El plan B del que nadie quería hablar ni tener que utilizar
Era el plan B del que nadie quería hablar. La bala de plata que todo integrante del equipo económico soñaba con no tener que usar. Pero al final debieron activar el botón de pánico.
En el atardecer del primer lunes negro del macrismo, el ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo, llevó noticias a la Casa Rosada que obligaron a hacer lo que hasta minutos antes evitaban y de lo que no habían anticipado ni siquiera a los dos dirigentes más importantes de Pro que no integran el Ejecutivo nacional: María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Se venía una ofensiva letal contra el peso y no tenían más solución a mano que recurrir al Fondo Monetario Internacional.
Cuentan los que participaron de la reunión que la expresión de Macri reflejaba la magnitud de la crisis en los minutos previos al contacto con la directora gerenta del FMI. El diálogo con Christine Lagarde, abierto por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, devolvió los colores a la cara del Presidente. Pudieron comprobarlo Caputo; Marcos Peña; sus segundos Gustavo Lopetegui y Mario Quintana; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger.
Dicen que de esa conversación no solo quedó el compromiso del FMI de asistir con financiamiento a la Argentina, sino también la convicción de que hay una decisión estratégica del organismo y de Estados Unidos de evitar un colapso financiero del país o un ajuste social y políticamente inaceptable. Se podrá comprobar en breve.
Según altos funcionarios, los mercados exigían que el déficit de este año fuera del 1,5% y no del 2,7%, como se había comprometido en su última concesión Dujovne, y de cero para el próximo. Con el agregado de una megadevaluación.
Frente a ese escenario, la respuesta del Fondo se pareció al alivio de volver a respirar después de ser arrasado por una ola gigante. Pero no había nada para festejar. Los efectos secundarios y los costos resultarían inevitables. Si lo del ajuste salvaje era un suicidio político, recurrir al FMI no sería incruento, dada la historia todavía viva en la memoria colectiva.
Esa fue la causa por la que siempre el Gobierno evitó siquiera mencionar hasta hoy que si fallaba la apuesta única al financiamiento externo para sostener el gradualismo no había previsto ni encontrado ninguna en otra alternativa que recurrir a quien para los argentinos más se parece al mercader de Venecia. Tal vez peor resulte confirmar que este es el último paracaídas. El intento de apelar al anuncio del recorte del gasto, con un freno a la obra pública, fueron balas de fogueo en una guerra de verdad.
Consciente de la impopularidad y el carácter de último recurso de la decisión de pedir auxilio al FMI, el Gobierno buscó hacer una primera reducción de daños: antes de la emisión del mensaje de Macri hubo llamados a los gobernadores y jefes de bloque propios, a los líderes de los partidos de la coalición oficialista y a los mandatarios provinciales opositores más dialoguistas.
Anoche se evaluaban otras acciones de comunicación con la intención de hacerlo digerible para la sociedad. Los tres minutos grabados por Macri y la conferencia de prensa de Dujovne eran para otros destinatarios: los operadores que seguían vapuleando al peso hasta pasado el mediodía.
El argumento a esgrimir es que con el FMI se logrará una fuente de financiamiento más barata para que el gradualismo siga en pie, y que eso evitó un ajuste sangriento. Deberán extremar la creatividad: hay una audiencia poco receptiva. Cualquier consultor de opinión pública lo puede confirmar. Tanto o más difícil será convencer de que lo ocurrido es solo fruto de la combinación de un shock externo y de la vulnerabilidad del país por la herencia recibida.
La oposición, muchos economistas y más formadores de opinión tienen objeciones también sobre la praxis del Gobierno y lo hecho en los últimos meses. Abundan las críticas a medidas y señales emitidas (no siempre coherentes) por los responsables de la economía y de la política oficial.
Algunos dirigentes importantes del oficialismo aconsejaban buscar algún acercamiento con el peronismo no kirchnerista. No parece haber plafón para eso, al menos hasta después de la sesión de hoy en Diputados, donde seguramente se aprobará un proyecto opositor para morigerar el ajuste de tarifas, que será mucho más lavado que el original. Previamente, los bloques del Peronismo Federal y del Frente Renovador habilitarán la sanción de las leyes de defensa de la competencia y de creación del mercado de capitales, que promueve el oficialismo y con la que busca dar una señal a los mercados.
Nadie tiene margen para exponerse a quedar bajo los reflectores armando bombas. Todo es demasiado frágil.