LA NACION

Mitos y verdades del ecosistema fintech

La industria que integra finanzas y tecnología ya reúne a más de 110 emprendedo­res y busca terminar con la idea de que se trata de un negocio sin regulacion­es dirigido exclusivam­ente al segmento socioeconó­mico más alto de la sociedad

- Texto Sofía Terrile

En el paraíso fintech la billetera no existe más y las fricciones para comprar o vender se terminaron. No hay más tarjeteros para guardar plásticos ni peligro de perderlos. Se terminaron los pedidos de “cambio” al comprar en un quiosco y las comisiones por hacer transaccio­nes. Los referentes argentinos sueñan con un mundo en el que el celular pase a ser el centro de las operacione­s y apuestan a la colaboraci­ón con los bancos por un objetivo en común: incluir a más argentinos en el sistema financiero.

En el sector que integra finanzas con tecnología hay más de 110 startups, señala el sitio Finnovista. También hay potencial exportador: la mitad de las compañías operan en otros países. Los mayores segmentos son pagos (que representa un 28% del total), préstamos (18%) y gestión de finanzas empresaria­les (16%). El 3 de noviembre pasado se constituyó la Cámara Argentina de Fintech, hoy integrada por 88 emprendimi­entos. La institució­n asevera que el volumen transaccio­nado a través de las startups miembros crece cada vez más y que en los últimos doce meses fue de alrededor de US$6000 millones. Además, sostiene que el sector da empleo a alrededor de 6000 personas y que crece, en promedio, un 110% al año.

El avance no se da sin prejuicios. Hay mitos que rodean el ecosistema: que solamente atraen a jóvenes de alto nivel socioeconó­mico y que las compañías del sector están completame­nte desregulad­as son solamende te algunos de ellos. Los referentes de los distintos segmentos se esfuerzan en derribarlo­s, porque saben que, para crecer, la torta necesita un baño de confianza.

No es solo para palermitan­os

El primer mito está relacionad­o con el público objetivo. Los referentes coinciden en que el target de las fintech se divide en dos. Por un lado, los jóvenes acostumbra­dos a utilizar tecnología para sus operacione­s de la vida cotidiana. Por el otro, el porcentaje de la población argentina que no está bancarizad­o, que, de acuerdo con el Banco Mundial, asciende al 51,3%. Laura Gisbert, COO de la plataforma de préstamos Afluenta, detalla que las apps como la suya intentan apuntar a clientes que los bancos no quieren o a aquellos que se autoexcluy­en. “Hay varios que ni intentan entrar porque tienen miedo de que los echen”, señala.

Por otro lado, Bruno Ferrari, cofundador del broker online 123Seguro, ratifica un perfil amplio de consumidor­es en su segmento. “Hemos asegurado desde autos de lujo hasta algunas unidades de más de 20 años de antigüedad. Es un mercado masivo, pero el tema es el sesgo de la tecnología: para que los usuarios lleguen a nuestras plataforma­s, tienen que estar acostumbra­das al celular o a la computador­a”, admite.

La amplitud de perfiles también se confirma con los clientes empresaria­les. Para derribar el estereotip­o de que las herramient­as que mezclan finanzas con tecnología solamente son atractivas para startups la era digital, Martín de los Santos, vicepresid­ente senior de finanzas de Mercado Libre, explica que la plataforma Mercado Pago ya prestó más de $1400 millones a 50.000 pymes. “De ese grupo, solamente el 3% tiene deuda, por lo que hay una gran cantidad de empresas que tienen necesidad de crédito, pero el sistema financiero no está atendiendo sus demandas”, explica.

El objetivo de las fintech que también tienen su sector B2B –los negocios que apuntan a empresas– es aumentar los préstamos al sector privado, que en 2017 representa­ron el 14,3% del PBI, según el Banco Central. Para entender el tamaño del desafío, dice Alejandro Estrada, cofundador de Moni –una plataforma de préstamos personales y pago de servicios–, hay que analizar

Alejandro Estrada MONI Diferencia­l del sector La velocidad Desafío para crecer Desconfian­za del consumidor “Una buena ley de reforma del mercado de capitales podría ayudar muchísimo al desarrollo del sector”

Laura Gisbert AflueNtA Diferencia­l del sector El rol de educación financiera Desafío para crecer No hay voces fuertes “El Banco Central es un gran promotor, pero ojalá que este ecosistema pueda trascender lo político”

Martín de los Santos MeRCADO PAGO Diferencia­l del sector La innovación Desafío para crecer Un mercado de capitales débil “Es normal que en una industria de startups haya fracasos, el tema es ver cómo se manejan”

Sebastián Cadenas INCReASe Diferencia­l del sector La inclusión Desafío para crecer Falta solidez como industria “Hace falta buen talento especializ­ado para desarrolla­r más el ecosistema argentino”

Bruno Ferrari 123SeGuRO Diferencia­l del sector Mejor experienci­a de usuario Desafío para crecer Resta ser más masivos “Aún vemos que falta capital inicial para los emprendedo­res, el necesario para arrancar”

qué sucede en países de la región como Paraguay y Bolivia: allí ese porcentaje asciende al 30% como mínimo. “Crecer un 16% más sería volcar unos US$75.000 millones en créditos, y para eso no alcanzan los depósitos del sistema financiero tradiciona­l”, detalla.

El consumo es el nuevo scoring

Las fintech quieren transforma­r en mito una oración que hasta ahora es una realidad: si una persona no tiene scoring bancario, no existe para el sistema financiero. En China, puntualiza De los Santos, Alipay –la plataforma de pagos del gigante del

e-commerce Alibaba– tiene más personas puntuadas que los bureaus de crédito. La compañía utiliza su sistema Sesame Credit para ver cómo cada usuario consume en el portal y así genera un perfil. “En nuestro caso, es lo mismo: no miramos el Veraz, sino cómo se mueven en nuestra plataforma, cómo resuelven problemas, cuánto tardan en enviar productos si son vendedores… comportami­entos alternativ­os que permiten descifrar si alguien es buen pagador o no”, indica el líder de Mercado Pago.

De acuerdo con los referentes, la ventaja más importante de las startups del sector es la capacidad de análisis de informació­n que tiene. “Nos hace más eficientes, porque se puede prestar a cualquiera de quien se tenga informació­n e ir viendo el comportami­ento para analizar si es posible prestarle más. Quienes no posean esa herramient­a van a cobrar más tasas, van a pedir más requisitos o van a poder prestarles a menos personas”, analiza Sebastián Cadenas, CEO de Increase, un sistema que ayuda a los comercios a entender y controlar sus transaccio­nes hechas con plástico.

La colaboraci­ón con el sistema tradiciona­l, además, es clave en este punto. Estrada detalla que, como otras startups del mercado, Moni está registrada en el Banco Central con una licencia de proveedor no financiero de crédito, lo que le permite generar historial crediticio al calificar a sus clientes. Los bancos pueden tomar esos datos para luego definir si dan o no un préstamo. “Se está empezando a valorar el track record de las fintech como oficial porque, en definitiva, se trata de compartir informació­n para que haya más inclusión financiera”, analiza.

Los bancos, sin embargo, no están tan seguros de las posibilida­des de colaboraci­ón. Desde la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), que agrupa a las entidades financiera­s extranjera­s que están presentes en el país, se criticó a las fintech que operan medios de pago o que otorgan préstamos por la desigualda­d de condicione­s. Alegan que este tipo de emprendimi­entos tiene beneficios en el pago de Ingresos Brutos y en las contribuci­ones patronales. Para los “acusados”, esa discusión es inútil ante el desafío de la inclusión financiera. “No estamos ‘en contra’ de ellos: segurament­e hay temas de precios y de regulación, pero es una pelea de visión corta que se diluye por sí sola ante un desafío más grande”, dice Gisbert.

¿Cuestión de fe?

Las empresas que integran finanzas y tecnología, además, rompen con otra tradición: la de que se necesita un espacio físico para poder intervenir en el sistema financiero. El problema es que, al alejarse de la manera histórica de operar, generan algunas suspicacia­s. Un gran reto es generar la confianza necesaria para que el ecosistema sea sustentabl­e, reconocen los entrevista­dos. La consultora D’Alessio IROL publicó en 2017 un informe para el que le preguntó a un grupo de entrevista­dos qué entidad elegirían para tomar un préstamo de $100.000 a pagar en 24 meses si tuvieran como opciones un banco y una fintech.

“El 74% eligió el banco con el proceso y requisitos habituales, mientras que un 11% optó por una de las nuevas startups”, señala el estudio, e indica que el principal factor que aleja a los consumidor­es de los emprendimi­entos que mezclan finanzas con tecnología es la desconfian­za. El escepticis­mo es una barrera para que los emprendimi­entos aumenten su masa crítica. Ferrari asegura que la clave para ganarse el corazón de los clientes está en la diferencia en la experienci­a del usuario: las fintech quieren demostrar que están realmente enfocadas en hacer los procesos mucho más simples.

Sofía Gancedo, cofundador­a de la plataforma de financiami­ento colectivo Bricksave, apunta que en la Argentina hay un condimento extra de suspicacia porque falta acercamien­to al sistema financiero en general. “En otras sociedades, las relaciones económicas se basan en la confianza, y si luego alguien hace las cosas mal va a la cárcel. En cambio, acá el paradigma es la desconfian­za”, resalta. La emprendedo­ra lidera una plataforma que permite invertir en propiedade­s en Miami, Nueva York y Barcelona, y tiene clientes de al menos ocho países. La ventaja de los argentinos, por otro lado, es que son rápidos para adaptarse y entender nuevos sistemas, apunta. “Falta un poco de educación y una relación más cercana con las finanzas para evitar la aversión al riesgo”, subraya.

Estrada señala otro punto que, a la larga, podría lograr mayor confianza por parte de los consumidor­es. La mayoría de las interaccio­nes que tienen las fintech con sus clientes suceden desde el celular, por lo que cualquier mala experienci­a se viraliza inmediatam­ente. En cambio, si alguien intenta resolver sus necesidade­s financiera­s en establecim­ientos físicos y tiene algún inconvenie­nte, probableme­nte la amplificac­ión de la queja sea menor. “Hay que ponerse en la cabeza de nuestro consumidor: es uno que maneja el celular, que confía, que compara precios y reseñas antes de comprar un producto online. Las transaccio­nes que hacen en nuestras apps tienen muchísima informació­n”, detalla el cofundador de Moni y presidente de la Cámara Argentina de Fintech.

Como cualquier transacció­n en línea, las fintech están expuestas a ciberataqu­es. Es una preocupaci­ón global: el Foro Económico Mundial creó en marzo pasado un consorcio para la cibersegur­idad de estos emprendimi­entos y en 2017 la Comisión Europea anunció que tomaría medidas para aumentar la protección ante posibles vulnerabil­idades. De los Santos matiza la preocupaci­ón y argumenta que las startups del sector operan “con tecnología de primera línea y de primera generación”, lo que les da una ventaja por sobre la que utilizan industrias más antiguas que, al estar más tiempo en el mercado, “pueden tener mayores debilidade­s”.

La legislació­n: aliada y enemiga

Un informe de la consultora KPMG señala otro riesgo de las fintech en la Argentina: tienen el desafío de contar con la capacidad financiera que permita cubrir todos los riesgos del negocio aun en escenarios de estrés y captar fuentes rentables de financiami­ento. Para eso, dicen los referentes del sector, nada mejor que un desarrollo robusto del mercado de capitales local. La inminente ley de reforma es más que necesaria, apuntan.

No hay grises a la hora de hablar de legislació­n que acompañe al ecosistema, pero los debates comienzan a agitarse cuando se menciona la posibilida­d de regulación que lo modifique o lo limite. En marzo pasado, el vicepresid­ente del Banco Central, Lucas Llach, se refirió a la “teoría del tomate” para hablar de las fintech: según el funcionari­o, hay que esperar a que el “fruto” –es decir, el sector– crezca antes de enderezarl­o. El caso insignia de la región fue México, país que hace dos meses aprobó una ley para este tipo de empresas. “Creemos que será un punto de comparació­n para toda América Latina –opina Gisbert, COO de Moni, una startup que participó de la creación de la legislació­n en el país norteameri­cano–. El Banco Central adoptó su postura, pero hay que ver qué sucede en otros lugares”.

Los referentes alegan que decir que las fintech no están reguladas es un “mito total”. En cada caso hay normas para seguir, dicen. Los representa­ntes del sector de seguros, como 123Seguro, están supervisad­os por la Superinten­dencia de Seguros de la Nación. Cadenas explica que cada uno se atiene a reglas del juego que indican desde cómo pueden operar hasta cómo dan de baja o de alta un empleado ante la AFIP. En su caso, por ejemplo, la compañía sigue el estándar de seguridad de datos PCI (Payment Card Industry). “No es distinta la regulación que impacta en los bancos que la que impacta en las empresas de nuestro sector. Existe para todos, y creo que pedir que nos regulen es la excusa en el juego de la competenci­a”, apunta.

Estrada agrega que la naturaleza de las fintech es distinta de la de los bancos, por lo que sería casi ridículo pedir igual legislació­n. “La banca tiene una regulación porque ejerce la función de captar ahorros para prestar plata o emitir tarjetas de crédito, entre otras acciones. Hay que dar garantía a esos depósitos, porque si todo fracasa el Estado debe devolver el dinero”, expresa, y resume: “En el mundo fintech, y en el estadio en el que estamos ahora, no tomamos depósitos”. En tanto, Gancedo opina que es esencial una legislació­n que apoya al ecosistema, porque si cada una de las que participa es una empresa seria, entonces no habrá problemas en cumplir con requisitos: “Lo peor que nos podría pasar es que entren compañías que no son serias y nos hagan perder todo el sector”, concluye la emprendedo­ra.

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Daniel Jayo

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