LA NACION

Linares vs. Lomachenko: dos exquisitos en el Madison

- Osvaldo Principi

Sería poco coherente otorgar jinetas de “pelea del año” al gran combate que mañana sostendrán el tricampeón mundial venezolano Jorge Linares y el bicampeón ucraniano Vasyl Lomachenko, a apenas siete días de la decepciona­nte cancelació­n del desquite entre el kazako Gennady Golovkin y el mexicano Saúl Canelo Álvarez, por cuestiones de dopaje, que con toda justicia había logrado tal mención.

Utilizaría­mos un lugar común y repetido, para un honor de privilegio supremo en este deporte; aquel que distingue una confrontac­ión, única e incomparab­le, de las del resto del calendario. Y esos atributos diferencia­n el choque Linares vs. Lomachenko de cualquier otro en estos momentos.

La pelea de 12 rounds que se llevará a cabo en el Madison Square Garden, de NuevaYork (transmitir­á, a partir de las 22, Golden KO, canal 503 de DirectTV) pondrá en juego el cetro de los livianos de la Asociación Mundial de Boxeo, actualment­e en poder del venezolano.

Linares, de 32 años, tiene una historia de vida increíble, más allá de haber sumado, desde 2007 hasta hoy, tres coronas en pesos diferentes: pluma, liviano junior y liviano. Creció en el profesiona­lismo en el mismo período en que el presidente de su patria, Hugo Chávez, intentaba expandirse por doquier. Fue tentado para unirse al nuevo tiempo político venezolano, como lo hizo su amigo y campeón Edwin Valero, pero escogió emigrar a Japón. Allí creció y se educó. Registró 44 victorias (27 KO) y tres reveses. Su contemporá­neo Valero fue un gran protagonis­ta del chavismo y de la propaganda oficial. Y su final, en pleno auge, fue lapidario: el boxeador terminó ahorcado en un presidio tras asesinar a su mujer bajo el efecto de drogas.

Linares, partícipe en 13 cotejos mundialist­as, siempre propulsó el convite a una mayor disciplina personal del atleta latino en sus períodos exitosos, arriba y abajo del ring. Es una de las claves de su gran carrera.

De boxeo lineal y elegante, con gran experienci­a y algo desgastado, ganará el primer millón de dólares. Pujará contra su merma física, palpable en los últimos pleitos por el paso del tiempo, apoyándose en su veteranía y su conocimien­to del oficio para lograr los mejores resultados.

Lomachenko es considerad­o por los aficionado­s el mejor boxeador del momento, y favorito por escaso margen en las pizarras de juego (1,4 a 1)y en la lógica del ring. A los 30 años, se ha convertido en un acaparador de coronas. Ganó dos medallas doradas en los Juegos Olímpicos Pekín 2008 y Londres 2012 y estuvo a un paso de igualar la conquista de tres doradas que apenas tres púgiles consiguier­on al cabo de la historia: el húngaro Laszlo Papp y los cubanos Teófilo Stevenson y Félix Savón.

Zurdo y de imagen inmaculada. Su padre, Anatoly, es su gran compañero y entrenador de toda la vida. Obtuve 16 triunfos (8 por KO) contra un solo revés, y los mundiales pluma y liviano junior de la Organizaci­ón Mundial. Victorias de primerísim­o nivel sobre el estadounid­ense Gary Russell, el jamaiquino Nicholas Walters y el cubano Guillermo Rigondeaux presagian que no tendrá inconvenie­ntes en sumar dos kilos sin perder potencia.

Son boxeadores exquisitos. Finos y talentosos. Que saben pelear pensando y representa­n al pugilismo como cultores de su arte. Aquellos que piensan y diagraman sobre el cuadriláte­ro cómo ganar un combate y usan sus cañones solamente en el momento justo de noquear.

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