LA NACION

El clima asfixiante y de opresión que logra el gran artista alemán

- Alejandro Lingenti

S e ha dicho muchas veces que la debilidad más evidente de Las amargas lágrimas de Petra von Kant tiene que ver con su origen teatral. Un razonamien­to automático que puede rebatirse con facilidad viendo la película.

Filmada en una etapa brillante de la carrera del provocador cineasta alemán, centrada sobre todo en el retrato implacable de relaciones humanas que funcionan según las leyes de la economía de mercado (de ese período son también los films La ley del más fuerte y Solo quiero que me amen), la película presenta al amor como crudo instrument­o de dominación y teñida de una oscura misantropí­a.

Encarnada con mucha solvencia por Margit Carstensen –una de las actrices fetiche de Fassbinder– Petra von Kant, una prestigios­a, díscola y traumada diseñadora de moda, es la encargada de subrayarlo: es ella quien define fríamente a los seres humanos como “duros y brutales” y también quien señala que todos necesitamo­s de los demás, pero nunca sabemos cómo resolver el asunto de la convivenci­a. Quebrada, desencanta­da de un matrimonio que se hundió en el fracaso, resentida con un mundo al que considera superficia­l y miserable, esclaviza a su sirvienta (Irm Herrman, a la que, se dice, el propio Fassbinder trataba con notorio desprecio en cada rodaje) y se enamora perdidamen­te de una joven y ambiciosa aspirante

a modelo (Hanna Schygulla) con la que tendrá una relación fatalmente tormentosa. Fassbinder consigue crear un clima opresivo y asfixiante con una puesta en escena diagramada con enorme precisión.

la película está dividida en cuatro actos y un epílogo que se desarrolla­n en un mismo escenario, pe- ro lejos del cuestionab­le lastre del “origen teatral”, se independiz­a y levanta vuelo gracias, justamente, a los recursos cinematogr­áficos a los que apela el director: los travelling­s envolvente­s y manierista­s, los zooms artificios­os, los enfoques en picado, los pregnantes primeros planos, la aparición de unos inquieestá tantes maniquíes que simbolizan la falta de libertad de los personajes, la utilizació­n de las barras de hierro de la cama que es centro de operacione­s de la deprimida Petra y de las sombras de una persiana para reforzar la idea de encierro... Más que “una obra de teatro filmada”, Las amargas lágrimas de Petra von Kant es un ejemplar kammerspie­lfilm inspirado en las experienci­as escénicas desarrolla­das por Max reinhardt en el que Fassbinder, muy fiel a su estilo cuestionad­or y pendencier­o, decreta con pesimismo y a través de una brillante tetralogía (la completan Martha, Nora Helmer y Effi Briest) que, más que abolir las relaciones de poder, la liberación de la mujer es un simple intercambi­o de roles.

Sin dudas, un punto de vista que hoy luce más urticante que nunca.

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Fassbinder

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