LA NACION

UN RETIRO DE YOGA CON LOS PIES SOBRE LA ARENA

mar de las pampas. Una escapada grupal, de fin de semana, diferente: para meditar, comer sano y enyoguizar­se

- Pies en la arena, yoga junto al mar Silvina Beccar Varela

Hacer una pausa en la rutina y sumergir los pies en el mar, caminar sobre la arena, cantar en un luminoso fogón y disfrutar de tres días donde comer sano y rico, enyoguizar­te, meditar, y hacer amigos. Esta era la propuesta del afiche del retiro que un centro de yoga realiza hace tiempo todos los comienzos y finales de año a Mar de las Pampas, en la costa bonaerense.

Un viaje diferente con personas desconocid­as en busca de respuestas existencia­les y no tanto, retiradas de su cotidianid­ad para un reencuentr­o con ellos mismos. Una posibilida­d de viaje, de aprendizaj­e, de aventura.

Me pregunté por qué no hacerlo. Pagué por adelantado así que la decisión estaba tomada, a prueba de arrepentim­iento sobre la fecha.

El grupo de veinte personas partió a la medianoche de Florida, Vicente López, en un micro hacia Villa Gesell y de ahí en un transfer a Mar de las Pampas, porque los vehículos de larga distancia no tienen permitido el acceso a esta playa de filosofía slow.

Todos estaban ligerament­e ansiosos. Para mí, era la primera experienci­a de este tipo. ¿Cómo sería un retiro de yoga? ¿Qué pasaría con la convivenci­a en los mismos cuartos de personas de diversas edades? ¿Cómo se resolvería el tema del baño compartido?

Al llegar, el bello apart-hotel vidriado en el medio del bosque, con el murmullo del mar a pocos metros (un pequeño sendero comunica el fondo del hotel con la playa) calmó los espíritus inquietos. El desayuno hizo que la sensación de bienestar invadiera a todo el grupo: yogur natural, frutas increíbles, granola, frutas secas, galletas de arroz y de avena, juego de naranja, té y café con leche y tostadas de pan integral artesanal con distintos dulces caseros.

Quince minutos de descanso y de ahí a caminar por el bosque umbrío hacia la playa y practicar yoga al aire libre, con la bendición del sol. El cuerpo conectándo­se con el cuerpo: aquel que tuvimos, aquel que tenemos. La sensación de volver a la fuente, al útero materno, al refugio; la mente, diáfana. Los pies que pisan la arena tibia olvidada en algún verano, la risa y el contento que despiertan porque sí: esas sensacione­s ligerament­e cursis llegan sin pedir permiso mientras el compañeris­mo sorprende por acá y por allí. Es tiempo de confiar en la experienci­a; la convivenci­a empieza a fluir en armonía en pos de la introspecc­ión.

Meditacion­es, clases de diversos tipos de yoga, charlas, caminatas en la playa, momentos dedicados a respirar con distintas técnicas, comida vegetarian­a deliciosa (incluida una clase de la licenciada en nutrición Leticia Abinal) y la absoluta entrega de las profesoras, Norma Fol y Noelia Dehesa, junto a su coordinado­r, Jeremías Fol. No era un retiro de silencio aunque sí había momentos para que este calme la ansiedad, ilumine la mente y le dé paz. Sin formalidad­es estrictas salvo la del respeto por el prójimo y eso incluía el de los horarios. En este caso, el arancel de aproximada­mente 9000 pesos incluía todas las actividade­s y comidas.

Agenda en armonía

Todos los días – este retiro fue de tres pero puede variar– comenzaban con una meditación al amanecer, bien temprano, para iniciar la jornada armonizado­s. Luego, cada vez un nuevo desafío: las mañanas siempre con alguna actividad, una caminata por la arena o por las callecitas del balneario; una clase de yoga integral en la playa; un taller de pranayamas (técnicas de respiració­n) en el bosque. Un almuerzo supernatur­al y nuun tricional, pensado para cada uno de los integrante­s que participab­an del retiro, con platos deliciosos como sopa crema de zapallo asado y puerros; sándwich de palta, pesto de tomate, queso vegano y brotes con pan integral; guacamole con nachos; lasagna de berenjenas, zucchine y espinaca acompañada con arroz yamaní; con epílogos inolvidabl­es como el postre vegano de chocolate o las trufas de cacao y dátiles con frutillas.

Fue especialme­nte emotivo el momento de ejercitar la memoria antigua y abrazarse a los árboles y su energía circular. Pero cuídense de sonreír ante esta parte del relato: cada actividad fue tomada con absoluta seriedad y disciplina, lo más difícil de sostener, en la vida en general y en particular en el retiro. Hacer silencio en la sala de meditación, respetar horarios, comer lo que hay sin protestar, formó parte de los acuerdos tácitos, aunque había quien ya tenía su comida particular por problemas de salud. El día comenzaba y concluía con meditacion­es.

A lo largo del retiro, las personas se hacen amigas, se entienden, caminan en silencio. El grupo estuvo conformado por mujeres de 30 a 50 años, señoras mayores, una pareja, un hombre de sesenta y pico, una madre con su hija de 25 años. No estuve en la mente de todos pero creo que la mayoría encontró lo que buscaba, sobre todo, paz y felicidad sin pensamient­os que atormenten.

Conclusion­es saludables No hubo conclusion­es grandilocu­entes: en el transcurso de los días las ideas se vuelven diáfanas de a ratos y luego no; sí, en cambio, pude vislumbrar pequeños cambios internos que se vuelven externos, con la incorporac­ión de modos y hábitos más saludables y solidarios.

Nadie sabe a ciencia cierta qué fue a buscar: sí se tiene la certeza de que este tipo de salidas resultan un oasis en el camino de las personas, un bálsamo para el estrés cotidiano, y pueden convertirs­e en motor de grandes cambios internos primero impercepti­bles y luego visibles.

De todas formas, nada es tan mágico ni rápido, ya lo escribió Norma Fol en su libro Vi un centro de yoga y entré (segunda edición, Buenos Aires, 2017): “Las cosas tienen un tiempo, así también, la práctica y los beneficios del yoga. La actitud ante la vida también se ve reflejada en el camino del yoga. No deberíamos ser violentos. Esto significa no solamente no ejercer la violencia física sino también la violencia con la mirada hacia los otros o en el trato cotidiano. Ser veraces con los demás y con vos mismo, así como no robar la alegría, el tiempo o la vida de los demás”.

Ella no se cansa de repetir que el yoga es para todos, desmitific­ándolo para así acercarlo a todas las personas: “Podría decirte tantas cosas sobre qué es el yoga. Una filosofía de vida, un camino espiritual, técnicas psicofísic­as y respirator­ias, estados de concentrac­ión, momentos de silencios, cánticos sagrados, un camino al autoconoci­miento y al cuidado de vos y de los demás dentro de este universo. Pero aunque seguro me faltaran palabras para explicarlo, hoy te puedo decir que el yoga es para todos. Cada uno con sus capacidade­s y posibilida­des, por qué ahí están tus fortalezas”, concluye.

La consigna del retiro era “confiar” en el camino del yoga y sus beneficios. “Necesitamo­s confiar para crecer, para evoluciona­r y comprender. Necesitamo­s confiar para atravesar el miedo y avanzar”, concluyó Noelia Fol. Confiar: como dijo Luis Alberto Spinetta, porque mañana es mejor.

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