LA NACION

El triple crimen sería un ajuste de cuentas entre sicarios narco

Investigan posibles vínculos entre las muertes en Granadero Baigorria con la reciente ejecución de un joven

- Germán de los Santos

ROSARIO.– Un triple crimen por encargo y con el sello narco asoma como principal hipótesis de la Justicia, análisis sustentado por los antecedent­es de las víctimas, ligadas a las bandas Los Monos y Los Funes, que fueron ejecutados anteayer a la tarde dentro de un auto, de más de 25 balazos en un barrio de Granadero Baigorria, vecino a Rosario.

La violencia recrudeció en Rosario durante 2018 –se registraro­n 73 asesinatos–, especialme­nte en abril. En 17 días de este mes se produjeron 21 homicidios en la zona. Ante esta situación, el ministro de Seguridad santafesin­o, Maximilian­o Pullaro, se reunió con los fiscales que coordinan las políticas de persecució­n penal.

La escena del crimen en Granadero Baigorria, de tres hombres acribillad­os dentro de un auto, ejecutados sin reacción ni resistenci­a, conmocionó Rosario. Fue una imagen similar a la observada en los inicios de la guerra narco, con el asesinato en plena calle el 8 de septiembre de 2012 de Martín Paz, alias “Fantasma”, un hecho que encendió la cacería entre bandas ligadas a la venta de drogas, con Los Monos como principale­s protagonis­tas.

Los sicarios esperaban a sus víctimas dentro de un VW Bora, con vidrios polarizado­s. Segundos después de que llegó el Chevrolet Corsa Liniers al 2000, los tres atacantes bajaron y comenzaron a disparar ráfagas certeras. La mayoría de los balazos fueron en la cabeza. Después regresaron al vehículo, que llevaba una patente falsa, y huyeron por calle Silvestre Begnis hacia la autopista Rosario-Santa Fe.

Una de las víctimas fue Ezequiel Fernández, alias “Parásito”, quien se escondía en un departamen­to en ese lugar. Estaba prófugo desde octubre pasado, cuando el titular de la Unidad Fiscal Especializ­ada en Secuestros Extorsivos (Ufese), Santiago Marquevich, pidió que se allanara la cárcel de Coronda, donde el líder de Los Monos tramaba secuestros extorsivos desde su celda. El fiscal Florentino Malaponte no dudó –en diálogo con la nacion– de que se trató de un crimen por encargo y de que estaría vinculado al narcotráfi­co.

Parásito era el brazo ejecutor desde fuera de la cárcel de Guille Cantero, condenado a 22 años de prisión el 9 de abril pasado. Fernández contaba con un arsenal, con armas largas y chalecos antibalas y una ametrallad­ora robada a la Gendarmerí­a. Fernández se fugó, aunque fue detenido su hermano Nahuel, que formaría parte de la banda y era quien guardaba las armas en su casa.

Junto a Parásito, dentro del Chevrolet Corsa fueron asesinados José Fernández, su otro hermano, y Gerardo Abregú, alias “Abuelo”, un veterano sicario que estuvo imputado en tres homicidios y que fue liberado al no conseguirs­e testimonio­s en su contra tras el asesinato de un testigo.

Lo que les llama la atención a los investigad­ores es que ninguna de las víctimas estaba armada ni pudo reaccionar en el momento en que fueron emboscadas. Los tres eran personajes pesados del hampa rosarina. Esta mirada apunta a que quizá conocían a los atacantes y que se pudo haber tratado de un ajuste de la propia organizaci­ón narcocrimi­nal.

Parásito Fernández estaba ligado a Guille Cantero pero también –según fuentes de la Justicia– aparece en varias escuchas telefónica­s con aceitados contactos con la banda de Los Funes.

Otro elemento que comenzó a terciar en el análisis de este triple crimen tiene que ver con un homicidio registrado tres días antes, cuando fue ejecutado de 34 balazos Alan Pedraza, de 21 años, en un camino rural detrás del cementerio de Ibarlucea.

El joven salió de su casa para ir a la cancha de Rosario Central a ver el partido frente a San Pablo y nunca regresó. En realidad nunca llegó al estadio. Esa noche a su familia le llegó un mensaje alarmante: “Andá a llevarle flores”. Unas horas después un peón rural encontró el cuerpo con 34 disparos. Su familia nunca se acercó a la fiscalía a declarar.

Pedraza vivía en el barrio La Tablada, uno de los más sangriento­s de Rosario, y los investigad­ores lo ubican con vínculos con la banda de Los Funes, cuyos líderes Alan y Lautaro protagoniz­aron el domingo una protesta con unos 60 familiares de internos de la cárcel de Piñero para que les dejen usar los celulares en los calabozos.

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