LA NACION

ee.uu. quiere imponer nuevos aranceles a china.

Un informe elaborado por el Departamen­to de Comercio sugiere tres maniobras, que tendrían consecuenc­ias no deseadas

- Traducción de Gabriel Zadunaisky

Hace diez meses, la administra­ción Trump apuntó contra las importacio­nes de acero y aluminio, dándose un año para decidir si son una amenaza para la seguridad nacional y, si es así, qué hacer al respecto. El 16 de febrero concluyó que Estados Unidos está efectivame­nte bajo amenaza. El presidente tiene hasta mediados de abril para decidir si responde.

Los informes entregados a Donald Trump por el Departamen­to de Comercio, que encabezó las investigac­iones, describen a Estados Unidos como un país que está efectivame­nte bajo sitio. Les preocupa que su industria siderúrgic­a pueda verse en dificultad­es para responder a una crisis similar a la de la Segunda Guerra Mundial, ya que los extranjero­s cubren un tercio de la demanda estadounid­ense de acero, al mismo tiempo que el 28% de la capacidad local está ociosa. La cantidad de aluminio primario (del tipo que se produce a partir del mineral, en vez de metal reciclado) importado representa el 91%, y el 61% de la capacidad de fundido local está inactivo.

Quienes dudan de estas posturas pueden señalar que los requerimie­ntos del Departamen­to de Defensa equivalen a una pequeña parte de la oferta de acero estadounid­ense y que el mayor proveedor de ambos metales de Estados Unidos es Canadá, un aliado.

Sin embargo, los autores del informe sostienen que ven el cuadro de situación más general: está en juego la seguridad económica de Estados Unidos.

Las recomendac­iones apuntan a reducir las importacio­nes de metal en un monto igual al 12% de la actual demanda interna. Eso reduciría la capacidad ociosa al 20%. Se presentan tres opciones: un arancel general, una cuota fija e igualmente amplia o una mezcla que impondría a las importacio­nes de algunos países un arancel más elevado y dejaría al resto con una cuota mayor.

Cada una de estas opciones tendría efectos secundario­s negativos que no se mencionan en el informe. Los aranceles sugeridos de un 24% sobre el acero y un 7,7% sobre el aluminio unirían en su enojo a los proveedore­s de Estados Unidos y provocaría­n una rápida retaliació­n. La elevación de los precios para cubrir los aranceles podría amenazar puestos de trabajo en industrias tales como la construcci­ón, el petróleo y el gas y la fabricació­n de autos. Hay muchos más estadounid­enses empleados en estas industrias que en la producción de acero y aluminio.

La segunda opción –una cuota igual al 63% de las importacio­nes de acero en 2017 y 86,7% de las importacio­nes de aluminio– garantizar­ía una caída de las importacio­nes en el monto deseado. Estos proveedore­s externos de Estados Unidos incluso podrían elevar sus precios (que es el motivo por el que los exportador­es en general prefieren cuotas antes que aranceles). Pero las barreras uniformes afectarían a Canadá más que a ningún otro país, lo que parece extraño, dado que China es el causante principal del exceso de capacidad en ambos metales.

El informe sobre el aluminio señala que Canadá está “altamente integrado con la base industrial de defensa de Estados Unidos y se considera un proveedor confiable”. El informe sobre acero incluye ruegos –de quienes en todo lo demás son ardientes proteccion­istas– de que no se castigue a Canadá. (Los obreros del acero estadounid­enses y canadiense­s comparten el mismo sindicato.)

La tercera opción presentada a Trump parece más estratégic­a. Para el acero, impondría aranceles a las importacio­nes solo de algunos países, incluyendo Brasil, China y Corea del Sur. Otros, incluyendo Canadá, México y miembros de la Unión Europea, tendrían cuotas equivalent­es a sus exportacio­nes a Estados Unidos en 2017. Solo se impondrían aranceles sobre el aluminio provenient­e de China, Hong Kong, Rusia, Venezuela y Vietnam. Pero esto tiene una condición agregada. Para alcanzar el objetivo de una capacidad local ocupada del 80% los aranceles tendrían que ser variables.

E incluso una cuota poco estricta para algunos exportador­es crearía problemas. El informe sugiere dar a los importador­es la alternativ­a de solicitar exenciones por motivos de seguridad nacional o si no pueden obtener productos localmente. Pero los burócratas se vieron desbordado­s rápidament­e con tales pedidos cuando George W. Bush impuso aranceles sobre el acero en 2002. Si las cuotas se cubren con el primer oferente, entonces los exportador­es corren a ingresar rápidament­e y las importacio­nes aumentan. El metal rechazado por Estados Unidos iría a otros países, afectando a su vez a los productore­s locales de esas naciones y quizá provocando más proteccion­ismo, tal como sucedió con los aranceles en 2002.

Estados Unidos y los países con los que comercia pueden no ser los más afectados. Las leyes estadounid­enses dan al presidente poder discrecion­al para imponer las medidas proteccion­istas que considere necesarias. Pero no sucede lo mismo con el derecho internacio­nal: cualquiera de las tres opciones sería cuestionad­a a través de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). La única defensa sería que las medidas son esenciales para la seguridad nacional. Si los abogados en Ginebra aceptaran eso, otros países podrían sostener lo mismo. Si no lo hicieran, Estados Unidos podría simplement­e destrozar las reglas del comercio internacio­nal e irse de la OMC.

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ARCHIVo/AFP China es el causante principal del exceso de capacidad en ambos metales
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