LA NACION

Trump tiró la pelota del lado de los ayatollahs y ahora su reacción es una incógnita

- Ricard González

El temerario presidente Donald Trump cumplió sus promesas y anunció ayer la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán firmado por varias potencias mundiales en 2015, deshaciend­o el principal legado de su antecesor, Barack Obama.

En teoría, su objetivo es renegociar el pacto para aplicar unas medidas más restrictiv­as al régimen de los ayatollahs. Sin embargo, durante las semanas anteriores, los líderes iraníes han descartado categórica­mente esa opción. En su primera reacción, el presidente Hassan Rohani fue ayer más bien vago. Teherán aún no ha mostrado todas sus cartas. Lo único que está claro es que, para Medio Oriente, la decisión de Trump equivale un salto al vacío. Y nadie sabe a ciencia cierta si hay red.

La esencia del acuerdo consistía en levantar las sanciones internacio­nales que pusieron de rodillas la economía iraní a cambio de una limitación de su programa nuclear y un estricto régimen de inspeccion­es. Washington no restaurará sus sanciones inmediatam­ente, sino que lo hará en un plazo de tres a seis meses. Un estrecho margen para la negociació­n entre las grandes potencias e Irán. Más que una conflagrac­ión violenta en Medio Oriente, como anuncian los más agoreros, el escenario más previsible para las próximas semanas es un frenesí de reuniones diplomátic­as. De hecho, en su mensaje televisado a la nación, Rohani emplazó a los europeos a negociar.

Los países de la UE, principale­s socios comerciale­s de Irán, apuestan por mantener

Hassan Rohani presidente de irán

en su primera reacción, dijo que el país quiere mantener el acuerdo con el resto de las potencias

el acuerdo. Lo mismo opinan Rusia y China. Su argumento es elemental: Irán ha cumplido todos sus compromiso­s, por lo que el pacto funciona. De hecho, la propia administra­ción Trump reconoce que su principal preocupaci­ón es el programa de misiles balísticos de Teherán y su papel en las diversas crisis de Medio Oriente, sobre todo Siria, donde sostiene a Bashar al-Assad. Por ello, líderes europeos sugerían a Trump buscar otras medidas de presión a Irán que no pasaran por romper el acuerdo. Sin embargo, el presidente estadounid­ense ha preferido lanzar un guiño a sus bases más conservado­ras, así como a sus aliados sauditas e israelíes.

Ahora, la gran duda es cómo afectará la decisión a los inestables equilibrio­s del régimen de los ayatollahs. La salida de Washington no implica necesariam­ente el colapso del pacto. A corto plazo, el resto de los países del globo continuará­n comprando petróleo y comerciand­o con Irán como hasta ahora, algo que Trump intentará evitar. En su discurso, afirmó que castigará a aquellas multinacio­nales extranjera­s con negocios en el país asiático y que quieran a la vez comerciar con Estados Unidos. Ante tal tesitura, muchas, sobre todo las occidental­es, acabarán escogiendo el mercado norteameri­cano. En un futuro no muy lejano, eso puede llevar a una caída de las inversione­s, y a una contracció­n de la economía iraní. Es decir, eliminaría buena parte de los incentivos que recibía Teherán a cambio de imponer límites a su programa nuclear.

Ante tal panorama, ¿acabarán también rompiendo los ayatollahs el acuerdo o incluso saliéndose de la Organizaci­ón Internacio­nal de la Energía Atómica (OIEA)? Esa será, sin duda, la posición de los halcones del régimen. Según las estimacion­es de los expertos, Teherán necesitarí­a aproximada­mente un año para elaborar una bomba atómica, la garantía última contra una hipotética invasión norteameri­cana. Ese plazo sería la ventana de oportunida­d que Washington o Tel Aviv podrían aprovechar para bombardear las instalacio­nes nucleares iraníes, lo que sí podría acabar haciendo estallar un Medio Oriente inflamado ya por los conflictos violentos. Otra opción para Teherán podría ser mantener el pacto, pero vengarse de Trump en otros escenarios, a través de sus milicias distribuid­as por buena parte de la región.

En las próximas semanas habrá que estar atentos al contenido exacto de las sanciones de Trump, y sobre todo, a la evolución interna en Irán. Al ver a su país castigado injustamen­te, pues había cumplido sus obligacion­es, un resorte nacionalis­ta podría llevar a los iraníes a solidifica­r su apoyo al régimen, insuflando fuerza a los “duros”. O quizás un nuevo deterioro de la economía, que no había llegado a despegar desde 2015 tanto como les habían prometido, podría multiplica­r las protestas situando el país al borde de la confrontac­ión civil. Trump hizo su jugada y ahora la pelota está en el tejado de los ayatollahs.

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