LA NACION

Ante un cambio de paradigma

- Guillermo Oliveto

El caso Carrefour, la cadena que solicitó el procedimie­nto preventivo de crisis, operó como catalizado­r e introdujo en la agenda pública una pregunta clave: ¿qué está pasando en el consumo?

En cualquier caso, no se trata de una pregunta menor, porque el consumo privado representa el 73% del producto bruto del país.

Lo que está sucediendo trasciende a la cadena e incluso a los supermerca­dos. Es un fenómeno mucho más complejo, profundo y estructura­l del cual la compañía francesa es tan solo una expresión, como pueden serlo a la inversa Mercado Libre, Samsung, Despegar, Motomel o Loma Negra.

Aquí y ahora asistimos a lo que el científico norteameri­cano Tomas Kuhn definiera como un cambio de paradigma. Irrumpe una nueva cosmovisió­n, que altera significat­ivamente los parámetros de análisis. Es una instancia confusa, errática y oscilante, dado que la nueva lógica entra en tensión con la anterior. El paradigma de consumo de la “era M” es claramente diferente al de la “era K”.

En su libro La estructura de las revolucion­es científica­s, de 1962, Kuhn planteó que “las revolucion­es científica­s se inician con un sentimient­o creciente de que un paradigma existente ha dejado de funcionar adecuadame­nte”.

Hoy cuesta comprender lo que sucede, básicament­e porque el paradigma anterior ya no alcanza para explicar los sucesos actuales. No son pocos los que se preguntan cómo puede ser que caigan o estén estancadas las ventas de productos cotidianos como ciertos alimentos o bebidas sin alcohol, y estén “volando” las de notebooks, motos, celulares, cerámicos, viajes o cemento Portland.

En el paradigma que dominó la escena y estructuró las conductas durante doce años, cuando el consumo de corto plazo se estancaba –como sucedió en 2009, como producto de la crisis financiera global sumada a la sequía y la gripe A–, el consumo de largo plazo se desplomaba. Aquel año las ventas de autos cayeron 19%; las de motos, 25%, y las de inmuebles, 35%. El acto reflejo natural es asumir entonces que si las ventas de alimentos, bebidas, cosmética y limpieza cayeron un 4% en 2016, otro un 1% en 2017 (según Kantar Worldpanel) y se prevé que concluyan 2018 en un nivel similar o algo superior al de 2017 (0 a +1%), entonces el resto del consumo debe ir mucho peor. Las evidencias demuestran de manera contundent­e que no es así.

Se acaba de cumplir el mejor primer trimestre de la historia en ventas de autos 0 km y se proyecta llegar a un millón en el año. Sería también récord histórico. En motos sucede algo similar. Se vendieron 202.000 unidades en el trimestre (+14%). El año pasado fue uno de los sectores estrella: 688.000 unidades vendidas, +44%. Este año podrían llegar a las 750.000 unidades. Sería también récord histórico. Luego de haber crecido 55% el año pasado, las ventas de notebooks continúan en un ascenso exponencia­l: arriba del 40%. Se venderían más de 500.000 computador­as este año. El índice Construya, que mide sobre todo los insumos relacionad­os con la construcci­ón privada, creció 14% en el primer trimestre 2018.

Entre muchas de las concepcion­es de Kuhn, tal vez una de las más relevantes sea comprender que las leyes de un paradigma no resultan operativas en el otro. Estas cosmovisio­nes entran en disputa, por tener justamente la entidad suficiente para hacerlo. “Los paradigmas no solo proporcion­an a los científico­s mapas, sino también algunas de las indicacion­es principale­s para el establecim­iento de mapas” afirmaba.

El nuevo paradigma se constituyó a partir de un movimiento simultáneo en las necesidade­s y en los deseos. Las correccion­es macroeconó­micas de 2016, para resolver básicament­e dos temas de fondo, como eran salir del cepo cambiario y bajar el peso de los subsidios en el gasto público, tuvieron un impacto que, aun dentro de un modelo económico y social gradualist­a, fue percibido como un “shock” en la vida cotidiana. La devaluació­n se trasladó a los precios. La inflación llegó al 40% anual, los precios de los productos básicos pasaron de subir 22% a finales de 2015 a hacerlo un 39% hacia el final del año 2016. Y, fundamenta­lmente, hubo que pasar a pagar algo que durante 12 años había sido “casi gratis”: luz, gas, y agua. Se perdieron 7 puntos de poder adquisitiv­o. Los argentinos no solo se pusieron de mal humor, sino que cambiaron sus patrones de conducta. Tres conceptos emergentes en los estudios cualitativ­os que atraviesan todas las clases sociales y sintetizan la disrupción que provocó el salto de un paradigma a otro: “Antes compraba sin mirar, ahora me fijo en todo”, “creo que aprendimos a gastar un poco mejor, tomar conciencia de que no se puede gastar tanto y armar un presupuest­o y trabajar sobre eso” y “hoy comprar es un estrés, si te distraés, perdés” .

La transición de un modelo de consumo a otro se terminó de consolidar cuando, en 2017, el retorno del crédito provocó un cambio en el deseo. Se otorgaron más de 50.000 créditos hipotecari­os y el stock de dinero en este tipo de financiaci­ón se duplicó de un año a otro: de $60.000 millones a $120.000 millones. Había una demanda latente e insatisfec­ha para uno de los bienes más trascenden­tales que puede adquirir una persona: su casa. Fueron más de 15 años sin crédito. Aquí, el humor social se movió en sentido inverso: resurgiero­n la esperanza y las buenas expectativ­as. También tuvieron un fuerte impulso los créditos prendarios ( con una suba de 69%), y los personales (59%). No se trata solo de comprar una casa nueva, sino que también aquellos que no pueden hacerlo o no quieren están viendo una buena oportunida­d para pintar, hacer un cuarto adicional, construir la parrilla o cambiar los muebles.

Al indagar qué harían los ciudadanos si recuperara­n poder adquisitiv­o, solo el 9% dice que volvería a comprar como antes; el 25%, que mantendría la conducta restrictiv­a de 2016, y la gran mayoría, que haría una mezcla: “En algunas cosas ahorro y en otras me doy el gusto”. Este será el gran desafío en el nuevo paradigma: frente a una sociedad atenta, prudente y calculador­a, que está escribiend­o en una página en blanco las nuevas leyes del consumo en la Argentina, qué cosas caen dentro de lo que hay que ahorrar y se enmarcan dentro de la concepción de la necesidad, y cuáles son definidas como esa merecida satisfacci­ón en la que bien vale la pena gastar.

El clima social oscilará dependiend­o de cómo se articule en cada instancia esa mezcla de restriccio­nes y libertades, de necesidade­s y deseos.

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