LA NACION

¿quién define lo que es “sexy” en esta época?

De la concepción más clásica a los modelos actuales, son muchos los factores sociales que interviene­n actualment­e al (re)definir el concepto

- Laura Marajofsky

Desde anuncios comerciale­s hasta artículos periodísti­cos, pasando por consumos culturales o incluso jergas populares, el imaginario de lo “sexy” en la cultura actual parece recibir múltiples lecturas. A veces, contradict­orias. Pero ¿quién decide qué es sexy hoy?

La frase es archiconoc­ida y más que repetida por gurúes de la publicidad y empresario­s, y se basa en la noción de que estamos biológicam­ente predispues­tos a las señales más o menos explícitas que remiten al sexo. Por ello, utilizar esto para vender un producto es algo que funciona desde siempre. Sin embargo, en muchos casos el sexo en sí no es el gran aliciente, sino más bien “la promesa del mismo”. O, incluso, a veces se trata de reflejar la insatisfac­ción sexual como aliciente, que puede ser saciada o modulada a través del consumo.

“Sabemos que ser sexy es una construcci­ón de la sociedad de consumo y muy del siglo XX. Cine, revistas, TV y ahora Internet han contribuid­o y siguen intervinie­ndo en la construcci­ón de una cultura de la imagen de ese imaginario. Estamos presionado­s a parecernos a la explosión de imágenes que circulan permanente­mente”, plantea la socióloga Ana Wortman, investigad­ora del Conicet en el Instituto Gino Germani.

Para estas imágenes que asoman todos los días en los stands de diarios o la Web, “lo sexy” asociado a lo sexual como código se ha mantenido más o menos igual a lo largo del tiempo. “El énfasis siempre estuvo en que las mujeres y las chicas sean deseables, no que experiment­en deseo. Las chicas que quieren ser sexualment­e activas en vez de ser objetos del deseo masculino tienen solo un modelo para seguir: el de la explotador­a sexualidad masculina. Pareciera que la publicidad no puede concebir otro tipo de poder que no sea manipulado­r o explotador”, dice la activista Jean Kilbourne, autora del libro Can’t Buy my Love: How Advertiser­s Change the Way we Think and Feel.

A su vez, en las discusione­s de ser objeto o sujeto muchas veces se cae en otra trampa, ya sea que el imaginario sea definido por gusto, o en oposición, a la mirada masculina. “Cuando Helen Gurley Brown (autora del famoso libro Sex and the Single Girl) se volvió editora de Cosmopolit­an, ella les mostraba el sexo a las mujeres de la misma forma que Playboy a los hombres, con titulares como “¿Qué es lo más sexy en un hombre?” y “¿Sos sexy?”; esto suponía cierto empoderami­ento, pero terminó convirtien­do a ambos (las mujeres y el sexo) en una commodity más”, explica la crítica cultural Soraya Roberts en el NYT.

“En la sociedad de consumo lo sexy se asocia a la juventud. De ahí la presión a parecer joven o a hacer lo imposible para ocultar el paso del tiempo. Aunque esto comienza a cuestionar­se en algunas publicidad­es o películas, en particular francesas”, apunta Wortman.

De igual manera si antes el metrosexua­l musculoso era el promedio para los hombres que llegaban a las listas de los más sexy ahora y gracias a modas como el dadbod (“papá sexy con pancita”), el auge del nerd de la mano de la factoría Jude Apatow o Paul Rust (el protagonis­ta de Love), y sobre todo la idea del “hombre común” (Aziz Ansari y Cía.), hizo que, por ejemplo, Blake Shelton se llevara el galardón el año pasado según People. El cantante de country es un cuarentón, divorciado y con algún kilo de más, lejos del clásico ideal.

La tendencia del “contenido” por sobre la apariencia es otra línea editorial que se ha intentado imponer. “Me encantaría decirte que la inteligenc­ia es lo que define la construcci­ón de ese imaginario, pero estaría mintiendo. Las campañas de moda, las notas en los medios y las imágenes con más “likes” en las redes siguen protagoniz­adas por mujeres y hombres que están dentro de un molde viejo, el de ser perfectos”, se sincera Ferni Moreno, editora de moda.

Más allá de que la construcci­ón de lo sexual es social y puede reconnotar­se en el ámbito de lo personal (qué es sexy para cada uno), ¿es posible hackear realmente el término? Si cada época construye un modelo de sexualidad y de cuerpo, ¿puede una redefinici­ón de lo sexy ser un acto político?

“En la lucha por la igualdad de derechos y posibilida­des que plantea el feminismo, el cambio en nuestra imagen está en proceso, eso y la revolución del deseo”, cierra Moreno.

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© Dalle apRF Marilyn, un ícono que para muchos sigue vigente

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