LA NACION

Julieta Kemble, la inquieta

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Con objetivos recreacion­ales para el nuevo año, Julieta Kemble define su ocio como creativo. Entre el baile, la cocina, el estudio y la lectura, ama la naturaleza y poner el cuerpo en movimiento. El combo ideal: familia, viajes y rica comida.

Soy una persona muy inquieta, estar tirada en una reposera no es algo que disfrute para nada. El mío es un ocio más creativo”, reflexiona Julieta Kemble desde Punta del Este, donde veranea con su familia. “Soy una amante de la naturaleza, disfruto el cielo, el mar, el ruido del agua, las plantas, los árboles. Acá me levanto tarde, y durante las horas de sol radiante me pongo a hacer las compras, cocinar y todo lo que la gente hace después. Y más tarde, voy a la playa cuando el sol está tranquilo, camino, charlo, me siento”, explica. Y en este ocio del hacer, entran actividade­s como la cocina y la lectura, aunque admite que esta última ha ido quedando relegada. “Yo leía muchísimo, tanto novelas como teorías de temas que estudiaba. Uno de mis objetivos interiores más importante­s del 2018 es poder volver a leer una novela. Empezar un libro y terminarlo”, promete. Dentro del balance de fin de año y de las resolucion­es para el nuevo que empieza, Julieta cuenta que ha decidido retomar las actividade­s recreativa­s que más la hacen feliz. “Bailar, leer y estudiar son cosas que he ido dejando por hacer otras que me han llenado la vida de cosas vacías. Este año tengo que retomar las que me llenan el alma. Además, cuando uno toma una clase y participa de esas situacione­s, se genera una recreación grupal y a mí el ocio grupal me parece alucinante. Al compartir clases de hip hop, de cocina, de filosofía o de historia del arte, el intercambi­o de ideas me parece de lo más interesant­e, sano y enriqueced­or”, cuenta. Pero no todo es familia y recreación grupal. Julieta asegura que hay actividade­s que disfruta hacer sola, por ejemplo, ver series en Netflix y salir a correr. “Me hace muy bien a la cabeza poner el cuerpo en movimiento”, explica. Lo mismo le sucede con el baile, es fanática de mover el cuerpo (no tanto del deporte). “Si estamos comiendo con amigos y se arma un baile divertido, me parece un placer. Considero que la música es fundamenta­l en la vida del ser humano”.Para ella, viajar y comer son dos placeres que van de la mano. “Me gusta mucho comer bien y probar variacione­s. Cuando viajo, me parece parte de la cultura y nunca falta una reserva en un restaurant­e”, explica. El gen sibarita que Julieta heredó de su padre (que le convidaba langosta, centolla y caviar a los 4 años) está muy presente en uno de sus hijos, que, con solo 13, tiene un paladar tan sofisticad­o que es el aliado gourmet perfecto para su mamá. Su marido, en cambio, prefiere la comida más simple; con él comparte otros gustos. “Con mi marido disfrutamo­s de cosas similares, como estar con amigos, hacer actividade­s saludables y, sobre todo, estar con nuestros tres hijos”, afirma, aunque deja bien claro que son de respetar el tiempo del otro (no por nada llevan casi 20 años felixmente casados). Una vez por año, viajan los cinco solos: “Compartimo­s una actividad que te une y te aísla a la vez, que es el esquí”, cuenta Julieta sobre el deporte al que se animó de grande. “Fue un descubrimi­ento alucinante, a nivel deportivo pero también espiritual, y nunca lo habría hecho si no hubiera tenido hijos que me impulsaran”. Esta madre afirma disfrutar enormement­e de la compañía de sus pichones. Atesora los viajes que compartió con cada uno de ellos y las aventuras que han vivido juntos. “Todo tiene que ver con los viajes, con absorber la cultura. Antes de viajar, los hago leer, para que sepan a dónde vamos, así lo aprovechan”, finaliza esta viajera aplicada.

“Me hace bien a la cabeza poner el cuerpo en movimiento”

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