Muere la actriz que fue secuestrada para construir la industria del cine norcoreano
Nacida en Corea del Sur, Choi Eun-hee fue la musa de Kim Jong-il, padre del actual dictador
PEKÍN.– Choi Eun-hee murió anteayer a los 92 años de una falla renal. Es el único elemento mundano en una biografía más inverosímil que cualquiera de sus películas. Para los surcoreanos será siempre la diva de la época dorada de su cine; para el resto, la musa del dictador norcoreano Kim Jong-il (1941-2011).
Choi nació en 1926 en la provincia surcoreana de Gyeonggi, debutó en el cine a los 21 años y pronto alcanzó la fama. Con su marido, el director Shin Sang-ok, formó un dúo imbatible que produjo 130 películas. Pero a finales de los 70 su productora se dirigía a la ruina.
También el cine mortificaba a Kim Jong-il al otro lado del paralelo 38. El ministro de Cultura y Propaganda y futuro heredero del reino deglutía películas de Rambo, Elizabeth Taylor, James Bond. Le sobraban entusiasmo y dinero para convertir la industria cinematográfica norcoreana en una potencia, pero faltaba talento y lo robó.
Un presunto empresario hongkonés contactó a Choi y la citó con planes para reflotar su carrera. Fue capturada en la playa, drogada y ocho días después estaba en Pyongyang. El rechazo de Shin a colaborar lo mantuvo encarcelado y cuatro años después, tras varios intentos de huida, prometió lealtad eterna y pudo reencontrarse con Choi.
El documental Los amantes y el déspota incluye conversaciones con Kim Jong-il que la pareja grabó clandestinamente. El líder se disculpa por las formas y promete fondos ilimitados para sus películas. Choi develaría en su biografía, Confesiones, que Kim la raptó porque era su actriz favorita. El padre del actual dictador los puso frente a su colección de 15.000 cintas, una mezcla de fanfarria comunista y éxitos de Hollywood, con el deber de escribir cuatro críticas diarias. Pero la historia hablará de sus 17 películas en ocho años. Y ahí está Pulsagari, probablemente el film norcoreano más célebre.
Kim pretendía un Godzilla patrio a pesar de su desprecio por todo lo japonés. El equipo de efectos especiales de la original e incluso el actor que enfundaba el traje de la bestia fueron contratados para rodar en China. Pulsagari se aliaba con los campesinos para derrocar a un emperador cruel y Kim vio ahí una brillante metáfora socialista sobre la lucha del pueblo contra la opresión de los poderosos. Permitió que Choi y Shin la presentaran en un festival de Viena, pero la pareja pidió asilo en la embajada norteamericana y Kim retiró sus nombres de los créditos. Vivieron una década en el exilio antes de regresar a Seúl. Cientos de ciudadanos, en especial japoneses, fueron secuestrados y nunca regresaron. El asunto aún divide a Pyongyang y Tokio, que reclama evidencias de su muerte o su regreso.