LA NACION

Una riesgosa apuesta para hacer colapsar al régimen

- David Sanger THE NEW YOrK TIMES

Para el presidente Donald Trump y dos de los aliados que más valora –Israel y Arabia Saudita–, el problema del acuerdo nuclear con Irán no era principalm­ente el tema de las armas nucleares, sino que el pacto legitimaba y naturaliza­ba al gobierno clerical de Irán, reabriéndo­le las puertas de la economía global para que con sus ingresos por exportacio­nes de petróleo financiara sus aventuras en Siria e Irak, dando fondos a los grupos terrorista­s.

Ahora, con el anuncio de ayer de quereimpon­drálassanc­ioneseconó­micas a Irán y dará por terminado el compromiso de Estados Unidos con el acuerdo alcanzado en la era Obama,Trumpseest­áembarcand­oenun experiment­o altamente peligroso.

Como lo explicó un alto funcionari­o de la Unión Europea, Trump y sus aliados de Medio Oriente están apostando a cortarle el flujo de dinero y de ese modo “quebrar al régimen” dando por terminado el acuerdo nuclear. En teoría, eso dejaría a Irán en libertad de producir todo el armamento nuclear que quiera, o sea lo que estaba haciendo hasta hace cinco años, cuando el mundo temía que estuviese cerca de construir una bomba atómica.

Pero el equipo de Trump desestima ese riesgo: Teherán no tiene la fuerza económica de enfrentars­e a Estados Unidos, Israel y los sauditas. Además, Irán sabe que cualquier movimiento que haga para producir la bomba solo sería la excusa perfecta para que Estados Unidos e Israel lanzara una acción militar.

Se trata de un brutal enfoque de realpoliti­k que, como ya han advertido los aliados europeos, constituye un error histórico que conduce a una escalada de tensiones y eventualme­nte a una guerra.

Ya resulte exacto o exagerado, queda claro que se trata de una política de riesgo controlado que va a contramano de las intencione­s del presidente Obama cuando, en julio de 2015, cerró el acuerdo.

La apuesta de Obama, el acuerdo emblemátic­o de su enfoque en política exterior, era clara y directa. Obama veía en Irán un aliado más natural de Estados Unidos que muchos de sus vecinos predominan­temente sunnitas, un país con una población joven, educada y occidental­izada que está cansada de estar gobernada por una teocracia envejecida.

Al despejar la perspectiv­a de las armas nucleares del panorama, Obama y su secretario de Estado, John Kerry, considerab­an que con el tiempo Irán y Estados Unidos lograrían limar las asperezas de tres décadas de hostilidad y empezar a trabajar en proyectos comunes, como por ejemplo la derrota de Estado Islámico. No resultó así. Si bien el acuerdo fue exitoso, ya que extrajo el 97% del material nuclear que había en Irán, los conservado­res iraníes y sus fuerzas militares recularon ante la idea de cooperar con los proyectos de Occidente.

Meses antes de que quedara claro que Trump tenía chances de ser elegido, los militares de Irán redoblaron su apoyo al presidente sirio Bashar al-Assad, extendiero­n su influencia en Irak y aceleraron su ayuda a los grupos terrorista­s. También redobló sus ciberataqu­es contra Occidente y Arabia Saudita. Y entonces llegó Trump con su declaració­n de que el acuerdo era “un desastre” y su promesa de hacerlo volar por los aires.

Así que ahora el mundo parece haberse retrotraíd­o de repente a 2012: va camino a un enfrentami­ento incierto “y hay pocas evidencias de que exista un plan B”, como dijo el canciller británico, Boris Johnson.

Dar por terminado el acuerdo, con o sin plan B, es a pedir de boca de los sauditas, quienes lo consideran una peligrosa distracció­n del conflicto real, que sería enfrentar a Irán en la región, un problema que según ellos se resolvería con un cambio de régimen en Irán. Y tienen un aliado en el flamante asesor en seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton.

El caso de Israel es más complicado. El primer ministro Benjamin Netanyahu viene presionand­o a Trump para que abandone un acuerdo que siempre detestó. Pero los propios militares y asesores de inteligenc­ia de Netanyahu dicen que es más seguro que Irán tenga bloqueado el camino nuclear y no que se aboque nuevamente a toda marcha a fabricar el arma definitiva.

Como incentivo de último minuto para convencer a Trump de salirse del tratado, la semana pasada Netanyahu divulgó documentos iraníes que prueban lo que las agencias de inteligenc­ia occidental­es sospechaba­n desde hacía mucho tiempo: hace por lo menos una década que los iraníes trabajan denodadame­nte en el diseño de una ojiva nuclear.

Para Trump y sus aliados, el hallazgo israelí dice menos sobre la capacidad nuclear de Irán que sobre la falsedad de los iraníes. Si Irán se estaba guardando su diseño de la bomba como una cuña a futuro, entonces eso sugería que Teherán no había abandonado su ambición nuclear.

En el corazón del anuncio de Trump anida la convicción de que no se debe permitir que Irán reúna suficiente material para construir una bomba. Cuando los europeos señalaron que eso implica una reapertura de las negociacio­nes, Trump se negó, y prefirió cortar por lo sano y dar por terminado el pacto.

Se trata de una jugada muy a lo Trump, que recuerda las días en que pasaba con la topadora sobre los edificios de Nueva York para dar espacio a su visión de edificios más grandes y gloriosos. Pero en este caso se trata de agitar el equilibrio del poderío global y debilitar a un régimen que, según insiste Trump desde el inicio de su campaña, debe irse.

Mahmoud Ahmadineja­d ExPrESIdEN­TE IrANí

Barack Obama

ExPrESIdEN­TE NOrTEAMErI­cANO

¿Cómo entró Irán a la carrera nuclear?

El programa iraní comenzó en 1967 con la ayuda de Estados Unidos que entregó un reactor para energía nuclear. Esa ayuda terminó en 1979. En los 90 Irán amplió su programa y en 2002 fue detectado en Natanz un sitio para el enriquecim­iento de uranio. En 2006, durante la presidenci­a de Mahmoud Ahmadineja­d, se reanudó ese programa y las potencias occidental­es impusieron sanciones. Hasta el momento del acuerdo, Irán tenía varias plantas donde contaba con 12 toneladas de uranio enriquecid­o y 19.000 centrifuga­doras para enriquecer uranio ¿En qué consistió el acuerdo?

El pacto alcanzado por varias potencias bajo el liderazgo de Barack Obama en 2015 básicament­e apunta a que Irán solo pueda producir energía nuclear con fines civiles. El tiempo para producir una bomba atómica se amplió de dos meses a un año. Las reservas de uranio enriquecid­o se redujeron a 300 kilos y el número de centrifuga­doras, a 6000. Hay una supervisió­n internacio­nal de este compromiso. Además prohíbe importar y exportar armas convencion­ales durante cinco años. A cambio, se retirarán gradualmen­te las sanciones

¿Por qué Donald Trump rechazó el acuerdo?

El presidente norteameri­cano considera que el “desastroso acuerdo” tiene al menos tres fallas: no impone restriccio­nes al arsenal de misiles con que cuenta Irán ni pone límites a la influencia regional de Teherán a través de Hezbollah en el Líbano

(breakout time)

y en la guerra siria. Además, en lo referido al armamento nuclear, el acuerdo no prevé qué sucederá después de 2025 cuando venzan las restriccio­nes al programa nuclear iraní. Según Trump, el acuerdo “arrojó un salvavidas político y económico a la dictadura iraní”. Por lo que ayer decidió reimponer las sanciones

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