LA NACION

El vigente cuento del diablo en la Tierra

- Leni González

★★★ buena. dramaturgi­a: Alejo Beccar. intérprete­s: Héctor Castagnino, Enrique Cragnolino, Andrea Mango, Abril Mata y Andrés Rojas. luces y escenograf­ía: Alejo Beccar. vestuario: Agustina Valdes. asistencia de dirección: María Pía

Baschong. dirección: Alejo Beccar. sala: La Tertulia (Gallo 826). funciones: viernes, a las 21. duración: 60 minutos.

Si por enésima vez se planteara la pregunta de cómo hacer Shakespear­e en una lejana capital sudamerica­na en el siglo XXI, una de las respuestas sería

Hasta el fin de los tiempos. Porque en un espacio semioscuro y austero como los pasillos de un castillo medieval, con un juego de ajedrez sobre la mesa, un banco de iglesia y una cerca rudimentar­ia, el autor y director Alejo Beccar monta “su” Ricardo III, comillas usadas no para connotar ironía, sino, todo lo contrario, para subrayar la apropiació­n de un personaje nacido para ser citado en cualquier ensayo sobre la maldad.

Como en el mundo de los ciegos el tuerto es rey, Roberto lleva un parche, es verborrági­co y elegante, un manipulado­r profesiona­l que confiesa sus intencione­s a la platea mientras en los diálogos mueve los hilos de su estrategia. Político, candidato en ascenso, quiere alcanzar el primer lugar sin pruritos para sacar del medio a quienes lo anteceden en la lista de las PASO, casi la única mención a la actualidad, además de la cita, en boca de uno de los personajes, de “primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”. La obra está plagada de intertexto­s clásicos y muy conocidos que aluden en conjunto a la historia universal de la ambición por el poder absoluto.

Enrique Cragnolino, actor con mucha experienci­a en teatro musical (fue papa en Franciscus) y que, entre otras obras, protagoniz­ó a Shakespear­e en Sacudir la lanza, también de Beccar, interpreta a este villano antológico a quien solo podrán amedrentar los fantasmas de las víctimas que latentes, sentadas al fondo, esperan su oportunida­d. En esa penumbra, con un vestuario de tonos oscuros y escenograf­ía despojada, la iluminació­n es la que administra la sucesión de escenas y la creación de espacios. Igual que las tragedias a las que alude, Hasta el fin de los

tiempos es un cuento que conocemos todos, pero que atrapa por la vigencia hipnótica de observar el mal explícito. En una hora, un texto intenso, algo barroco pero sin complejida­des ni búsquedas profundas, pone en contexto la eterna reaparició­n, con joroba o con parche, del diablo en la Tierra.

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Russarabía­n Andrea Mango y Enrique Cragnolino

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