Bolsas de nylon y ropa interior, nuevos fetiches neoyorkinos
Los trendsetters de la Gran Manzana pusieron de moda estos objetos en solidaridad con Walmart, que prohibió la venta de armas, y con June Kenton, despedida por la Casa Real
NUEVA YORK.– Dos pequeñas tendencias, con disparadores que van de lo más profundo a lo más anecdótico, están demostrando una vez más cómo la Gran Manzana nunca deja de ser el paraíso aún para el observador más amateur de la sociología de la moda.
En estas mismas páginas, por ejemplo, semanas atrás se habló sobre la novedad de llevar ciertas bolsas de lona. Eran las de farmacias antiguas y emblemáticas del Upper East Side que desaparecieron, o bien las de algún del mercadito orgánico del centro cultural más alternativo del desierto que inmediatamente demostraban “autenticidad”, esa búsqueda que actualmente es como la del Santo Grial para los milennialls.
En los últimos días, por supuesto, ya se redobló esta apuesta. Los bolsos de lona eran… bueno, al menos de lona. Y el modelo “tote” que reproducían tenía una larga historia en el imaginario de la familias patricias de la costa este.
Ahora lo que hay que llevar sí o sí son bolsas de... nylon. Sí, se trata de las nunca bien ponderadas bolsas blancas que son el azote de los ecologistas y de los ciudadanos con la más mínima apreciación estética (es decir, en Nueva York, de todos). Encima no son bolsas cualesquiera sino que son específicamente las de los supermercados deportivos Dicks Sporting Goods y las de (¡doble horror para muchos!) la cadena de descuento Walmart.
Sucede que después de la masacre de Parkland, Dicks salió a decir públicamente que suspendía la venta de todo tipo de rifles de asalto y que no iba a vender armas a ningún menor de 21 años. Y Walmart, el mayor vendedor de armas de los Estados Unidos, se sumó a la decisión.
Por supuesto que para muchos observadores se trata de demasiado poco, demasiado tarde. Pero, según The New York Times, se trató del gesto más importante y significativo que hizo la América Corporativa hasta ahora. Y como forma de mostrar cómo esto no cayó en el vacío, varios jóvenes que antes muertos que con bolsita de supermercado ahora las están mostrando con renovado orgullo.
Otra inesperada prenda fetiche es la ropa interior británica Rigby & Peller, marca que antaño le vendía a la Casa Real. Su dueña June Kenton, de 82 años, publicó sus memorias, Storm in a D Cup (un juego de palabras que es algo así como “tormenta en una taza grande”). Las intimidades allí relatadas eran bastante benignas. Por ejemplo, contaba que la reina madre le dijo que “se hacía la que escuchaba” a la princesa Margarita, pero que luego ella “elegía lo que se le cantaba”. O que cuando Kenton le probaba corpiños a la princesa Diana, le daba pósteres de modelos con
lingerie para que sus hijos William y Harry colgaran en su dormitorio en Eton.
Walmart tuvo el gesto más importante de la América Corporativa
Pero a los royals evidentemente no les gustó nada que se cuente cómo se medía el busto de la soberana frente a sus corgis, y le sacaron el escudo que significaba que Rigby & Peller es su proveedor oficial.
La noticia sacudió a los medios británicos y llegó a este lado del Atlántico. La reacción fue que, en apoyo a la pobre Kenton, que se declaró “muerta” a la BBC, de pronto cientos de clientas jóvenes americanas y que jamás habrían puesto un pie en la tienda empezaron a llevar sus conservadoras prendas. Pudieron aprovechar, además, que ha vuelto la moda
underwear as outerwear (o ropa interior como ropa de calle).
Aunque vaya en contra de su fama, las dos microtendencias muestran que los neoyorquinos, por más
fashion, trendsetters o influencers, que sean, sí tienen corazón. Si se logra, por la razón que fuera, llegar a él, están felices de embanderarse. Y esto hasta con bolsas de nylon y ropa interior de tamaño considerable, que posiblemente sean llevar la “autenticidad” a su máxima frontera.