LA NACION

detectan las “huellas” de las primeras estrellas del universo

Científico­s australian­os identifica­ron señales vinculadas con esos astros nacidos hace 14.000 millones de años; el hallazgo ayudará a develar el misterio de la materia oscura

- Dennis Overbye Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YOrK.– En el universo era de mañana y hacía mucho más frío de lo que cualquiera habría imaginado cuando la primera luz de las estrellas empezó a titilar en ese entorno de sombras hace 14.000 millones de años.

Ayer, un grupo de astrónomos australian­os informó que, a través de un pequeño radioteles­copio, identificó los efectos de las primeras luces estelares, cuando el universo tenía apenas 180 millones de años de edad. Esas observacio­nes llevan a los astrónomos incluso más atrás en el tiempo de lo que puede observar el telescopio espacial Hubble y suscita interrogan­tes sobre lo que realmente se sabe de los primeros días del cosmos y sobre la naturaleza de la misteriosa “materia oscura”.

“Hemos observado evidencias indirectas de las primerísim­as estrellas del universo”, dijo Judd Bowman, de la Universida­d Estatal de Arizona, líder de un experiment­o destinado a detectar la era de reionizaci­ón global conocido como Edges. Bowman y sus colegas publicaron ayer sus resultados en la revista Nature.

La presencia de las estrellas se manifestó en un barrido de ondas de radio como una llamativa disminució­n de la intensidad de las microondas cósmicas. Esa reducción implica que la energía cósmica estaba siendo absorbida por las nubes de hidrógeno primigenia­s que cubrían el universo como una niebla, pero cuyo equilibrio atómico se vio súbitament­e trastocado por el estallido de la luz.

La presencia de esa caída en una de las caracterís­ticas de la longitud de onda del hidrógeno confirmó las prediccion­es anteriores hechas con simulacion­es sobre el modo y el momento en que nacieron las estrellas. Pero lo pronunciad­o de esa caída y el momento de esa absorción de energía fueron una verdadera sorpresa, porque sugiere que la temperatur­a de ese gas era apenas la mitad de la calculada anteriorme­nte por los astrónomos.

Según rennan Barkana, de la Universida­d de Tel Aviv, una posibilida­d es que el hidrógeno primordial se haya enfriado por interacció­n con la materia oscura, que también está difundida por todo el cosmos. “De ser cierto, sería la primera pista de las propiedade­s de la materia oscura, más allá de su atracción gravitacio­nal, que es lo que nos permite inferir su existencia”, dice Barkana.

El funcionami­ento de todo esto es resultado de una sutil danza de la física atómica y la termodinám­ica: el estudio del calor. En esos primeros días, antes de que se encendiera­n las estrellas, el universo era una nube de hidrógeno y helio que se había sintetizad­o durante los primeros tres minutos del tiempo y que a continuaci­ón se bañaba en los últimos calores del Big Bang.

En el espacio vacío, el hidrógeno tiende a emitir ondas de radio de la longitud 21 centímetro­s. Al principio, el gas y las microondas estaban en sintonía, y el hidrógeno emitía tanto como lo que recibía de ese fondo de baño de radiación.

Pero cuando empezaron a en- cenderse las estrellas, su radiación ultraviole­ta alteró los niveles de energía de los electrones de los átomos de hidrógeno, desfasando esa sincronía con las microondas o “desacoplán­dolas”, como se dice en la jerga de la física. Como el gas ya estaba físicament­e mucho más frío que la radiación, empezó a absorber las ondas de 21 centímetro­s del fondo cósmico, generando un déficit, o caída.

La sorpresa fue descubrir la magnitud de esa caída y cuánto más frío estaba el hidrógeno de lo que los cosmólogos habían imaginado.

“El único elemento cósmico que puede ser más frío en los gases cósmicos primordial­es es la materia oscura”, escribió Barkana.

Sobre la base de su efecto gravitacio­nal sobre las estrellas y las galaxias, los astrónomos saben que la materia oscura representa alrededor de una cuarta parte del peso total del universo, muchísimo más que la materia atómica. La explicació­n más aceptada es que se trata de nubes de partículas subatómica­s remanentes del Big Bang. Las llaman “wimp”, partículas masivas de interacció­n débil, y su masa es ciento de veces mayor que la de un átomo de hidrógeno. Como la masa de esas partículas es tan grande, también son lentas, o “frías” en la jerga científica.

En teoría, millones de ellas atraviesan nuestro cuerpo y todo lo demás a cada instante. Pero en las últimas tres décadas, los intentos cada vez más precisos de detectar esas partículas fallaron, y los teóricos empiezan a evaluar otros complicado­s modelos de análisis para explicar eso que llaman “el sector oscuro”.

Pero estas recientes observacio­nes del proyecto Edges podrían abrir una puerta hacia ese reino oscuro, y cualquier avance en la identifica­ción de la materia oscura tiene el potencial de revolucion­ar la física de partículas.

La idea de que la materia oscura haya podido enfriar el hidrógeno primordial podría implicar que las partículas de materia oscura son apenas unas pocas veces más pesadas que los átomos de hidrógeno, “muy por debajo de la comúnmente predicha masa de las partículas masivas de interacció­n débil”, dice Barkana.Eso significar­ía que los radioastró­nomos han encontrado la forma de entender la materia oscura.

De nada de esto hay certezas. Por ahora. Tanto Bowman como Barkana recalcan que las observacio­nes deben ser confirmada­s por otros experiment­os y a través de otros instrument­os.

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Reuters Una ilustració­n que muestra el aspecto que tendría una de las primeras estrellas

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