El Mozarteum abrió su temporada en el Colón con una actuación memorable de la cantante Bernarda Fink
camerata salzburg y bernarda fink
★★★★ muy bueno. intérpretes: Camerata Salzburg y Bernarda Fink (mezzosoprano). programa: Fratres, de Arvo Pärt; Canciones bíblicas, de Dvórak; “Schlummert ein, ihr matten Augen”, de Bach; Sinfonía N° 3 de Schubert. mozarteum. en el teatro colón
El punto alto del primer concierto de la temporada delMoz arte um argentino era la presencia de la mezzo bernarda Fink. lo fue, pero acaso su actuación, y el concierto entero, no habría sido lo que fue sin la camerata salzburg, que lleva realmente en la sangre el espíritu mitteleuropeo.
Tras Fratres, de Pärt, que, interpretado en penumbras, fue una preparación para el recogimiento, llegaron las Canciones bíblicas de dvorák. el ciclo, basado en una traducción al checo de los salmos, es de una simplicidad engañosa. el compositor se pliega a la anécdota del salmista. Pero el fervor relega cualquier tentativa mimética o programática. Hay que escuchar el efecto como de animación suspendida de “el señor es mi pastor”. o la condición agudamente doliente de “escucha mi oración/ no te escondas de mi súplica”. la voz de Fink no se impone por sí misma; lo hace por la implacable inteligencia con que consigue colorear de sentido cada línea. Tal vez sea esa la diferencia entre una cantante y una artista. esto se notó también en la parte bachiana que abrió la segunda mitad del concierto. el aria “schlummert ein, ihr matten augen” (cierra tus ojos cansados), una de las imaginaciones más hermosas de bach en la cantata Ich habe genug, se escucha como una auténtica berceuse, una auténtica canción de cuna, casi para convencernos de que la muerte es una amiga que nos consuela o reconcilia. el subtexto podría ser ese verso de santa Teresa de Jesús: “Que muero porque no muero”. con esa dulzura dialéctica la cantó Fink.
el director Nikolaus Harnoncourt solía decir que lo que más le llamaba la atención de schubert era “la yuxtaposición de pensamientos diferentes”. cuando escribió su Tercera sinfonía, schubert tenía 18 años, y sí, también, están esos pensamientos diferentes, aunque ajenos: están Haydn, el primer beethoven y aun rossini. la maravillosa y estriada versión de la camerata salzburg tuvo aspereza, élan, lasitud, súbitos cambios de luz. Nada más schubertiano.