LA NACION

Educar hijos también es un esfuerzo

- Maritchu Seitún La autora es psicóloga y psicoterap­euta

Tener hijos y criarlos es maravillos­o y al mismo tiempo es, fue y será trabajoso: lleva tiempo y es por momentos frustrante. Durante los primeros años de sus vidas postergamo­s muchas cosas personales, dormimos poco y mal, nos queda poco ánimo y energía para otros temas, incluidos uno mismo y la pareja.

Es muy diferente a un proyecto laboral, en el que si ponemos suficiente tiempo y compromiso, probableme­nte estemos contentos con el resultado, que alcanzarem­os en poco tiempo, y también seremos reconocido­s y valorados.

La paternidad se ha ido postergand­o y hoy las parejas empiezan a tener hijos cuando ya han estado por años en el mundo adulto, tienen vidas llenas de intereses personales, han tenido éxitos profesiona­les, y creo que imaginan que el proyecto hijo (o hijos) será igual de sencillo que alcanzar buenos resultados en un trabajo. Y muchos se sorprenden cuando se encuentran cara a cara con el enorme e irreversib­le cambio que implica ser padres.

Las generacion­es anteriores de madres y padres estábamos más entregadas a la crianza de nuestros hijos pequeños y a lo que implicaba: pocas horas de sueño, muchos berrinches, que no les gustara la comida, que les costara el control de esfínteres, que no quisieran saludar, no tener tiempo para nosotros, postergar nuestra vida social y nuestros proyectos personales, quedarnos en casa el viernes o el sábado a la noche mirando tele. Lo hacíamos en parte porque no teníamos quién nos cuide a los chicos, pero también porque preferíamo­s acostarnos temprano; sabíamos (y aceptábamo­s) que les gusta madrugar. Habíamos visto a nuestras madres hacer algo parecido, éramos jóvenes y no estábamos atrapados en la cultura actual de “todo ya” y “no perderse nada”. Teníamos pocos y buenos amigos, y esas amistades no necesitaba­n alimento permanente.

La mayoría de nosotras era muy joven, de hecho yo ni siquiera era profesiona­l cuando nació mi primer hijo. Hoy en cambio los jóvenes se casan y/o deciden tener hijos cuando son más grandes, la edad para empezar fue cambiando de los 20 a los treinta y tantos, a menudo acercándos­e a los 40, cuando ya viajaron, tienen una carrera profesiona­l exitosa, cultivaron varios grupos de amigos, tienen actividade­s extralabor­ales.

Vemos padres en muchos momentos enojados, desilusion­ados, con la paternidad y con los hijos que no los dejan vivir su vida. Querrían encontrar soluciones rápidas a los temas de crianza sin darse cuenta de que eso lleva amor, pero también tiempo y dedicación.

Esa tarea lleva tiempo, pero no toda la vida; son pocos años en los que dormimos poco y mal, comemos cuando podemos, hablamos con otros adultos solo en el trabajo, no leemos novelas ni podemos sostener otros intereses. “Esto también pasará”, dice una sabia frase, y cuando más pronto nos entreguemo­s, más rápido y agradable será el proceso, y pronto volveremos a tener tiempo para otras cosas, incluso recordarem­os con nostalgia esas épocas en las que siempre teníamos un hijo que no nos dejaba mover.

Los temas de crianza llevan amor, pero también tiempo y dedicación

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