EE.UU. y el pacto con Irán
Apesar de las fuertes presiones de sus aliados europeos, el presidente norteamericano Donald Trump dejó sin efecto, aunque solo por un período de 15 años, el acuerdo de la comunidad internacional con Irán, vigente desde 2015, que establecía severas restricciones para la producción de uranio enriquecido por parte de la nación persa.
Como consecuencia de la decisión norteamericana, seguramente se reimpondrán aquellas duras sanciones económicas que quedaron sin efecto a partir de la vigencia del referido acuerdo. Incluso podrían ahora ser ampliadas. Washington procura así debilitar al régimen de Irán, país que se encuentra hoy en una difícil situación económica, con su moneda nacional transitando un acelerado proceso de depreciación y con una elevada inflación que golpea cotidianamente a la sufrida población, víctima también de cinco años de sequía que han afectado la producción agropecuaria.
La decisión norteamericana debilita seriamente al presidente iraní Hassan Rohani y fortalece, en cambio, a los clérigos conservadores que, en su momento, sostuvieron que no podía confiarse en un acuerdo que Estados Unidos podría violar.
Como consecuencia de esta nueva posición norteamericana, Irán podría volver a enriquecer uranio para transformarse en una potencia militar nuclear. Eso solo alimentaría la dureza del presidente Trump.
Para Gran Bretaña, Francia y Alemania, las preocupaciones del mandatario norteamericano debieron haberse atendido mediante nuevos acuerdos adicionales, sin modificar el convenio de 2015 al que Trump había ya calificado de “desastroso” durante su campaña electoral, agregando que, pese al acuerdo, Irán continuó secretamente con el desarrollo de armas nucleares, incumpliendo los compromisos asumidos.
Tanto China como Rusia aconsejaron a Washington no torpedear el convenio nuclear alcanzado con Irán, pero las recomendaciones fueron desoídas. Por eso, las conversaciones norteamericanas con estos dos gobiernos están ahora envueltas en un clima de tensión.
Para aquellas empresas europeas que, luego del acuerdo de 2015, se apresuraron a volver a trabajar y celebrar contratos con Irán, será ahora necesario darlos por terminados puesto que, de lo contrario, no podrán seguir trabajando con el sistema financiero norteamericano. Además deberán reducir sus importaciones provenientes de Teherán. Para Irán, una cuestión que muchos consideraban resuelta ha vuelto a transformarse en un obstáculo mayúsculo.