LA NACION

El casamiento de Harry y Meghan Markle pone a la corona ante la mirada global

El casamiento del menor de los hijos de lady Di con la actriz norteameri­cana será seguido por unos 1400 millones de personas alrededor del mundo

- Luisa Corradini

LONDRES.– Unos 1400 millones de personas –20% de la población mundial– seguirá hoy la boda entre el príncipe Harry y la exactriz Meghan Markle en lo que será el mayor acontecimi­ento de la corona británica desde 2011 y probableme­nte el último antes de que asuma el nuevo monarca.

La ceremonia religiosa, que comenzará puntualmen­te cuando suenen las 12 campanadas del mediodía, se realizará en la capilla anglicana de St. George. Esa fastuosa construcci­ón de estilo gótico, que forma parte del castillo de Windsor –donde Harry fue bautizado en 1984– permitirá alojar a los 600 privilegia­dos invitados a participar en la ceremonia de 45 minutos, que será retransmit­ida por 5600 canales de televisión en todo el mundo y cubierta por 8000 enviados especiales. En otra ceremonia, prevista posteriorm­ente en el St. George’s Hall y en los jardines del castillo, habrá otras 1200 personas que representa­rán a toda la sociedad británica, 200 miembros de institucio­nes caritativa­s, 610 de la comunidad de Windsor, un centenar de escolares y 530 empleados de la casa real.

Por último, habrá una recepción íntima reservada a 200 invitados del príncipe Carlos que, en ese caso, actuará en carácter de “simple” padre del novio.

Y aunque un reciente sondeo asegura que el 52% de los británicos no le dan ninguna importanci­a a esta boda, cualquiera que camine esta semana por alguna ciudad del Reino Unido, tendrá muchas dificultad­es en convencers­e. Porque Harry y Meghan están presentes en todas partes.

En las fotos gigantes que adornan las vidrieras de los grandes almacenes, en los banderines, las tazas de café, las bolas de cristal, los ositos de peluche, las sandalias para la playa, las gorras y las remeras que venden los comercios de suvenires. Harry y Meghan sonríen a la gente desde el envase de los bronceador­es y las pastillas para la garganta.

En cuanto a los grandes hoteles, definitiva­mente más flemáticos, han puesto en su gran mayoría banderas británicas flameando en las ventanas de cada habitación.

Todo es motivo de alegoría. Y la gente compra, sometida a la fascinació­n. Se estima que la boda aportará al tesoro británico 600 millones de libras esterlinas.

El casamiento, en todo caso, tendrá una pompa limitada, acorde con el sexto lugar en la línea de sucesión que ocupa Harry. Oficialmen­te costará 3,6 millones de euros. Pero todo depende de qué gastos se trate y de qué manera se contabilic­en. Solo el costo de la seguridad será de 34 millones de euros (ver aparte). Varias organizaci­ones republican­as denunciaro­n que será difícil conocer la cifra real, pues los gastos –aseguran– serán maquillado­s distribuyé­ndolos entre otros organismos del Estado. De todos modos, será inferior a los 52 millones que costó el casamiento de Carlos con la princesa Diana, en 1981, cuando las divisas tenían otro valor.

El “casamiento del príncipe con la plebeya” –imagen que durante los últimos días toda la prensa mundial repitió hasta el cansancio– será el mayor acontecimi­ento de la corona británica desde la boda del príncipe Guillermo con Kate Middleton, celebrada el 29 de abril de 2011. Pero sobre todo, marca una ruptura con el tradiciona­l conservadu­rismo de la corona británica. Y eso es lo que fascina a los británicos.

“Ms. Markle no solo es una revolución para la corona. Su independen­cia, su seguridad, su firmeza para defender temas de género la transforma­ron en un símbolo para millones de mujeres jóvenes en este país. Sobre todo aquellas que pertenecen a las minorías más segregadas”, asegura Robert Hardman, historiado­r de la realeza.

Meghan Markle es la primera norteameri­cana que se casa con un miembro de la realeza británica desde la boda de Wallis Simpson con el príncipe Eduardo en 1931. Como ella, también es divorciada. Pero además es mestiza y exactriz.

Como Hardman, los expertos están convencido­s de que el comportami­ento liberal que traduce ese matrimonio facilitará un acercamien­to de la corona con las clases populares: 56% del país piensa que Meghan constituir­á un “buen aporte” a la familia real, según una encuesta de Opinium Research’s Monarchy Tracker. Harry es curiosamen­te el “preferido” de la familia para 62% de los británicos. Ese nivel supera incluso la popularida­d que tenía su madre, lady Di (45% en 1984 y 47% en 1994).

“Junto con Meghan, el príncipe Harry logró exportar el branding de la monarquía británica”, agrega Hardman.

Ayer, todo el país siguió con estupefacc­ión dos episodios que hace pocos años hubieran sido inimaginab­les en el seno de la familia real. El primero, cuando las cámaras de televisión mostraron a la futura novia y a su madre, Doria Ragland, una profesora de yoga, negra y divorciada, llegar al castillo de Windsor a tomar el té con la reina Isabel II. El segundo, cuando el palacio real anunció que, ante la ausencia del padre de Meghan en la boda, será el príncipe Carlos quien conducirá a la novia al altar.

“En todo esto hay una heroína: sin ninguna duda se trata de la reina Isabel. ¿Cómo esa mujer de 92 años ha conseguido evoluciona­r al punto de aceptar en su círculo más íntimo a una familia disfuncion­al a ese punto, como la de su futura nieta por alianza?”, reflexiona el periodista británico Philip Turtle.

Ayer por la tarde, una inesperada salida de Harry y su hermano mayor, el príncipe Guillermo, del castillo a saludar a turistas y curiosos, permitió comprobar el fervor que ha despertado la ceremonia no solo entre los británicos, sino en el resto del mundo.

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Fotos ap, afp y dpa Meghan llega a Windsor con su madre, para tomar el té con la reina; Harry (centro) saluda a los visitantes en las afueras del castillo; el color, infaltable
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