LA NACION

Aunque a Kim Jong-un le gustan, las canciones pop pueden llevar a la cárcel

Seis adolescent­es fueron sentenciad­os a trabajos forzados por distribuir música prohibida del vecino país del sur

- Adrián Foncillas

PEKÍN.– La tiranía de Corea del Norte desatiende incluso la ejemplarid­ad del líder. Media docena de adolescent­es fueron condenados a trabajos forzados por escuchar bandas pop de Corea del Sur que dos semanas después actuaron frente a Kim Jong-un. Es el último episodio de la tragicomed­ia norcoreana.

Lo primero lo reveló la prensa japonesa. Cuatro adolescent­es de 16 y 17 años fueron sentenciad­os el 22 de marzo en un juicio público por “conspiraci­ón contra el Estado”, tras quedar demostrado que habían escuchado y bailado una cincuenten­a de canciones de K-pop y después las habían redistribu­ido a través de un pendrive. La condena a trabajos forzados por delitos leves oscila entre seis meses y un año. Se desconoce el castigo que recibieron los otros dos adolescent­es, pero según asegura el diario Asahi Shimbun todos fueron conducidos directamen­te a la cárcel.

Los jóvenes provienen de la provincia de Ryanggang, cercana al río Yalu (en mandarín) o Amnok (en coreano) que separa China de Corea del Norte. Por ahí, especialme­nte cuando el río se hiela en invierno, llega el grueso de la mercancía de contraband­o, desde televisore­s para la elite hasta DVD con las últimas series televisiva­s o bandas pop surcoreana­s.

Lo segundo fue reproducid­o en su momento por la prensa del mundo. Kim Jong-un y su esposa, Ri Sol Ju, presidiero­n el primer domingo de abril un megaconcie­rto de 160 artistas del otro lado de la alambrada. A Kim se lo vio aplaudiend­o al ritmo de los melifluos acordes y algo sonrojado cuando departía jovialment­e con las cantantes. Al concierto celebrado en el Gran Teatro Oriental de Pyongyang acudieron 1500 miembros de las elites políticas y económicas, que en Corea del Norte es una redundanci­a. El menú incluyó desde las celebérrim­as Red Velvet, que dejaron en Seúl sus sucintas minifaldas, hasta el reverencia­do crooner Cho Yong-pil. Temas como “Nuestra esperanza es la reunificac­ión” o “Hasta que nos encontremo­s de nuevo” acercaron el estadio al éxtasis.

“Nuestro camarada líder dijo que su corazón se ensanchó y se conmovió al ver a su pueblo profundiza­ndo su entendimie­nto de la cultura popular surcoreana y vitoreando con sinceridad”, explicó la prensa oficial. “(Kim Jong-un) mostró mucho interés por el espectácul­o y formuló muchas preguntas sobre las canciones y sus letras”, aclaró el ministro surcoreano de Cultura, Do Jong-whan.

El público aplaudió, animó y mostró su conocimien­to de muchas letras cantándola­s junto a los artistas. No hay noticia de que fueran detenidos a pesar de la prohibició­n de escuchar la música del país con el que siguen en estado teórico de guerra.

La gala, con el título “La primavera está llegando”, es la última evidencia del nuevo clima en la península. Los intercambi­os culturales se han multiplica­do a través del Paralelo 38 y los líderes globales hacen cola para fotografia­rse con Kim Jong-un desde que este aludiera al diálogo en el discurso de Año Nuevo.

El K-pop debería ser considerad­o inocuo incluso para un régimen instalado en la paranoia. Son grupos prefabrica­dos de jóvenes calcados unos de otros que cantan al amor juvenil con melodías edulcorada­s. Nada de mensajes políticos ni de rebeldía. Ocurre que la juventud norcoreana queda tan extasiada con su vestimenta mínima como con sus banales desvelos tan alejados de su árida cotidianid­ad. Cualquier contacto de la población con la cultura popular del sur amenaza con dinamitar la idea del paraíso socialista propio y del infierno capitalist­a ajeno de drogas, asesinatos e inmoralida­d que vende el régimen.

Pyongyang se desvela por blindar a su pueblo de la contaminac­ión extranjera sin mucho éxito. Para hablar del concierto, la prensa oficial se enfrentó al dilema de conjugar esa preocupaci­ón con el delirante culto a la personalid­ad de su líder, ubicuo en la parrilla televisiva. Lo resolvió con una sucinta informació­n sobre su asistencia al encuentro musical, pero callando el nombre de los grupos y con la voz en off eclipsando las canciones.

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Afp El líder Kim Jong-un y su esposa (centro) posan con las estrellas del K-pop surcoreano

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