Control total: los padres Black Mirror
Como en la serie de ciencia ficción, cada vez más adultos deciden rastrear a sus hijos a través de dispositivos tecnológicos; ¿cuál es el límite del cuidado excesivo?
Cuando a fines de diciembre se estrenó en la Argentina la nueva temporada de Black
Mirror (Netflix), Laura Szerman, una locutora porteña de 39 años, recibió varios mensajes de amigos diciéndole que la madre que protagoniza el capítulo “Arkangel” tenía algunos rasgos de ella. “Siempre me gastan con que estoy chequeando todo el día la aplicación de rastreo que tengo con mi hija”, dice Laura, mamá de Caetana, de 16 años. En ese capítulo, una madre decide insertar un chip en el cerebro de su hija. A través de él puede saber dónde está, qué ve, qué escucha, qué le aumenta los latidos del corazón y hasta tiene la opción de nublarle la vista en caso de que algo desagradable esté pasando delante de ella. El género ciencia ficción de Black Mirror no es tan futurista, es más bien una constante problematización de lo contemporáneo. Laura decidió instalar el sistema de geolocalización a partir de un desencuentro que tuvieron un día que Caetana estaba en la clase de danza y por dos horas no atendió el celular. La adolescente es bailarina clásica, va al colegio en Villa Crespo y toma clases en Once. Pasa varias horas en la calle. Aquella vez, Laura se asustó mucho y le propuso usar la aplicación Life360, que permite rastrear el celular y elegir una ubicación segura. “Nosotras usamos nuestra casa como el lugar seguro, cuando ella llega ahí o sale, la aplicación me avisa y yo ya me quedo tranquila”.
La posibilidad de rastrear personas ya es un hecho en la actualidad, y los padres, sobre todo, hacen uso (¿y abuso?) de la tecnología que tienen a disposición. En este sentido, lo que está siendo cada vez más frecuente entre amigos, parejas y familias es la posibilidad de compartir la ubicación en tiempo real. Hace pocos meses, WhatsApp se sumó a las aplicaciones que tienen esta opción: Telegram, Google Maps y Facebook Messenger. Es cierto que las aplicaciones y los dispositivos dirigidos específicamente al rastreo de chicos no son tan invasivos como plantea “Arkangel” (es decir, no se implantan chips en los cerebros de los niños), pero las aplicaciones para geolocalización, las de control de contenido de lo que pueden ver en Internet o en la televisión, los relojes con micrófono para escuchar el sonido de donde están, los softwares para controlar de manera remota la actividad que tienen los chicos en sus celulares ya son herramientas utilizadas en el mundo y en la Argentina.
Como ventaja, Laura dice que desde que tienen la aplicación la llama menos y eso aminoró los roces entre ellas, simplemente la va siguiendo por el mapa. “No se trata de un tema de confianza. Nosotras conversamos de todo, soy una mamá comprensiva pero soy miedosa, asumo que el miedo es mío, que soy pesada y que me tranquiliza saber dónde está”. Agrega que esta aplicación es la que más la convenció porque, a diferencia de compartir ubicación de WhatsApp, esta no tiene que activarla su hija sino que está siempre prendida excepto que no haya buena señal o que decida apagarla. Aparte puede ver si se está quedando sin batería. “Yo sé que a veces la apaga y si bien me desespera, respeto su privacidad”.
Como buen relato de ciencia ficción y suspenso, el capítulo de Black Mirror plantea un escenario de riesgo verosímil que interpela al público porque genera mucha identificación. “El acierto visionario de ese capítulo es que da cuenta de un proceso que se está constituyendo en el mundo contemporáneo: el avance del control tecnológico de la vida. En este caso particular es la tecnología metida en el cuerpo y la posibilidad de control de padres o madres hacia niños a partir de implantes”, reflexiona Esteban Ierardo, filósofo, docente de la Universidad de Buenos Aires y autor de Sociedad pantalla. Black Mirror y la tecnodependencia (Ediciones Continente). Considera que el éxito de la serie se debe a que capta muy bien por dónde pasan los grandes problemas de esta época. Así es la lógica de la serie creada por Charlie Brooker, verse lo más contemporáneo posible. “Las ficciones de Black Mirror son eficaces catalizadores para un pensar inquisitivo y cuestionador de muchos aspectos de una sociedad digitalizada”, escribe Ierardo en Sociedad pantalla.
Frente a la desesperación que sufre la madre luego de extraviar a su hija, decide experimentar una prueba piloto de un sistema de seguridad, esos productos encantados que aparentan tener la solución a toda angustia. Un producto que vuelve a atar ese cordón umbilical. Arkangel es un sistema que parece resolver todos esos miedos del desprendimiento: que se pierda, que la secuestren, que esté expuesta al peligro, que presencie situaciones violentas.
¿Muy lejos del presente? No tanto. Porque la idea de que los chips pueden ampliar nuestras capacidades físicas y mentales ya es una realidad. En junio de 2017, sin ir más lejos, la biohacker Janine Medina, especialista en sistemas únicos de información, visitó nuestro país e implantó 25 chips subcutáneos a personas. Sí, así como se lee. Eran chips NFC, de comunicación de campo cercano, que funcionan por proximidad a un lector (es el mismo de la tarjeta SUBE).
La disciplina biohacker es una suerte de inteligencia artificial: busca gestionar la propia biología con los avances de la tecnología, maximizar las capacidades humanas.
Medina es consultora de varias compañías de salud. En la conferencia de ciberseguridad andsec en la que expuso el año pasado, dijo que cada uno puede usar el chip como quiera. Ella lo usa para abrir la puerta de su casa, para bloquear su computadora; otros lo configuran para guardar información privada o historias clínicas.
la utilización de estos dispositivos puede tener algunas desventajas: la sensación de control puede ser tranquilizadora, provocar un bienestar y crear así una dependencia. Enzo cascardo, médico psiquiatra, director del centro de investigaciones Médicas de ansiedad y autor del libro Tecnoadictos investigó acerca de la dependencia que pueden generar los dispositivos tecnológicos en la vida cotidiana. cascardo reflexiona: “la intolerancia a la incertidumbre genera mucha ansiedad y las aplicaciones de rastreo parecen dar certeza y cierto control. Tanto en los padres como en los hijos. pero es muy importante que toleremos esa incertidumbre, es lo que forma nuestra psiquis”.
Es por eso que la posibilidad de monitorear en tiempo real dónde están o qué hacen los hijos cuando están conectados podría generar una conducta dependiente porque da la ilusión de control de la situación. “cualquier consumo puede generar una conducta adictiva, primero es el bienestar y después es el malestar de no tenerla”.
Entre las opciones de rastreo existen también los relojes con GpS que están apuntados a chicos de 4 a 10 años y permiten, mediante una aplicación en el celular de los adultos, seguir su localización y establecer zonas seguras. Diseñados con comandos sencillos para llamar a los padres, un botón de pánico que alerta a sus contactos si el chico se siente en peligro y también tienen la posibilidad de la llamada silenciosa: los adultos registrados pueden llamar y a través del micrófono del reloj pueden escuchar el sonido de donde está sin que el niño lo perciba. Entre las marcas más conocidas están Weki, instto y Bipy de personal.
Benjamín tiene 8 años y se divierte sacando fotos con su reloj Bipy. no le molesta llevarlo, todo lo contrario, a veces no le saca la mirada de encima y ya aprendió a bajar las fotos y videos a la computadora. “Elegimos comprar el reloj de GpS porque nos pareció que todavía era chico para un celular”, dice Gerónimo armesto, papá de Benjamín. Si fuera por él lo llevaría a todos lados, pero los padres tratan de que use el reloj en situaciones fuera de la rutina. “cuando Benja hace alguna actividad fuera de lo cotidiano, se pone el Bipy. no lo usa todos los días para ir al colegio, pero si alguna tarde ya sabe que se va a lo de un compañero o a taekwondo y lo llevan otros padres, se lo pone. o ahora, en vacaciones, que va a la colonia y se traslada en combi”. Gerónimo dice que no se considera un papá controlador, nunca usó la llamada silenciosa y trata de invadirlo lo menos posible, pero le da tranquilidad poder saber dónde está su hijo cuando no están juntos.
no hace falta ser un hacker para observar la actividad del celular de un hijo. Hay herramientas que permiten controlar de manera remota la actividad del smartphone, como un spyware. net nanny o Qustodio son los más conocidos. Se descargan a través de las tiendas de aplicaciones e instalan en cada uno de los celulares. Una vez hecho eso, se puede ver en la pantalla propia todo lo que pasa en otro celular, se pueden gestionar los tiempos de actividad online, filtrar contenido peligroso, ver el uso de sus redes sociales.
las preguntas son evidentes. ¿Hasta dónde es seguridad y hasta dónde invasión? ¿cuidado o intromisión?
“El límite entre intromisión y protección es muy fino. no es lo mismo decirle a un adolescente que te muestre lo que está haciendo en las redes sociales que espiarlo, que entrar a sus cuentas sin su permiso; esa conducta transgresora de una mamá o un papá marca un camino y un ejemplo”, dice Felisa lambersky de Widder, médica pediatra y psicoanalista, miembro titular de apa y especialista en niños y adolescentes, que no desaconseja la utilización de estos dispositivos, pero sí estar atentos a ciertos excesos. “las herramientas de rastreo o control parental deben usarse en dosis y sin que eso corte el diálogo familiar. no delegar en la tecnología la enseñanza de cómo manejarse en la calle, de estar alerta, de poder detectar una situación de peligro y reaccionar más allá de apretar el botón de pánico”.
El capítulo “arkangel” recorre la vida de Sara desde que es una niña, cuando se le implanta el chip, hasta su adolescencia. por más vigilada que esté, ella busca la transgresión: decirle a la madre que va al cine cuando en realidad sale con un chico. “los adolescentes, por más sobreprotegidos que estén, buscarán la manera de oponerse y es sano que lo hagan. En este caso, apagando el celular”, dice lambersky de Widder.
para los viajes de egresados, desciente de hace unos años que se usan las pulseras con chip de proximidad con código único, conocidos también como rFiD (radio Frequency identification, según siglas en inglés). Efesur es el sistema desarrollado por la empresa argentina Fixen. Se trata de pulseras que permiten el control y monitoreo de grupos, cada pasajero tiene su pulsera de pVc (que solamente se la pueden quitar si la rompen), a la que se asocian sus datos personales, teléfonos de emergencia y ficha médica. “cuando son grupos grandes, este sistema te permite controlar si todos los chicos entraron al micro y hasta salta una alerta si alguno registró su salida del boliche, pero no el ingreso al hotel después de cierto tiempo”, explica Santiago rial, uno de los creadores del sistema Efesur y aclara que no es lo mismo que un GpS, “nosotros ponemos los checkpoints fijos en hoteles y discotecas o móviles a través de un celular. los chicos acercan la pulsera y así queda el registro de la última ubicación”.
a través de un panel de control que solamente necesita de internet, las agencias de viajes u operadores de servicios pueden acceder a la información, monitorear, seguir las actividades y mediar con los padres que solicitan información. “Solamente nosotros podemos hacer la lectura del chip, si alguien encuentra una pulsera tirada, por más que tenga un lector rFiD, solamente obtendrá un número”, dice rial.
localizar personas en tiempo real, ver y escuchar qué hacen, intervenir en las conductas humanas a través de dispositivos parecía algo futurista, pero está ocurriendo y se está metiendo en los ámbitos más íntimos de nuestras vidas. la relación de muchos padres e hijos está mediada por todas estas herramientas. no es algo nuevo, pero todavía es difícil de regular hasta dónde es seguridad y hasta dónde es control. Esteban ierardo indaga sobre estos temas en Sociedad pantalla y dice: “la tecnología invade los cuerpos y los cerebros en este caso. pero siempre está la resistencia paralela: desde lo jurídico, el foco está en no violar el derecho de la libertad y la privacidad. Desde la psicología humana, siempre estará la posibilidad de burlar estos dispositivos. Tal vez en un planteo extremo, el chip hasta podría dominar la conducta de aceptación”.
Monitorear en tiempo real podría generar una conducta dependiente Entre las opciones de rastreo existen los relojes con GPS para chicos de 4 a 10 años ¿Se trata de seguridad o invasión? ¿Cuidado o intromisión? La relación de muchos padres e hijos está mediada por estos dispositivos