronaldo, y el club blaugrana por Rivaldo. En Andalucía, después de un arranque oscuro, debieron esperar que volviera de un préstamo a Flamengo, para que hiciera un aporte de cierta trascendencia: formó parte del plantel que consiguió el ascenso, a la sombra del goleador y estandarte Gastón Casas.
La historia de Van Dijk, en cuanto a perseverancia, quizá se parezca a la de muchos. La de su vida familiar tiene rasgos comunes con aquellos futbolistas que sufrieron la ausencia paternal y crecieron impulsados por la figura materna. De hecho, en su dorsal utiliza sólo Virgil. Del papá heredó las raíces futboleras de Surinam, ex colonia holandesa, a la cual podrían haber representado –por lazos de sangre o lugar de nacimiento – jugadores de la talla de Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Clarence Seedorf, Edgar Davids, Jimmy Floyd Hasselbaink, Aron Winter, Michael Reiziger y Patrick Kluivert. Debutó con un gol en el clásico ante Everton. Simplemente el comienzo de una larga ruta para demostrar que, en su caso, valor y precio van de la mano.