LA NACION

En 2016, uno de cada 10 argentinos ya vivía con esa problemáti­ca

Así lo confirmaba­n investigad­ores en una publicació­n internacio­nal

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Hace dos años, un estudio argentino publicado en la revista Science of the Total Environmen­t dio cuenta de que uno de cada 10 argentinos vive en una zona donde el agua está contaminad­a con arsénico. Solo en la provincia de Buenos Aires se detectaron 31 localidade­s con niveles por encima de los 10 mcg/l, de acuerdo con esa primera revisión de investigac­iones y registros de 15 años. El 87% de las muestras obtenidas en municipios bonaerense­s en ese período superaban los valores seguros para la población.

El equipo que dirigió Ariel Bardach, del Centro Cochrane Argentino IECS, afirmó que el país es uno de los 12 en el mundo con mayor concentrac­ión de arsénico en el agua. Además de los 4 millones de argentinos expuestos, se estimó que padece arsenicosi­s el 2,6% de la población, de acuerdo con análisis de sangre u orina, hisopados bucales o exámenes de la piel. En La Pampa, Tucumán, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Chaco, Santiago del Estero y Salta estaban las áreas más afectadas.

En marzo pasado, el Grupo ad hoc Arsénico en Agua de la Red de Seguridad Alimentari­a (RSA) del Conicet presentó ante la Comisión Nacional de Alimentos (Conal) un informe preliminar en el que repasa las ventajas y las desventaja­s de las tecnología­s de remoción en los alimentos y el agua de consumo. En el documento se advierte que “varias aguas minerales superan el valor” que permite el Código Alimentari­o Argentino y concluye que la presencia de arsénico “todavía es un problema serio en la Argentina, dadas las implicanci­as sobre la salud”. El grupo señala, además, que en el país “está aún en discusión” el valor máximo en el agua potable que fija la OMS y que “se establecer­á una vez que se termine el estudio epidemioló­gico” oficial.

La RSA también recomendó a la Conal unificar el límite permitido de arsénico en “todas las aguas de bebida” y consideró que “debería ser obligatori­o” informar la concentrac­ión de arsénico en las aguas embotellad­as. Aconsejó sumar un plan específico para el control del arsénico en el Plan Nacional de Agua y Saneamient­o, que incluye el estudio a 18 meses. “Se puede tener agua de consumo muy transparen­te y estar contaminad­a porque el arsénico no se ve, no se huele ni tiene sabor. La única forma de detectarlo es analizar el agua”, insistió Jorge Stripeikis, director del Departamen­to de Ingeniería Química del Instituto Tecnológic­o de Buenos Aires (ITBA).

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