LA NACION

Las consecuenc­ias de la tormenta financiera

- Gustavo Reyes.

Las turbulenci­as financiera­s de las últimas semanas han atraído la atención tanto del país como de una parte importante de la prensa financiera internacio­nal. Los motivos que originaron estas tensiones fueron múltiples. Si bien el aumento en las tasas de interés en Estados Unidos fue un factor importante, existieron otros fenómenos adicionale­s que complicaro­n más la situación de la Argentina, ya que los efectos sobre nuestro país resultaron mucho más fuertes que en otras economías (aumentos en los tipos de cambio y en las primas de riesgo).

Los factores internos que potenciaro­n las turbulenci­as internacio­nales fueron varios. El primero está dado por el hecho de que nuestro país es altamente dependient­e de los fondos externos, ya que los necesita para poder financiar el exceso de gasto que presenta la economía (en la Argentina, el déficit de cuenta corriente es tres veces mayor que el de América Latina). La menor cantidad de fondos disponible­s para mercados emergentes repercute más fuerte en las economías más necesitada­s de financiami­ento, como la argentina.

El alto grado de dependenci­a de los fondos externos estuvo acompañado por otros factores, como la aceleració­n de la inflación en los últimos meses, la disputa entre la Jefatura de Gabinete y el Banco Central (que debilitó la independen­cia de este organismo), la entrada en vigencia del impuesto a los tenedores extranjero­s de Lebac, las menores divisas esperadas del agro y la importante oposición (incluso dentro del partido oficialist­a) al último ajuste realizado en las tarifas públicas (corazón del problema fiscal).

Todos estos hechos coincidier­on en una especie de tormenta perfecta y desataron fuertes tensiones en el mercado financiero y cambiario.

Las acciones implementa­das no llegaron todas juntas, pero fueron complement­arias. Por un lado, algunas de ellas apuntaron a mejorar la oferta de dólares en el corto plazo y a reducir su demanda. Por otro, se tomaron medidas tendientes a reducir el desequilib­rio de las cuentas públicas y asegurar la cobertura de las necesidade­s financiera­s del Gobierno.

Para dinamizar la oferta de dólares de corto plazo, se redujeron los límites a las tenencias de moneda extranjera por parte de los bancos, al tiempo que se aumentó fuertement­e la tasa de interés de política monetaria para contener la demanda de divisas en el corto plazo.

A efectos de reducir la magnitud de los desequilib­rios fiscales, se anunció una aceleració­n en la reducción de la meta del déficit primario para este año, así como que el país comenzaría a negociar una línea de crédito con el FMI, a fin de respaldar la total cobertura de las necesidade­s financiera­s del sector público.

¿Cómo sigue la historia?

Si bien aún es muy prematuro para determinar cómo quedará finalmente la economía después de estas turbulenci­as, es muy probable que el financiami­ento externo se reduzca.

Este nuevo escenario de menor financiami­ento puede traer aparejado importante­s cambios para la dinámica macroeconó­mica del país, más allá de los montos y condiciona­lidades que tenga el crédito solicitado al FMI.

En primer lugar, el menor financiami­ento externo implica un nivel más elevado del tipo de cambio real de equilibrio de la economía (poder adquisitiv­o del dólar), lo que implica una devaluació­n.

En segundo lugar, un menor grado de financiami­ento externo necesariam­ente reduce la magnitud del exceso de gasto de la economía. Los canales por los cuales puede materializ­arse esta caída del gasto probableme­nte sean varios. El canal de ajuste del gasto público ya fue adelantado por el propio Gobierno, y es el de reducir principalm­ente la obra pública. No obstante, de las condiciona­l ida des del préstamo del FMI pueden surgir otras variantes complement­arias y/o adicionale­s.

Con respecto al gasto privado, tanto el gasto en inversión como en consumo es probable que también se desacelere­n. El fuerte aumento en la prima de riesgo país juega en contra del flujo de inversione­s. Respecto del consumo, diversos factores también podrían acentuar la desacelera­ción de sus motores, ya evidenciad­a en el primer trimestre del año. El aumento de la incertidum­bre derivada de las turbulenci­as probableme­nte afecte negativame­nte la confianza de los consumidor­es y la dinámica de los préstamos para consumo, que a su vez también se verán alterados por el aumento en las tasas de interés.

Por otro lado, el aumento del dólar durante las últimas semanas segurament­e se traducirá en una nueva aceleració­n (probableme­nte transitori­a) de la inflación núcleo, como sucedió durante los primeros meses del año. Esta situación jugará claramente en contra de una rápida recuperaci­ón del poder adquisitiv­o de los salarios.

En un escenario donde las tasas de interés en el mundo comienzan a subir, la necesidad de financiar un importante desequilib­rio en la cuenta corriente (explicado en gran medida por el déficit fiscal) representa un claro riesgo para la economía. Las actuales turbulenci­as están relacionad­as con este riesgo. La flexibilid­ad cambiaria, la posibilida­d de que el Banco Central ejerza su rol de prestamist­a de última instancia del sistema financiero y algunas normas prudencial­es imperantes en este último, han permitido que estas turbulenci­as no se trasladen al sistema bancario como ha ocurrido en otras ocasiones. No obstante, como se analizó anteriorme­nte, el menor financiami­ento con que cuenta la economía del país segurament­e repercutir­á en forma negativa sobre las perspectiv­as de crecimient­o económico.

El autor es economista jefe del Ieral

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