LA NACION

La historia de Fernando Ribas, el goleador de la Superliga: juega en Patronato, pasó por 15 equipos y maneja 5 idiomas

El equipo cordobés vivió un momento delicado en su historia y resurgió con el valor de Frank Kudelka y el trabajo de los dirigentes

- Alberto Cantore

Una campaña con números destacados, de vuelo alto, no se sostiene por la tarea de una sola persona. Talleres diseñó una pirámide y encontró a los intérprete­s correctos para desempeñar un trabajo que ahora provoca admiración, aunque para disfrutar de este presente de ensueño hay que retrotraer­se a 2015, el origen de la aventura. El triunfo sobre Sol de América, en Formosa, luce como fecha del primer estallido de alegría del recorrido, el instante de desahogo que terminó con las penurias y el desencanto. De pie, junto a la línea de cal que limita los márgenes de una cancha, la figura de Frank Darío Kudelka empezó a tomar un protagonis­mo que hoy, 104 partidos después de conducir por primera vez a la T, supera los pronóstico­s.

“Me considero solo una herramient­a más del proyecto, pero no puedo obviar que en nuestro país estamos condiciona­dos por la emotividad social y no solo en el fútbol. Transitamo­s permanente­mente los extremos. Nosotros teníamos la obligación de subir al Nacional B el primer año y la dificultad de conseguir el único ascenso a Primera en el torneo corto que vino después”, le comentó el director técnico a la

nacion, meses atrás. Del torneo Argentino A a la Primera B Nacional y, sin pausa, el salto a la elite para consolidar a Talleres, que ahora enseña con orgullo –desde el segundo puesto de la tabla de posiciones de la Superliga– su ascenso vertiginos­o. Las estadístic­as reflejan que el ciclo Kudelka tiene un 65,1% de efectivida­d y ya superó los 200 puntos, sobre 312 posibles. El pico lo tuvo en la campaña de la B Nacional, con un 77%, en la que el equipo terminó invicto: 14 victorias y siete empates. Una señal de la fórmula que ideó el presidente Andrés Fassi, el promotor de la contrataci­ón del DT cordobés y quien no deja de soñar. “Es una sociedad armónica y exitosa”, la definió el propio dirigente, que pretende retener a Kudelka luego del Mundial.

En un mercado de pases en el que Talleres resultó un club vendedor, con las transferen­cias de Bebelo Reynoso a Boca y de Jonathan Menéndez a Independie­nte como estandarte­s, la contrataci­ón de Santiago Silva no hizo ruido, aunque el goleador se encarga de romper los moldes. Con 37 años, deja su sello en el 17° club que defiende y, de manera especial, entre los jugadores uruguayos. Con el festejo en el juego con Argentinos, el lunes en el estadio Mario Kempes, llegó a los 200 tantos en el profesiona­lismo, el 138º en el fútbol argentino. Una cifra que lo impone como el máximo anotador charrúa en el país, superando a un emblema como Enzo Francescol­i. El recorrido por la Argentina empezó en Newell’s; luego se sucedieron Gimnasia y Esgrima La Plata, Vélez, Banfield, Boca, Lanús y Arsenal. Antes de firmar con Talleres, Silva sostuvo conversaci­ones con Belgrano. El técnico Pablo Lavallén había solicitado su contrataci­ón, después de que Universida­d Católica de Chile desistiera de renovar el vínculo, pero el goleador, que en sus inicios en el baby fútbol fue defensor, terminó en la vereda opuesta. “Recién en las juveniles empecé a hacer goles y desde ahí fui delantero para siempre”, comentó el Tanque, que heredó de su padre Raúl –nació en Tacuarembó y llegó a jugar en la Reserva de Nacional– la afición por el fútbol. “Me entreno como si tuviera 20, aunque a cierta edad lo que intento es contagiar”, dice, de modo risueño, Silva.

La posición de Talleres en la tabla de posiciones, segundo a nueve puntos de Boca, no se trata de una casualidad. Es el resultado de un plan, de un proyecto y del respeto por un conductor como Kudelka.

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Archivo Kudelka creó una estructura que no para de crecer

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