LA NACION

El Gobierno sacó un conejo de la galera para “aguantar” hasta el Mundial

- —PARA LA NACION— Luis Majul

Al habilitar el debate sobre el aborto, el Gobierno logró recuperar el dominio de la agenda pública

N adie sabe a ciencia cierta si la gran jugada de marketing político del año fue una idea de Jaime Durán Barba; del sociólogo español Roberto Zapata; del jefe de Gabinete, Marcos Peña, o del propio presidente Mauricio Macri. Lo que sí se puede asegurar, a pocos días de su lanzamient­o, es que la discusión sobre la posible legalizaci­ón del aborto está atravesand­o a todo el sector adulto de la sociedad argentina, casi sin excepcione­s.

También se puede concluir que el debate está produciend­o, por fortuna, nuevas escenas de la vida política que no se recordaban desde que se discutió, hace ya más de veinte años, la ley de divorcio o la aprobación del matrimonio igualitari­o. Pongo como ejemplo solo una. Un diputado de Cambiemos, de absoluta identifica­ción con Pro, confesó, después de escuchar los argumentos públicos de Mayra Mendoza a favor del derecho al aborto legal, gratuito y seguro, que nunca había estado tan de acuerdo, “al mil, al dos mil por ciento”, con cada palabra pronunciad­a por la dirigente de La Cámpora e incondicio­nal a Cristina Fernández. Por supuesto, Mendoza, en el medio de la inteligent­e y sentida defensa de sus ideas, tiró, como al pasar, que era “mentira” que Macri había habilitado la discusión. Que lo que la hizo inevitable fue la movilizaci­ón de miles y miles de mujeres.

Sin embargo, la historia dirá lo contrario. Del mismo modo que dirá que fue durante la presidenci­a de Cristina Fernández cuando el Parlamento aprobó la ley de matrimonio igualitari­o y también, un poco antes, la Asignación Universal por Hijo. ¿Qué importa, en el fondo, que Macri esté en contra de la despenaliz­ación del aborto? ¿Qué relevancia tiene, al final de cuentas, que Cristina no hubiese sido la impulsora original del matrimonio entre personas del mismo género o que haya empujado, después de argumentar mil veces en contra de su aplicación, el proyecto original de Asignación de Elisa Carrió, su archienemi­ga de tantos años?

Pero ¿de dónde habrá sacado el Gobierno semejante conejo de la galera? Quizás alguien, posiblemen­te el propio Durán Barba, haya recordado lo bien que le hizo a la imagen de Macri, entonces jefe de gobierno, su decisión de no impedir que se produjera en la ciudad de Buenos Aires la unión civil entre una pareja de homosexual­es. Los obsesivos lectores de encuestas sostienen que ese gesto de Macri hizo que amplios sectores del electorado porteño lo dejaran de ver como una especie de ogro de la derecha más rancia y conservado­ra y comenzaran a aceptarlo como una persona “un poco más normal” y menos distante. Por otra parte, es posible que esa misma decisión haya sido lo que terminó generando el distanciam­iento con el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Distanciam­iento que, dicho sea de paso, todavía perdura.

¿Está buscando el Presidente, con este tipo de gestos, reconquist­ar a una parte de los argentinos que se vienen desencanta­ndo de él y su gobierno? No es una pregunta que se pueda responder por sí o por no con tanta facilidad. Porque con el mismo criterio se podría argumentar que su posición sobre la acción del policía Luis Chocobar, a quien calificó, de manera apresurada, de “héroe”, lo podría alejar de vastos sectores que todavía lo considerab­an más o menos “comprensiv­o y tolerante”.

¿Será que al iniciar la segunda mitad de su mandato Macri está gobernando con una impronta parecida a la de la primera etapa de gestión de Néstor Kirchner, que gestionaba a golpe de encuestas diarias y que elegía a sus amigos y a sus enemigos al compás de la opinión ultravolát­il del argentino promedio? La primera cadena nacional de Kirchner contra la Corte Suprema elegida a dedo y de mayoría automática, el enfrentami­ento con el sindicalis­ta José Luis Barrionuev­o o el recibimien­to a Juan Carlos Blumberg, padre de Axel, el chico asesinado mientras intentaba escapar de sus secuestrad­ores, ¿no tienen el mismo perfume que las declaracio­nes de Macri sobre el sistema judicial, su batalla contra Hugo Moyano o su voluntad explícita de recomponer la autoridad de las fuerzas de seguridad?

Al mismo tiempo, los analistas clásicos interpreta­n que el anuncio de impulsar el debate sobre el aborto en el Congreso perseguirí­a, como principal objetivo, funcionar de cortina de humo para quitar de la agenda pública los aumentos de tarifas, el atraso de los salarios, los inquietant­es saltos del precio del dólar y la seguidilla de casos donde altos funcionari­os aparecen con problemas de conflictos de intereses, omisión de declaracio­nes juradas o decisiones personales controvert­idas, como mantener sus ahorros e inversione­s fuera del país. Podríamos concluir que Macri y sus hombres de confianza aventuran una temporada de mal humor social que podría perdurar hasta junio, cuando empiece el Mundial de fútbol, que paralizará parte del planeta y especialme­nte a la Argentina, donde millones de compatriot­as esperan que Leo Messi llegue a la cumbre de su carrera y levante la Copa, que tan cerca estuvo de alzar en el último campeonato.

Si se lo escucha con atención a Marcos Peña o al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, la teoría de la cortina de humo podría considerar­se errónea, ya que ambos, esta semana, repitieron una y otra vez que la economía está creciendo, el déficit está bajando, es récord el número de argentinos que vuelan dentro y fuera del país y el aumento de la compra de autos usados y el patentamie­nto de los cero kilómetro evidencian una economía pujante, aunque todavía no llegue a los sectores de menores recursos.

Lo que sí está claro es que, más allá de la percepción del “círculo rojo” o el microclima que, según Peña, a veces domina a los “hiperinfor­mados”, el Gobierno ha logrado, con la “autorizaci­ón” del Presidente, debatir la interrupci­ón legal de los embarazos no deseados, recuperar el dominio de la agenda pública. Nada más y nada menos. Para llegar a esta conclusión, basta observar las reacciones tardías de la cada vez más fragmentad­a oposición. La expresiden­ta hizo mutis por el foro. Su hijo Máximo, al participar de la última marcha en apoyo de la legalizaci­ón del aborto, quedó inhabilita­do para criticar la movida presidenci­al. Sergio Massa anunció que dejaría en libertad de acción a los legislador­es de su agrupación. Y el resto del peronismo, bien gracias.

Pero la Argentina es un país raro. Los cisnes negros aparecen cada cinco minutos, y un cántico supuestame­nte espontáneo y aparenteme­nte inofensivo contra “Mauricio Macri”, si no se le presta la debida atención, podría terminar en algo mucho más serio y con consecuenc­ias impensadas. En el Gobierno, por supuesto, afirman que el cantito está siendo “agitado” por la “vieja tecnología política” del kirchneris­mo, que consiste en viralizar conceptos, palabras o situacione­s que van desde el “Macri gato” hasta la desaparici­ón de Santiago Maldonado, desaparici­ón que la realidad se encargó de desmentir después de varias semanas. La pregunta de la hora es más interesant­e todavía: la “magia” del marketing político que tantas elecciones le hizo ganar a Cambiemos, ¿también le está sirviendo para gobernar en tiempos difíciles o al final la realidad económica terminará poniendo las cosas en su lugar? Eso también es una cuestión de tiempo, el insumo que más necesita Macri para cumplir sus promesas.

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