Trump tiró la pelota del lado de los ayatollahs y ahora su reacción es una incógnita
El temerario presidente Donald Trump cumplió sus promesas y anunció ayer la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán firmado por varias potencias mundiales en 2015, deshaciendo el principal legado de su antecesor, Barack Obama.
En teoría, su objetivo es renegociar el pacto para aplicar unas medidas más restrictivas al régimen de los ayatollahs. Sin embargo, durante las semanas anteriores, los líderes iraníes han descartado categóricamente esa opción. En su primera reacción, el presidente Hassan Rohani fue ayer más bien vago. Teherán aún no ha mostrado todas sus cartas. Lo único que está claro es que, para Medio Oriente, la decisión de Trump equivale un salto al vacío. Y nadie sabe a ciencia cierta si hay red.
La esencia del acuerdo consistía en levantar las sanciones internacionales que pusieron de rodillas la economía iraní a cambio de una limitación de su programa nuclear y un estricto régimen de inspecciones. Washington no restaurará sus sanciones inmediatamente, sino que lo hará en un plazo de tres a seis meses. Un estrecho margen para la negociación entre las grandes potencias e Irán. Más que una conflagración violenta en Medio Oriente, como anuncian los más agoreros, el escenario más previsible para las próximas semanas es un frenesí de reuniones diplomáticas. De hecho, en su mensaje televisado a la nación, Rohani emplazó a los europeos a negociar.
Los países de la UE, principales socios comerciales de Irán, apuestan por mantener
Hassan Rohani presidente de irán
en su primera reacción, dijo que el país quiere mantener el acuerdo con el resto de las potencias
el acuerdo. Lo mismo opinan Rusia y China. Su argumento es elemental: Irán ha cumplido todos sus compromisos, por lo que el pacto funciona. De hecho, la propia administración Trump reconoce que su principal preocupación es el programa de misiles balísticos de Teherán y su papel en las diversas crisis de Medio Oriente, sobre todo Siria, donde sostiene a Bashar al-Assad. Por ello, líderes europeos sugerían a Trump buscar otras medidas de presión a Irán que no pasaran por romper el acuerdo. Sin embargo, el presidente estadounidense ha preferido lanzar un guiño a sus bases más conservadoras, así como a sus aliados sauditas e israelíes.
Ahora, la gran duda es cómo afectará la decisión a los inestables equilibrios del régimen de los ayatollahs. La salida de Washington no implica necesariamente el colapso del pacto. A corto plazo, el resto de los países del globo continuarán comprando petróleo y comerciando con Irán como hasta ahora, algo que Trump intentará evitar. En su discurso, afirmó que castigará a aquellas multinacionales extranjeras con negocios en el país asiático y que quieran a la vez comerciar con Estados Unidos. Ante tal tesitura, muchas, sobre todo las occidentales, acabarán escogiendo el mercado norteamericano. En un futuro no muy lejano, eso puede llevar a una caída de las inversiones, y a una contracción de la economía iraní. Es decir, eliminaría buena parte de los incentivos que recibía Teherán a cambio de imponer límites a su programa nuclear.
Ante tal panorama, ¿acabarán también rompiendo los ayatollahs el acuerdo o incluso saliéndose de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA)? Esa será, sin duda, la posición de los halcones del régimen. Según las estimaciones de los expertos, Teherán necesitaría aproximadamente un año para elaborar una bomba atómica, la garantía última contra una hipotética invasión norteamericana. Ese plazo sería la ventana de oportunidad que Washington o Tel Aviv podrían aprovechar para bombardear las instalaciones nucleares iraníes, lo que sí podría acabar haciendo estallar un Medio Oriente inflamado ya por los conflictos violentos. Otra opción para Teherán podría ser mantener el pacto, pero vengarse de Trump en otros escenarios, a través de sus milicias distribuidas por buena parte de la región.
En las próximas semanas habrá que estar atentos al contenido exacto de las sanciones de Trump, y sobre todo, a la evolución interna en Irán. Al ver a su país castigado injustamente, pues había cumplido sus obligaciones, un resorte nacionalista podría llevar a los iraníes a solidificar su apoyo al régimen, insuflando fuerza a los “duros”. O quizás un nuevo deterioro de la economía, que no había llegado a despegar desde 2015 tanto como les habían prometido, podría multiplicar las protestas situando el país al borde de la confrontación civil. Trump hizo su jugada y ahora la pelota está en el tejado de los ayatollahs.