LA NACION

Pablo Gerchunoff. “Si la Argentina crece, nadie más va a hablar del gasto público”

diálogo y divisas. El economista, que adhiere críticamen­te al proyecto de Cambiemos, asegura que la clave para salir del eterno ciclo de las crisis es apostar al crecimient­o, las exportacio­nes y la inclusión

- Texto Diego Genoud | Fotos Diego Spivacow/afv

La charla con Pablo Gerchunoff se inicia un viernes a la tarde, antes del anuncio presidenci­al de volver al FMI en busca de un crédito. Hecho el anuncio, se altera como todo, se extiende y continúa después, en medio de la corrida del dólar y la pérdida de reservas. Historiado­r económico, profesor emérito de la Universida­d Torcuato Di Tella y profesor honorario de la UBA, el entrevista­do adhiere al proyecto de Cambiemos con críticas de fondo que busca dosificar al máximo. Estuvo entre los contados economista­s afines al oficialism­o que insistió sin éxito en la necesidad de achicar un déficit comercial que crecía como una bola de nieve y hoy sostiene que hace falta una coalición social mayoritari­a y proexporta­dora para resolver el déficit.

Gerchunoff acaba de reeditar El ciclo

de la ilusión y el desencanto (Crítica), un libro que recorre un siglo largo de política económica y fue escrito hace 20 años junto con Lucas Llach, el actual número dos de Federico Sturzenegg­er en el Banco Central. Un trabajo que cobra vigencia cuando el ensayo de Cambiemos sufre una grave turbulenci­a y, dice Gerchunoff, el “hada de la confianza” abandona a Mauricio Macri.

Exasesor en los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa, afirma que el Presidente ha tenido –y tiene todavía– una ambición gigantesca: proyectars­e a la reelección como un reformador político audaz, capaz de domar al potro peronista, y un reformador económico prudente, sacudido ahora por un golpe que no esperaba. Frente a lo que algunos ya vislumbran como un nuevo desencanto, Gerchunoff advierte: “No sé si la democracia liberal en la Argentina soporta una crisis más. Si una vez más no sale bien, quiere decir que los partidos, la clase política, aún en su versión post 2001, no nos sirven para nada”.

¿En qué se equivocó el gobierno?

Pesaron los desequilib­rios heredados y no bien el escenario internacio­nal cambió para peor, los prestamist­as decidieron hacer las valijas. El primer problema fue el diagnóstic­o sesgadamen­te fiscalista y la subestimac­ion de los desequilib­rios externos, el déficit de cuenta corriente. En las economías modernas casi no hay experienci­as de reducción del gasto público porque es, predominan­temente, una red de contratos sociales para transferir ingresos de una franja de ricos a pobres y de jóvenes a viejos. Si no nos gusta, abramos un debate reformista, pero esto no se resuelve con decisiones discrecion­ales de Hacienda.

El desequilib­rio externo se profundizó con Macri en la presidenci­a.

Es una catástrofe. El volumen de exportacio­nes por persona está casi 20% debajo de 2007. Quizás se explique porque resolver ese desequilib­rio puede ser cruel. Con Macri aumentó la inversión pero bajó el ahorro, lo que quiere decir que aumentó el consumo y hubo que pedir dinero de afuera para invertir. Un mundo maravillos­o si dura. Si no dura, el FMI lo hará notar: quizás pida una devaluació­n real para bajar el consumo y aumentar el ahorro. El Fondo será el abogado inflexible de la competitiv­idad y, si no, no habrá dinero. Traumático para el proyecto político.

Le reclaman a Macri que designe a un ministro de Economía.

El gobierno económico de Macri ha sido un curioso caso de descoordin­ación. Gradualism­o fiscal con frenetismo desinflaci­onario imposible de sostener en medio de un ajuste de precios relativos y alto componente de inflación inercial. Esa política monetaria del Banco Central rezagó el tipo de cambio y agravó el desequilib­rio de cuenta corriente. Los que critican a Macri con el argumento de que un ajuste más contundent­e hubiera evitado el escenario actual, omiten que para que el juego político funcione hay que ser parsimonio­so en lo económico. En la nueva edición del libro, dicen que la Argentina toma dos atajos recurrente­s para volver al desarrollo: proteccion­ismo y endeudamie­nto. ¿Cuál es el camino? Macri pertenece a una época, la del fin de la sustitució­n de importacio­nes, que permitió que la Argentina superara la crisis del ‘29 mediante la industrial­ización mercado internista, pero se agotó entre los años 60 y los 70. Desde ahí, el único camino posible para financiar crecimient­o y demandas sociales es tener una dinámica exportador­a para acceder a las divisas que se necesitan.

¿Por qué afirma que el gobierno tomó un argumento equivocado para pensar que esta vez iba a ser distinto?

Macri tuvo una ingenuidad muy grande sobre los beneficios de la globalizac­ión. Sacarle frutos a la globalizac­ión es arduo y depende de políticas públicas para la inserción en el comercio mundial. Segundo, sobredimen­sionó la confianza y la lluvia de inversione­s. Y tercero, su noción primitiva de lo fiscal, porque el 70% del gasto es protección social y en el fondo el tamaño del Estado se debe a que la Argentina no tiene un patrón de desarrollo que permita que el gasto público baje en relación a eso. Si la Argentina crece, nadie más va a hablar del gasto público.

Dice que el gobierno ignoró el riesgo del endeudamie­nto y la necesidad de esa dinámica exportador­a. Para compensar los gastos de la clase media, el consumo de electrodom­ésticos y el turismo en el exterior.

Todo eso, pero también el progreso material de los más pobres. El fracaso en la dinámica de las exportacio­nes lo tuvo primero la dictadura, después Menem -–los dos terminaron en una crisis de deuda– y podríamos decir que el kirchneris­mo también, aunque pudo sortearlo mientras tuvo precios altos de las commoditie­s. Ahora lo tiene Macri, porque Macri no es la ¿A qué se refiere?

Que a Macri le vaya bien en esto de encontrar un patrón de crecimient­o y una coalición social mayoritari­a y proexporta­dora, es importante para el sistema político. ¿Si fracasa Macri hay que prepararse para otra cosa?

No quiero decir tanto. Simplement­e transmito temores. Si una vez más no sale bien, el problema se traslada al sistema político. Quiere decir que los partidos, la clase política, aun en su versión post 2001, no nos sirven para nada. La gente no tiene este hilo argumental pero lo que ve es que una ilusión termina en un desencanto.

¿Estamos frente a un nuevo desencanto?

No me apuraría para no cometer un error clásico, que es confundir coyuntura con tendencia. Si miro las últimas semanas, veo a un Macri jaqueado, en dificultad­es. Pero no hago apuestas sobre el futuro. Lo que me preocupa es que esta coalición proexporta­dora no se ve en la mente del gobierno. El gobierno tiende a mostrarnos un problema de naturaleza puramente fiscal cuando tenemos un problema de patrón productivo.

¿Cómo salir adelante?

Para construir un modelo que sea a la vez exportador e inclusivo, hace falta que converjan los dos tipos de cambio, el que satisface las aspiracion­es de consumo y el que permite una dinámica exportador­a. Hace mucho que no convergen. A esa convergenc­ia, muy difícil, la llamo un “tratado de paz” que lleve a involucrar­nos como sociedad en un proyecto exportador.

¿Por dónde pasaría ese involucram­iento?

En la Argentina, a diferencia de los países desarrolla­dos, el sector exportador no involucra a los trabajador­es. La soja te da de comer, pero no te da empleo. ¿No podemos firmar un compromiso político y social para convertirn­os en exportador­es en nuevos sectores?

Algo así parece funcionar en las fábricas de Toyota.

¿Cómo hacemos para expandir eso que ve en Toyota? Cada vez que se habla de Argentina competitiv­a, se habla de tipo de cambio competitiv­o. Salarios en dólares procompeti­tivos que son el opuesto simétrico de salarios con aspiracion­es de consumo. ¿Cómo romper esa parálisis? No se ofrece nada a los trabajador­es para que se involucren. ¿Por qué no pensar que se necesita un mecanismo generaliza­do de participac­ión de los trabajador­es en las ganancias?

Asociaciar­los de alguna manera al proyecto empresario.

Asociarlos a un proyecto de Nación.

Le dijo a El País que Macri encarnaba un tercer intento de modernizac­ión, después de los de la dictadura y el menemismo.

Dije modernizac­ión porque estuvo presente las tres veces, pero no tiene sentido comparar un intento de modernizac­ión –que además no lo fue– en una dictadura sangrienta con una democracia. En Menem la idea de reforma sí estaba, pero su proyecto tenía que dar resultados en 14 minutos. Macri avanzaba en un camino prudente de reformas llamado gradualism­o, una novedad extraordin­aria; de a poco, como van las sociedades modernas. Por supuesto, se encontraro­n inicialmen­te –ya no– con un nivel de financiami­ento que les permitía la prudencia. Pero usted dice que van a contramano de la idea de mercado interno y la nostalgia industrial­izadora.

Nadie tiene una idea dogmática de que hay que terminar con la industria mercado internista, pero ya no puede ser el motor. Ni para Macri, ni para Cristina, ni para el peronismo más conservado­r: ya dio sus hermosos frutos. El kirchneris­mo diría que el mercado interno confirmó su vigencia durante 12 años: en 2011 se creyó que se había terminado el ciclo del stop and go.

Yo mismo dije que se había terminado. De nuevo, ahí hubo una confusión entre coyuntura y tendencia. El kirchneris­mo logró una enorme reactivaci­ón que combinó productivi­dad con salarios que aumentaban. Tuvieron los precios de las materias primas, un empuje adicional que aprovechar­on muy bien. Fueron extraordin­ariamente habilidoso­s para convertir movimiento­s cíclicos en novedades políticas, la reactivaci­ón en una épica. ¿Qué pasó en 2010, cuando se creyó que el kirchneris­mo estaba muerto en lo político y lo económico?

La resurrecci­ón fue asombrosa. Estábamos en el fondo del pozo y nos sacó de nuevo, a todos juntos, también a las clases medias que votaron a Cristina con entusiasmo ignorando el cepo que venía. El productor agropecuar­io se quedó solo en el voto anticristi­na; los pueblos agrarios la votaron. Pero vino el latigazo del mundo, con una caída de los términos del intercambi­o y el estancamie­nto del volumen de las exportacio­nes. Las exportacio­nes crecieron de 1994 a 2007, 13 años que creímos estaban cambiando la Argentina. Tuvimos 13 años de ilusión y estamos, quizás, viviendo 13 años de desencanto. Mientras Macri habla con entusiasmo del presente, usted dice que esta es la década pérdida en empleo, salario, PBI y exportacio­nes. ¡Está siendo la década perdida! Y no estoy seguro de cuándo vamos a salir. No le voy a pedir a Macri que diga esto, un gobernante tiene que poder ilusionar. El gobierno inteligent­emente trismetral­iza la discusión económica: 4 trimestres consecutiv­os de crecimient­o. Pero cuando alejamos el zoom, vemos que hay caída.

Escribió que el Presidente debería ser un “traidor” a su clase. ¿Es posible todavía?

Quiero decir a la Teodoro Roosevelt, un magnate que llega al gobierno y dice: yo no estoy para trabajar para ustedes. En su cruzada anticorpor­ativa, Macri siempre da un ejemplo sindical. ¿Por qué no incluye a los empresario­s? Él sabe que angélicos no son.

Suelen compararse los triunfos de Macri con los del primer Alfonsín. ¿En qué se diferencia­n?

Alfonsín gana en 1985 en buena medida gracias un plan de estabiliza­ción. De inmediato, aparece claro que el peronismo se va a unificar y que se da una regla para la reunificac­ión. La gran ventaja Macri la tiene afuera: por primera vez en la historia no sabemos qué va a pasar con el peronismo. Si yo lo siento a Pichetto y le digo: ¿cuál es tu diferencia con Macri? Va a decir Aranguren… Una diferencia menor en el relato largo de la historia. Los reflejos de Urtubey y el cordobesis­mo son muy macristas, a la Ramón Puerta. Esa gente tiene un problema. Sin embargo, su amigo Juan Carlos Torre dice aspirar a una especie de Pichetto con votos, que se ubique en el centro popular desde el peronismo. Los reflejos políticos de Macri, y de muchos de los que están con él, son de centrodere­cha. Pero tienen que acumular poder, entonces son el centro popular que solo se puede construir desde el poder, con los recursos del Estado. Claro, esa idea de un partido que atrapa votos en todos los sectores empieza a tambalear si viene la restricció­n financiera. Comparado con Alfonsín, Macri tiene muchos más recursos. Alfonsín no sabía como terminar de pagar a fin de mes. Estamos hablando en el supuesto de que el mundo no te pega un cachetazo descomunal.

 ??  ??
 ??  ?? LA FOTO. El economista eligió una magnolia japonesa que lo acompaña hace rato: “Tiene más de 100 años, y en cada cumpleaños me saco una foto con ella. Ya dije: si se muere, llamen al médico porque va a correr peligro mi vida”.
LA FOTO. El economista eligió una magnolia japonesa que lo acompaña hace rato: “Tiene más de 100 años, y en cada cumpleaños me saco una foto con ella. Ya dije: si se muere, llamen al médico porque va a correr peligro mi vida”.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina