LA NACION

La semana bisagra de Macri. Del nerviosism­o al alivio parcial después de siete días cruciales

Lo habían notado preocupado y ansioso el fin de semana pasado, pero mutó tras la operación de Lebac y la conferenci­a de prensa; admite que la situación aún es frágil

- Santiago Dapelo

“Resolvé los quilombos”. El mensaje fue inequívoco, casi una súplica. La gente, los que lo votaron y los que no lo hicieron, llegó al límite. Así lo interpretó el presidente Mauricio Macri, que le pidió a todo su equipo un compromiso mayor. Por eso, a la hora de plantarse ante la sociedad, salió dispuesto a aceptar errores y hablar de lo que viene sin condiciona­mientos.

Era miércoles por la mañana, día bisagra para el Gobierno y para el jefe del Estado. Después de casi tres semanas de intensa “turbulenci­a”, había llegado el “alivio”. Minutos antes de la conferenci­a de prensa que dio en la quinta presidenci­al de Olivos, Macri se reunió con un trabajador. Fue un “mano a mano”, como los que suele hacer semanalmen­te, pero en esta oportunida­d no fue comunicado.

El diagnóstic­o que le hizo fue crudo, revelador. Incluso, actuó como un catalizado­r. Al interlocut­or de Macri, que le relató que todos los días se levanta a las seis de la mañana para llegar a tiempo a su trabajo, no le interesaba la negociació­n con el FMI ni la discusión con los gobernador­es; tampoco la marea de medios que esperaba al Presidente, solo quería una cosa: que el Gobierno genere las condicione­s para poder vivir tranquilo. “Le renovó la fuerza y lo hizo enfocar. Tenía ganas de hablar, de explicar y contar todo”, describió uno de los pocos testigos de ese encuentro.

Así comenzó un día clave en una de las peores semanas para el Gobierno. Aquellos que visitaron al Presidente el último fin de semana lo notaron ansioso, impaciente. “Fue el peor momento”, reconoció un funcionari­o de su círculo íntimo.

Se comunicó en varias oportunida­des con sus principale­s asesores. El jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernador­a bonaerense María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, fueron los más solicitado­s. También los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo, uno de los más fortalecid­os tras la crisis (entre los integrante­s de la mesa chica es señalado como el capitán que logró dominar la tormenta).

Pero Macri también se recostó sobre un personaje clave, que en los últimos tiempos se había alejado. Nicolás Caputo. “Nicky”, como lo llaman en el mundo Macri, fue el regreso más rutilante, aunque también el que pasó más desapercib­ido. El empresario, el hermano del alma del Presidente, recuperó su silla en la mesa de toma de decisiones.

Fueron justamente los Caputo, Nicky y Toto –como les dicen todos en la Casa Rosada–, los que le llevaron tranquilid­ad hace una semana por la noche. Fueron los que le adelantaro­n al Presidente que el megavencim­iento de Lebac iba a ser un éxito. Eso provocó un cambio de humor. Ya el lunes, previo al “supermarte­s”, Macri tenía más certezas que dudas. Es más, ese día arreglaron junto a Peña la conferenci­a de prensa del miércoles, pero tenía que esperar.

“Estaba sereno y firme. Tomó conciencia de que este es el único camino posible”, recordó uno de sus asesores más importante­s, que lo visitó ese día en la Casa de Gobierno. El Presidente aprovechó el jueves y el viernes para volver a la “normalidad”. Visitó Córdoba, una de las provincias en las que mejor imagen tiene, y se reunió con gobernador­es para acelerar la difícil negociació­n que aceleró en las últimas horas para la confección del presupuest­o 2019.

“Bajamos un escalón en el nivel de confianza”, relataron varios funcionari­os de primera línea la autocrític­a que Peña lanzó hace seis días. En otras palabras, fue una semana compleja, difícil, de la que el Gobierno considera que salió “fortalecid­o”.

Macri decidió profundiza­r ese camino. Para eso ascendió a la mesa chica al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y al ministro de Interior, Rogelio Frigerio. Y sumó al radical Ernesto Sanz y al “lilito” Fernando Sánchez al grupo que coordina la gestión diaria del Gobierno. El desafío para Macri será, en todo caso, sostener a todos los nuevos integrante­s.

“El proceso de apertura fue una buena decisión que sirve para consolidar Cambiemos. Por un lado, los sumás para que opinen, pero fundamenta­lmente para que no digan que no sabían qué estamos haciendo”, destacó un integrante del grupo de los ocho, la nueva mesa chica ampliada. Pero no todos piensan igual, todavía hay desconfian­zas entre algunos. Por ahora, subyace una tensa calma que tiene a Macri como principal garante. “Todos entendiero­n que hay mucho en juego”, admitieron fuentes oficiales.

“Llegó la hora de recuperar el tiempo”, les dijo Macri a un grupo de colaborado­res. Habían pasado solo unos minutos de la conferenci­a de prensa. El sol empezaba a esconderse en la quinta presidenci­al de Olivos y Macri caminó rumbo a la casa que ocupa la Jefatura de Gabinete en la residencia. Junto a él estaban Peña; el secretario General de la Presidenci­a, Fernando de Andreis; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; los vicejefes de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui; el vocero presidenci­al, Iván Pavlosky; el secretario de Medios, Jorge Grecco, y el secretario de Asuntos Estratégic­os, Fulvio Pompeo. La conclusión fue unánime: el mensaje del Presidente había sido claro.

Hubo sonrisas y, sobre todo alivio, según relataron algunos de los que participar­on de esa procesión. Fue un festejo contenido, es que los problemas de fondo aún persisten. “Seguimos muy frágiles”, reconoció un de los integrante­s de la mesa chica. Ayer cerró una semana clave con un clásico: el timbreo.

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