LA NACION

El heredero que eligió volver a ser emprendedo­r

Durante años el celo de la compañía por asegurar la libre expresión la llevó a descuidar la importanci­a de los temas de seguridad; ahora la conducción liderada por Jack Dorsey se desvela por encontrar la manera de recuperar el tiempo perdido

- /mariana reinke/

El hijo de Goyo, uno de los empresario­s más poderosos de la Argentina, se lanzó a la aventura de producir vinos en Balcarce. “En mi familia nos gusta emprender y probar alternativ­as que la gente no busca”, asegura.

YYair Rosenberg quería trollear a los trolls. Rosenberg, importante redactor del sitio de noticias y cultura judía Tablet Magazine, se había vuelto un blanco importante de usuarios antisemita­s de Twitter por sus informes de la campaña presidenci­al de Estados Unidos en 2016. Pese a que lo atacaban con calumnias, no le preocupaba­n demasiado los nazis que utilizaban el servicio. “Mayormente me resultaban risibles y fáciles de ignorar”, dijo.

Pero un tipo de troll de Twitter en particular sí le preocupaba: los que posaban como representa­ntes de minorías –usando fotos robadas de gente real– e infiltraba­n conversaci­ones de alta exposición para lanzar su veneno. “Lectores despreveni­dos podían encontrars­e con este tipo que se ve como un judío ortodoxo o una mujer musulmana que decían algo ofensivo”, explica.

Rosenberg decidió responder. Trabajando con Neal Chandra, un diseñador de San Francisco con el que nunca se encontró, creó un bot automatiza­do para Twitter llamado Imposter Buster (Revienta Impostores). A partir de diciembre de 2016 se insertó en los mismos hilos de conversaci­ón de Twitter que las cuentas engañosas y amablement­e desnudó los engaños de los trolls (“FYl, esta cuenta es de un racista que se hace pasar por judío para difamar a los judíos”).

El Imposter Buster pronto fue atacado por racistas que lo denunciaro­n a Twitter por acoso. Inesperada­mente la compañía se alineó con los trolls: suspendió el bot por su conducta en abril de 2017. Con ayuda de la Liga Anti-Difamación, Rosenberg y Chandra lograron que se revirtiera esa decisión tres días más tarde. Pero sus blancos continuaro­n presentand­o denuncias de acoso y en diciembre pasado Twitter puso Imposter Buster en la lista negra en forma definitiva.

Por más que la saga de Imposter Buster tenga muchos rasgos singulares, también es sintomátic­a de cuestiones más generales que afectan a Twitter desde hace mucho: los abusos, el uso del anonimato como arma, las guerras de bots y la toma de decisiones en cámara lenta por gente que conduce una plataforma en tiempo real. Estos problemas se han intensific­ado desde que Donald Trump llegó a la presidenci­a y eligió a Twitter como su principal vía de difusión. La plataforma es ahora el medio principal en el mundo para la política y el escándalo, la cultura y la conversaci­ón, albergando tanto al oficialist­a #MAGA (por Make America Great Again) como al #MeToo.

Este estatus ha ayudado a mejorar la situación de la compañía. El uso diario ha crecido un saludable 12% año contra año y Twitter informó haber tenido ganancias por primera vez en el primer trimestre del año, lo que se suma al hecho de que en los últimos doce meses se duplicó el precio de sus acciones. Aunque aún parece improbable que la compañía pueda equiparar la escala y la rentabilid­ad de Facebook, no está en peligro de quiebra. Los reclamos ocasionale­s de analistas financiero­s de que el CEO, Jack Dorsey, venda Twitter o de críticos que piden el cierre de la red social se ven cada vez más desubicado­s.

Pese a la situación más cómoda de Twitter, Dorsey habla cada vez más de los problemas de su servicio. “Estamos decididos a hacer más seguro a Twitter”, se comprometi­ó la compañía en su carta a los accionista­s en febrero pasado. En la llamada correspond­iente a los inversores, Dorsey delineó una iniciativa de “calidad de la informació­n” para mejorar el contenido de las cuentas en el servicio. Los usuarios activos mensuales se han estancado en 330 millones, hecho que la compañía atribuye en parte a su poda continua de spammers, los generadore­s de mensajes-basura. Los esfuerzos de limpieza de Twitter son un reconocimi­ento, aunque implícito, de que el conjunto de malintenci­oDemocracy, nados que aún usan la plataforma –los promotores del odio, los propagador­es de falsas noticias y los bots que buscan influir en la opinión pública– traban su crecimient­o.

Aunque la compañía ha dado pasos significat­ivos en los últimos años para terminar con actores maliciosos, no ha eliminado la impresión de que no hace suficiente­s esfuerzos para hacer del servicio un espacio más seguro. Su respuesta a los incidentes a menudo es insatisfac­toria para sus usuarios y más que un poco misteriosa: el castigo a Rosenberg en vez de a quienes lo atormentan es un gran ejemplo.

Twitter no es el único que se debate con el hecho de que su producto está siendo corrompido para un uso malévolo. Facebook y Google están bajo creciente escudriño desde la elección presidenci­al, al salir a luz cada vez más informació­n que revela cómo las plataforma­s manipulan a los ciudadanos. Las respuestas de las compañías han sido tímidas, reactivas o aun peores. “Todas son culpables de haber esperado demasiado tiempo para abordar el problema y todas ellas tienen mucho camino por recorrer”, dice Jonathan Morgan, fundador de Data for un equipo de tecnólogos y expertos en datos que se ocupan de proyectos gubernamen­tales con impacto social.

Lo que está en juego es particular­mente grande para Twitter, dado que facilitar la difusión de noticias es clave tanto para sus usuarios como para su modelo de negocios. ¿Cómo se metió en este lío Twitter? ¿Por qué recién ahora responde al mal uso que afecta a la plataforma desde hace años? “La seguridad se le escapó de las manos a Twitter”, dice un exvicepres­idente de la compañía. “Fue una caja de Pandora. Una vez abierta ¿cómo se cierra?”.

Endurecer a las grandes redes sociales contra los abusos involucrar­á implementa­r soluciones que ni siquiera han sido inventadas aún. “Si hubiera una varita mágica que pudieran blandir para resolver este desafío, sin duda lo harían”, dice Graham Brookie, vicedirect­or del Laboratori­o de Investigac­iones Digitales del Atlantic Council.

Aun así hay muchas cosas que Twitter puede hacer para proteger su plataforma. Usar tecnología para identifica­r bots maliciosos es un asunto espinoso, pero Twitter podría considerar así a todas las cuentas automatiza­das, lo que no trabaría a las legítimas, pero haría más difícil para bots rusos hacerse pasar por partidario­s de Trump.

Con el objetivo de lograr una mayor colaboraci­ón, e inspirado en investigac­iones realizadas por Cortico, una organizaci­ón sin fines de lucro, y el Laboratori­o para Máquinas Sociales del MIT, Twitter anunció en marzo que intentará medir su propia “salud conversaci­onal”. Invitó a otras organizaci­ones a participar en este proceso y Twitter dirá que en julio dará a conocer quiénes son sus primeros socios.

Cuando Twitter presentó su iniciativa de nueva métrica de salud, el público estadounid­ense aparenteme­nte tuvo una explicació­n, luego de que Dorsey tuiteara respecto de Twitter: “No predijimos ni entendimos plenamente las consecuenc­ias negativas en el mundo real. Lo reconocemo­s ahora. No nos enorgullec­e el modo en que la gente se aprovechó de nuestro servicio o nuestra incapacida­d para responder con suficiente rapidez… Hemos concentrad­o la mayor parte de nuestros esfuerzos en eliminar el contenido que violara nuestros términos, en vez de construir un marco sistémico para ayudar a alentar un debate, conversaci­ones y pensamient­o crítico más saludables. Este es el enfoque que necesitamo­s ahora”.

Una semana más tarde Dorsey siguió reconocien­do errores del pasado en la transmisió­n de un video en vivo de 47 minutos de duración en Twitter. “Vamos a cometer errores, yo por cierto que voy a cometer errores”, dijo. “Lo he hecho en el pasado en torno de toda esta cuestión de la seguridad, el abuso, la desinforma­ción y la manipulaci­ón en la plataforma”.

El objetivo del streaming en vivo fue hablar más acerca de medir el discurso y Dorsey trató de responder preguntas de los usuarios. Pero los cientos de comentario­s en tiempo real que pasaban por la pantalla ilustraron el inmenso desafío por delante. Mientras avanzaba el video, la pantalla se llenó de insultos antisemita­s y homofóbico­s, quejas cáusticas de usuarios que temen que Twitter está silenciand­o sus creencias y reclamos de que la compañía termine con el racismo. Tocando su barba, Dorsey miraba la pantalla de su teléfono, viendo el flujo de expresione­s maliciosas mientras buscaba lo bueno en todo eso.

La respuesta de la empresa a los incidentes a menudo fue insatisfac­toria

Twitter no es la única red social que está siendo corrompida por un uso malévolo

 ?? Ana monti ??
Ana monti
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina