Malvinas: la batalla humana que hoy tiene respuesta
Resulta un hecho humanitario trascendente haber identificado los cuerpos de soldados caídos en las islas y que los familiares pudieran conocer sus tumbas
El viaje de familiares de casi un centenar de soldados caídos en las islas Malvinas, cuyas tumbas se mantuvieron sin identificación hasta hace muy poco, representa un merecido reconocimiento a quienes durante 36 años esperaron saber del destino de los restos de sus seres queridos.
En un hecho sin precedente, padres, hijos, hermanos, tíos y demás familiares pudieron colocar por fin una flor en esas tumbas antes apenas registradas con la leyenda “soldado argentino solo conocido por Dios”. Esos sepulcros tienen ahora una placa identificatoria y, desde anteayer, rosarios y demás ofrendas acompañan, en el cementerio de Darwin, los restos de buena parte de los caídos argentinos durante la guerra desatada en 1982.
Han sido siempre muy limitados los honores recibidos por quienes ofrendaron entonces sus vidas. Desavenencias en las relaciones internacionales, mezquindades internas y una lamentable sobreactuación, un temerario falso “correctismo político” procuraron hacer ver como normal la anormalidad de negar nuestra propia historia, con todos sus aciertos y errores, por más gruesos que hayan podido ser.
Las víctimas argentinas de las Malvinas volvieron a adquirir condición de tales tras haber concluido los enfrentamientos. Ignorarlas como se las ignoró –más allá de algunas compensaciones dinerarias o conmemoraciones aisladas– representó una nueva muerte para ellas y también para sus deudos. Por eso, entre otras razones, el destacado significado y la alta importancia de los acuerdos alcanzados en los últimos tiempos para enmendar parte de esa insensatez.
Luego de dificultosas negociaciones con el Reino Unido, y con la inestimable ayuda de la Cruz Roja, se produjo el proceso de reconocimiento de aquellos cuerpos. Algunos familiares aceptarían que se los trasladara al continente, otros prefieren que sigan allá, donde pelearon y murieron. Las opiniones no son unánimes en ese sentido, pero hay algo en lo que todos están de acuerdo: reconocerles a los caídos su heroica actuación en el campo de batalla, como también evocar con orgullo la de los veteranos, que tantas penurias debieron pasar y aún pasan muchos de ellos.
La conmovedora imagen de estos días de personas muy mayores inclinadas sobre las tumbas del cementerio de Darwin, en el que fue su primer contacto con el sepulcro de su ser querido tras décadas de profundo dolor e incertidumbre, recorrieron la Argentina y el mundo causando muchísima emoción.
Como ya hemos señalado reiteradamente desde estas columnas, tendrán que transcurrir muchos años más para que la historia evalúe con mejor perspectiva el intento de recuperación de las Malvinas. El tiempo permitirá liberarse de preconceptos y visiones sesgadas por posiciones políticas e ideológicas que, como en otros temas de nuestra historia, todavía perduran.
Fueron años de largas negociaciones, que comenzaron durante el gobierno de Cristina Kirchner y que se aceleraron durante el actual. La administración del presidente Macri rubricó junto a la británica una declaración conjunta que dio comienzo al deshielo de las relaciones bilaterales. Identificar a los soldados enterrados en Darwin constituyó unas de las misiones humanitarias más esperadas, pero también se plantean otros objetivos, como ampliar las conexiones aéreas entre las Malvinas y el continente, sin perder de vista la reivindicación de los derechos soberanos sobre las islas.
Mientras la discusión política transcurre por los carriles que le son propios, el vehículo catalizador de las emociones humanas avanza, afortunadamente, a velocidades mucho más rápidas. El viaje de los familiares a Darwin se inscribe como el comienzo del cierre de heridas profundas, la respuesta a preguntas formuladas una y otra vez, el epílogo de innumerables historias que habían quedado sin final. Muchos familiares ya no están para presenciarlo. Y es una lástima. A los que quedaron y a los sobrevivientes les debemos todavía más. Pero es una de tantas deudas que afortunamente comienzan a saldarse.