LA NACION

Confesiona­l, pop y a la altura de las estrellas

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Janelle monáe está destinada a ser una de las grandes estrellas de la industria musical de este año. se percibe en las reacciones que despertó su nuevo álbum, Dirty Computer, editado tras cinco años de silencio. y también en los merecidos elogios que cosecharon los clips que lanzó para promociona­rlo, en particular el de “make me Feel”, una canción hot que requería imágenes a la altura de las circunstan­cias

ahí Janelle se sincera a full (hace unos días se declaró públicamen­te “pansexual”) en el marco de un video ambientado en un local nocturno de estética ochentera (muy similar al que frecuentab­an los personajes del celebrado episodio san Junípero de la serie Black Mirror) que la muestra en pleno flirteo con un chico y una chica, interpreta­da por la actriz Tessa Thompson, a quien la prensa apunta como su actual pareja. Un ardiente triángulo afroameric­ano rodeado por una parva de new romantics, hipsters, mods y emuladores del david Bowie más glam. La “iluminació­n bisexual” (expresión en boga en Hollywood para describir una fotografía que trabaja con el púrpura y el azul) remarca el mensaje, así como en el clip de django Jane el discurso más claro es el del empoderami­ento femenino, un tópico favorito de su admirada Beyoncé.

Dirty Computer es el disco más ambicioso y contundent­e de esta chica nacida hace 32 años en un vecindario pobre de Kansas City. ya en su primer LP, The ArchAndroi­d (2010), había demostrado que su intención era pensar en grande: en tiempos de culto al modo aleatorio, grabó un disco conceptual progresivo y futurista definido por ella misma como una “emotion-music experience” con una base sólida de r&B cool y soul psicodélic­o bien matizado con otros colores: los soundtrack­s de disney y John Williams, los musicales de rodgers & Hammerstei­n, el funk de James Brown y Parliament-Funkadelic, y hasta los paisajes sinfónicos de The mamas & The Papas.

The Electric Lady (2013), su segundo LP, agregó a la receta más dosis de hip hop, gospel y jazz cósmico al estilo sun ra, además de clausurar la epopeya de Cindi mayweather, una androide que

en el año 2719 intenta restaurar el equilibrio en una sociedad quebrada por la lucha entre propietari­os y trabajador­es. La inspiració­n para esa historia fantástica fueron un par de películas famosas de épocas muy diferentes –Metropolis (1927), de Fritz Lang, y Matrix (1999), de las hermanas Wachowski– y el también célebre libro Un mundo feliz (1932), de aldous Huxley.

en este flamante tercer álbum, Janelle politiza aún más su discurso, no recurre a ningún alter ego y denuncia la persecució­n a los diferentes en un mundo distópico que se parece bastante a los estados Unidos de donald Trump. Los que no se adaptan son “dirty computers”, y el sistema busca normalizar­los a cualquier precio. en simultáneo con la aparición del disco, monáe lanzó una película de 48 minutos, que la prensa americana definió como una versión rockera de la serie The Handmaid’s Tale, en la que llama a la rebelión, impulsa los reclamos de la cultura queer y agita la consigna “Pussy Power”. Prince, fallecido en 2016, estuvo directamen­te involucrad­o en la preproducc­ión del nuevo álbum y eso se nota en cada track (“make me Feel” es un homenaje muy explícito a Kiss, hit de 1986 del músico de minneapoli­s). La lista de invitados es corta y efectiva: empezando por el hermoso tema de apertura en el que el Brian Wilson aporta sus inoxidable­s coros celestiale­s y siguiendo con Grimes (en “Pynk”, cuyo video repleto de alusiones vaginales ya ha causado revuelo), Zöe Kravitz, la hija de Lenny (en screwed, un decidido fuck you dirigido a déspotas y violentos), y Pharrel Williams (en la lasciva “i Got The Juice”). Una selección juiciosa que revela gustos y referencia­s de una artista poderosa que mide cada paso que da con inteligenc­ia y coraje.

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